.. | México D.F. Lunes 6 de octubre de 2003
AGRESION INJUSTIFICABLE DE ISRAEL
Aviones
de combate de la fuerza aérea israelí se internaron en la
madrugada de ayer en territorio sirio y bombardearon la localidad de Ain
Tzaheb, situada a pocos kilómetros de Damasco, donde, según
las autoridades de Tel Aviv, operaría un campo de entrenamiento
de la organización fundamentalista palestina Hamas, la cual se adjudicó
el atentado terrorista del sábado en Haifa, que cobró la
vida de 20 personas, incluida la joven suicida que perpetró el ataque.
En el agitado y confuso panorama de Medio Oriente, en
el que cada bando miente de manera regular, resulta difícil determinar
quién dice ahora la verdad: los sirios -quienes argumentan que la
zona bombardeada es de estricto carácter civil- o los israelíes.
Pero, independientemente de que el pretexto del gobierno de Ariel Sharon
tenga visos de realidad o no, el ataque al país vecino constituye
un acto delictivo, injustificable y sumamente peligroso que podría
generar una escalada bélica regional sin precedente desde 1982,
cuando el Estado judío invadió, con alegatos similares a
los de ayer, al vecino Líbano.
Si bien el régimen de Tel Aviv es un violador sistemático
y contumaz de los derechos humanos y la legalidad internacional; que tortura,
bombardea y asesina civiles con la misma disposición que sus contrapartes
integristas, la agresión hecha ayer representa un considerable salto
cualitativo en la escalada de atrocidades que enfrenta a las autoridades
israelíes con los terroristas palestinos. Y es que una cosa es bombardear,
con abrumadora superioridad de medios, a las poblaciones inermes de Cisjordania
y Gaza, y otra muy distinta lanzar un ataque contra una potencia militar
regional con la que Israel mantiene un estado de hostilidad nunca disipado.
Desde esa perspectiva, la agresión israelí de ayer no sólo
es indicativa de la determinación de Sharon de seguir pisoteando
los principios básicos de la comunidad internacional, sino también
de desesperación y de creciente insensatez.
El descontrol israelí no proviene de los reiterados
y casi siempre cruentos ataques palestinos, porque el gobierno de Israel
sabe perfectamente lo que tiene que hacer para acabar de golpe y de raíz
con ellos: retirarse de Gaza, Cisjordania y Jerusalén oriental,
desmantelar los asentamientos judíos ilegales en esos territorios
palestinos, garantizar el derecho al retorno a los expulsados de las guerras
de 1948 y 1967, y dejar en paz a los palestinos para que puedan dedicarse
a construir su Estado nacional.
La desesperación de Sharon y su grupo se origina,
más bien, en su evidente incapacidad para aplastar de una vez por
todas la resistencia palestina y ofrecer al electorado israelí el
botín de guerra de territorios adicionales y recursos naturales,
como los hídricos, robados a sus vecinos árabes. Sharon jugó
su suerte política a ese objetivo y, en aras de lograrlo, ha cometido
gravísimos y masivos crímenes de guerra. Pero ahora él
y su partido, Likud, se enfrentan a una sociedad israelí harta de
violencia, destrucción y muerte, en la cual crecen y se multiplican
las expresiones de repudio a las estrategias genocidas del gobierno. Una
de esas expresiones, sin duda contundente, es el reciente rechazo de un
grupo de pilotos de la fuerza aérea israelí a participar
en nuevas misiones de asesinatos de líderes palestinos, misiones
de suyo repudiables y en el curso de las cuales se cometen, de paso, homicidios
de civiles.
El "mensaje" que según Sharon representó
el ataque a Siria, y que iba supuestamente dirigido a los dirigentes de
los grupos terroristas islámicos, apunta, en cambio, al electorado
de Israel, ante el cual se pretenden inventar nuevos protagonistas del
conflicto; en este caso, el régimen sirio, enemigo histórico
y por tanto rival creíble. Diríase que, para mantenerse en
el poder, y ante la evidencia de que el pueblo palestino sólo es
un peligro para Israel en la medida en que la ocupación persista,
el gobierno de Tel Aviv busca provocar una nueva confrontación armada
con los estados árabes vecinos. Cabe esperar que la opinión
pública del Estado judío sea capaz de sobreponerse a esta
manipulación y deshacerse de un gobierno que ha hundido a Israel
y a los palestinos en un negro periodo de muerte, destrucción, violencia
y agravios mutuos. Ojalá lo consiga, antes de que sea demasiado
tarde.
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