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P O L I T I C A
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México D.F. Sábado 30 de agosto de 2003

Ricardo Robles O.

De flores y caracoles

Me había pesado no estar en Oventic para la fiesta de los Caracoles. Esas repentinas iniciativas del zapatismo no muy congenian con los compromisos previos. Siempre es así. Después de las esperas que imponen sus creativos silencios, nos llegan las sorpresas que ofrecen sus sabios corazones indios. Y nos llegan así, inesperadamente, inalcanzables a veces.

Y así porque no pude cambiar los pasos de mi calendario, una semana después de la fiesta de Oventic, en la que nacieron los Caracoles zapatistas, estuve con un grupo de amigos en Acteal y en Polhó. La geografía política y militar del lugar es aplastante. A pasos de distancia, no demasiados, el municipio autónomo de desplazados de Polhó casi hermético, el Ejército asediante siempre, el campamento de desplazados bases de apoyo zapatistas de Acteal, la columna de la infamia como puerta al lugar de los mártires, y ahí la celebración mensual recordando el amor y la ignominia. Realidades aglomeradas en contrastes de dignidad, amenaza, resistencia, sangre inocente...

Sin duda hay diferentes pensamientos indios en esos mismos lugares, modos distintos de entender y enfrentar la realidad hostil. No obstante, todo resulta cordial ahí, fuera de la militarización ostentosa de patrullajes y de la agazapada e invisible paramilitarización de esas montañas. El paisaje de paraíso, las miradas, los saludos, los corazones recios a flor de piel contrastan sin duda con la arrogante presencia militar y los ecos audibles de las perversidades ya vividas y las muertes amenazantes todavía.

Sin pretenderlo, llegamos ahí al nacimiento de los Caracoles. Para participar en la celebración de cada día 22, Acteal estaba abierto como de suyo está. La vida, con muchos de sus diversos aspectos se celebró ahí, feliz y tristemente, como de por sí suele hacerse. Pero visitar el municipio autónomo de Polhó y dialogar con sus autoridades era más bien un sueño. En el Caracol de Oventic hubo de tramitarse la visita y se logró con gran cordialidad. Los Caracoles vivos estaban ahí, ya, abriendo espacios y diálogos desde el centro interior del corazón hacia el exterior amplio del diálogo plural, latinoamericano, intercultural.

Con profusión de flores se celebró en Acteal, como ya de por sí siempre se hace. Con tres flores pasadas de mano en mano entre los visitantes nos recibieron en Polhó como no habíamos soñado. Y hubo una flor más. Nos la entregaron al entrar para llevarla hasta la presidencia del municipio autónomo, y explicarla allá. Era una planta florida en su bote de tierra, tomada al parecer de cualquier casa, tan cotidiana que lucía un poco desaliñada, quizá.

En el salón de la presidencia autónoma estaban las autoridades. En el amplio escritorio se colocó la flor. Hubo saludos cordiales invitando a entender la realidad de los desplazados con sobriedad, en un ambiente de firmeza cruda, de dignidad autónoma, de austeridad. Le llegó su turno al símbolo del bote con su flor. Me resulta imposible recordar por sus pasos y en sus términos la parábola dicha, el lenguaje simbólico para explicar el símbolo. Recuerdo bien, sin embargo, que se nos dijo cómo la planta tenía otras hierbas que la perjudicaban y había que mantenerla limpia para que aquella flor fuera más flor. Era sin más la realidad del zapatismo, de los desplazados, de los autónomos y sus cautelas. Cualquiera sabe que hay que deshierbar la milpa para que pueda frutar. La flor nos invitaba a entender este mundo asediado que ellos viven, el que todos vivimos. La flor, se dijo, era también mensaje para llevar afuera esa palabra verdadera, la que ahí vimos, oímos y convivimos, limpia de malas hierbas.

Además, con el sonido del caracol nos habían recibido, con él también respondió nuestra llegada. A son de diálogo entre el caracol suyo y el nuestro visitamos Polhó. Y estar ahí fue asistir al nacimiento de los plurilingües caracoles anunciados, empezar a convivirlos.

Agradecidos -una vez más-, nos retiramos de ahí. Agradecidos por su música y su flor, por su convocatoria destinada a florecer en toda tierra, por su resistencia ejemplar para la humanidad.

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