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ARGENTINA: MAS ALLA DE LA TRAGEDIA
Cuando
parecía que todas las catástrofes posibles se habían
abatido ya sobre Argentina y que no podría ocurrirle nada peor de
lo que ha sufrido en lo que va del presente siglo, el veredicto de las
urnas colocó a los argentinos ante la perspectiva de una involución
histórica, política y moral que podría devolverlos
al origen de sus tragedias: una nueva presidencia a cargo de Carlos Saúl
Menem, máximo corruptor, el más inescrupuloso privatizador,
el político más frívolo e irresponsable y culpable
principal, a ojos de la mayoría, de la pesadilla socioeconómica
que se abate actualmente sobre la nación.
En efecto, de acuerdo con los resultados parciales de
los comicios realizados ayer, que han resultado de los más reñidos
de la historia, los dos candidatos presidenciales más votados fueron
Menem y Néstor Kirchner, aspirante impulsado por el actual presidente,
Eduardo Duhalde, y que se ha desempeñado como gobernador de Santa
Cruz. Al igual que Menem, Kirchner pertenece al Partido Justicialista (peronista)
y fue un aliado fundamental del gobierno menemista en las privatizaciones
de las empresas energéticas del Estado, realizadas durante la década
pasada.
La proliferación de candidaturas -21 aspirantes
a la Presidencia- producto de la descomposición de las principales
fuerzas políticas tradicionales -radicales y peronistas- generó
a su vez la atomización del voto, y aunque la ciudadanía
se volcó a las urnas en proporción casi nunca vista -más
de 80 por ciento de los registrados en el padrón acudieron a sufragar-,
ninguna de las fórmulas logró alcanzar 25 por ciento de los
sufragios.
De esa forma, la elección se jugó entre
el voto duro de las mafias menemistas y los sufragios que Kirchner tenía
garantizados como resultado del respaldo de la Casa Rosada. Y las dos minorías
más cohesionadas han logrado imponer al conjunto de los argentinos
la propuesta única del neoliberalismo justicialista que volverá
a gobernar el 25 de mayo próximo, independientemente de que una
semana antes, en segunda vuelta, se decida si llegará a la Presidencia
asociado al apellido Menem o al apellido Kirchner.
Es indiscutible que la formalidad democrática ha
sido respetada, pero de eso a que el próximo jefe de Estado cuente
con un mandato sólido hay mucha distancia. El generalizado descrédito
de la clase política en general, y de los candidatos triunfantes
en particular, hace casi inevitable un panorama de ingobernabilidad a corto
plazo.
Y es que, como señaló recientemente la analista
Virginia Giussani, Kirchner, Menem y el conjunto de los aspirantes a la
silla presidencial representan "lo que no hemos sabido construir en nuestro
dificultoso camino", es decir, simbolizan la desesperada ausencia de soluciones
que aqueja a los argentinos.
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