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León Bendesky
Virus económico
La interpretación más reciente del Banco de México (BdeM) sobre el desenvolvimiento de la economía parte de lo obvio, precisamente del señalamiento que se ha hecho de que por tercer año consecutivo la economía crecerá en 2003 por debajo de su potencial. No es fácil calcular el potencial de crecimiento de una economía, en especial cuando no se cuenta con todos los elementos estadísticos para establecer las relaciones del funcionamiento entre los diversos sectores productivos a nivel desagregado, cuando se ha expandido de modo tan grande la informalidad del trabajo y en un entorno de fuerte pérdida de la productividad que no está suficientemente cuantificada.
El banco central no ha ofrecido una medida de dicho producto potencial, es decir, el nivel de actividad económica que podría alcanzarse con el uso pleno y eficiente de los recursos disponibles. Pero la práctica ausencia de crecimiento en promedio durante los tres primeros años de este gobierno evidentemente indica que estamos creando un producto mucho menor del que podría generarse usando más y mejor los medios humanos, materiales y financieros con los que contamos. Así que la disquisición de nuestra autoridad monetaria no ayuda demasiado a acrecentar la capacidad de análisis de lo que pasa en la economía y a la gestión financiera para el crecimiento.
Es más, el BdeM debería considerar la situación de largo plazo y señalar que en las dos últimas décadas, en las que el crecimiento promedio del producto ha sido apenas 2.3 por ciento, y el del producto por habitante únicamente 0.4 por ciento y en que se ha acumulado una inflación superior a 90 mil por ciento, hemos estado, por supuesto, debajo del potencial de crecimiento. Ello explica por qué existen 60 millones de habitantes en situación de pobreza según el documento oficial de medición producido hace pocos meses, así como por qué hay deterioro del nivel general del bienestar de la población.
El efecto adverso derivado de que la economía opere por debajo de su potencial es fácil de apreciar. La mala gestión económica que se manifiesta en el muy bajo nivel de crecimiento y la recurrencia de las crisis desde 1980, o sea, en la incapacidad de generar más producción y riqueza y más empleo e ingresos para la gente, sólo hace más difícil una recuperación sostenida en el futuro. Y ello es así, ya que parte del producto que se ha perdido en este periodo no se ha usado en la generación de inversiones básicas para el crecimiento como son las de infraestructura, tecnología y educación. Ese es el tema que se debería estar discutiendo en el país de manera seria para sacar la economía del estancamiento en que se encuentra por mucho tiempo.
Esto se asocia con otro aspecto notorio del modo en que el gobierno está conduciendo la economía. Tanto el BdeM como Hacienda admiten abiertamente y sin ningún recato que existe una total dependencia con respecto de lo que ocurre en la economía de Estados Unidos. Esto equivale a una rendición no sólo en términos políticos, sino hasta en la capacidad de pensar, y ambas cuestiones son muy graves. Ya se sabe que la renovación del crecimiento en esa economía es muy lenta, incluso tras la fase inicial de la guerra en Irak, y se estima para este año en 2.4 por ciento, con lo que difícilmente será un factor de arrastre para la producción en México.
Por lo que hace al debate en Estados Unidos sobre la falta de crecimiento y lo que aquí se puede esperar en cuanto a la recuperación, hay un elemento relevante en las medidas fiscales que ha tomado el presidente Bush. Se señala que el recorte del impuesto sobre dividendos no genera aliento a la inversión por la manera en que funciona el código fiscal y que, además, seguirá concentrando el ingreso en las familias más ricas. Al respecto se apunta que los 226 mil contribuyentes más grandes, cuyos ingresos están por encima de un millón de dólares anuales, recibirán un beneficio prácticamente igual que el conjunto de los 120 millones que declaran ingresos por debajo de 100 mil dólares. Así, y sólo sirva esto como anécdota, mientras la mitad de todos los contribuyentes recibirían un beneficio de 100 dólares o menos, el presidente George W. Bush habría ahorrado más de 44 mil dólares en su declaración de 2001 y el vicepresidente Cheney 326 mil dólares. Además el superávit fiscal heredado por Bill Clinton ya se ha convertido en un déficit del orden de 2 billones de dólares, cuya carga financiera será también una restricción al crecimiento.
Entonces, ahora hasta la propagación desde Asia del virus que provoca el síndrome agudo respiratorio es ya una forma en que el BdeM nos advierte que es poco lo que se puede esperar con respecto a la recuperación en 2003. Las expectativas ya se están situando firmemente apenas encima de 2 por ciento de aumento del producto y cerca de 4.5 por ciento de inflación, lejos de las metas oficiales, que en ambos casos son de 3 por ciento. Es evidente que el virus está creando problemas, pero convendría que los responsables de la economía nacional pusieran más atención en los factores internos que pueden alentar el crecimiento aun en condiciones externas adversas que no van a desaparecer pronto.
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