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México D.F. Lunes 6 de octubre de 2003

Iván Restrepo

ƑLlegará a México el intenso calor?

El intenso calor que apenas hace unos días terminó en la mayoría de los países de Europa dejó pérdidas en vidas, bienes materiales y en el aspecto moral. En Francia fallecieron más de 30 mil personas, especialmente ancianos abandonados por sus familias -que se fueron a disfrutar sus tradicionales vacaciones de agosto- y desatendidos por los servicios de salud pública, que no supieron contrarrestar los efectos del calor. Algo que en cualquier país subdesarrollado se enseña en el primer año de estudios a enfermeras y médicos, y que los medios difunden periódicamente, lo ignoró la avanzada medicina francesa. Además, ahora se reconoce (y los hechos recientes lo comprobaron) que lo peor que le pasa en el mundo desarrollado a las personas de más edad, que cada vez suman mayor número, no es la soledad, sino el maltrato material y moral que sufren a manos de sus familiares y de quienes las cuidan.

En lo material, las pérdidas se expresan en miles de hectáreas de bosques destruidas por el fuego en España, Francia y Portugal. El caso más significativo es el de este último, ya que posee una masa boscosa muy apreciable en buen estado, pero no tuvo la capacidad de prevenir y combatir los incendios. Los diversos gobiernos reconocieron que la mayor parte de éstos fueron provocados por la irresponsabilidad humana, y en varios casos por pirómanos que, luego de ser sentenciados, en unos meses salen de prisión porque las leyes son muy tolerantes en la materia. En Francia, donde se sigue juicio a algunos de ellos, más de un partidario de la monarquía recuerda cómo durante el Primer Imperio los que gustaban de provocar incendios comenzaron a hacer de las suyas en los bosques del sur. Napoleón ordenó fusilar a los pirómanos, que desaparecieron como por arte de magia.

Como corolario de incendios y temperaturas elevadas, se registraron deshielos de montañas tradicionalmente cubiertas de nieve, afectación en los sistemas de energía eléctrica y daños cuantiosos en la agricultura y la industria, cuyos impactos se dejarán sentir este invierno y el año próximo. Pero las altas temperaturas, las mayores del último siglo, no se deben solamente al capricho de la estación veraniega: tienen su origen principal en las alteraciones que el hombre ha ocasionado a la naturaleza en el mundo.

A España, por ejemplo, la ola de calor le vino de Africa, continente del que también le llega la oleada humana que huye de la pobreza y los malos gobiernos. La canícula también le dejó su estela de muertos no programados, pero, a diferencia de Francia, se desconoce su número debido al velo que tiende el gobierno sobre el tema.

En cambio científicos y organizaciones ambientalistas no batallaron mucho para descubrir que el calor que llegó del sur se debe a la cada vez más deteriorada situación ambiental de Africa, que se manifiesta especialmente en la pérdida de sus bosques y selvas, en el agotamiento de las fuentes de agua, a su población que no deja de crecer.

En el plano mundial, el calor europeo refrendó lo que desde hace años se denuncia con datos cada vez más precisos: los efectos negativos del cambio climático se dejan sentir por doquier y no respetan divisiones geográficas ni regímenes políticos: la sequía, las inundaciones y las enfermedades son fenómenos que también se globalizan.

El responsable de asuntos ambientales de Naciones Unidas advirtió que lo ocurrido en Europa puede repetirse en México porque continúa el uso irracional de energéticos, la deforestación y el desperdicio del agua, factores que influyen extremadamente en la variación del clima.

Hoy el aumento de temperatura es una realidad en todo el país y causa serios desajustes económicos, sociales y ambientales. Aunque hace dos décadas los especialistas anunciaron los efectos negativos de estos desajustes, ni las autoridades ni la población han tomado seriamente en cuenta la advertencia ni la necesidad de tomar medidas tendientes a cuidar el medio y evitar la destrucción de los recursos naturales, por ejemplo.

Las buenas intenciones únicamente hacen parte del discurso burocrático, no de una auténtica política para evitar un desastre suficientemente anunciado que afectará a todos, en especial a los más pobres, quienes, dice el gobierno, son su prioridad.

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