La abogada Bárbara Zamora advierte que
la PGJDF manipula algunas pruebas
Se prepara el escenario para sostener la tesis del
suicidio de Digna Ochoa
Asombro y malestar de la defensora ante amenazas recibidas
del procurador capitalino
BLANCHE PETRICH
La abogada Bárbara Zamora, quien durante 18 meses
representó legalmente a la familia de la defensora de derechos humanos
Digna Ochoa, asesinada el 19 de octubre de 2001, expone dos importantes
pistas de la investigación que, a su parecer, están siendo
manipuladas por la fiscalía especial para preparar un escenario
que sostenga la poco verosímil hipótesis del suicidio.
Una de ellas es el "hallazgo", el pasado 27 de febrero,
de una bolsa de plástico con polvo blanco -no se precisa la sustancia-
en la oficina donde fue asesinada Digna Ochoa, año y medio después
de cometido el crimen, a pesar de que la Procuraduría General de
Justicia del Distrito Federal (PGJDF) ha mantenido bajo su custodia el
local durante el tiempo transcurrido, salvo dos meses (diciembre de 2001
y enero de 2003) en que el inmueble fue devuelto a sus arrendatarios, Pilar
Noriega y Lamberto González. El cuerpo de la víctima, con
dos disparos en el cuerpo, fue encontrado varias horas después de
su deceso con un par de guantes de látex en las manos, previamente
cubiertas con un polvo blanco.
La
otra fue la modificación del resultado del peritaje practicado a
una de las pocas piezas que fueron preservadas como evidencia de las amenazas
de muerte que Digna Ochoa sufrió los últimos tres años
de su vida. Se trata de los rastros de la saliva con la que fue cerrado
uno de los sobres que contenían los anónimos amenazantes.
Según las pruebas del ácido desoxirribonucleico (ADN) ordenadas
por los primeros dos primeros fiscales, la saliva era de genotipo masculino.
Un tercer peritaje, que aún no se conoce porque fue repetido en
los últimos meses, arroja un resultado sorprendente. No fue un hombre,
sino una mujer, la que cerró el sobre, el único que se preservó.
El genotipo masculino en aquellos rastros era una pista
incómoda, ya que no encajaba en la hipótesis que construyó
el anterior fiscal, Renato Sales, de que Digna Ochoa, como una mujer "trastornada",
se habría labrado una imagen de defensora de derechos humanos amenazada
y perseguida, cuando en realidad lo que preparaba era un suicidio que pareciera
asesinato.
Por todo lo anterior, Bárbara Zamora, que renunció
a mediados de marzo a la representación legal de la familia Ochoa,
concluye: "puede que pronto cierren el caso. Creo que van a acabar diciendo
que Digna se suicidó. Pero eso no significa que este asesinato esté
resuelto. La verdad histórica va a quedar pendiente".
Coadyuvante y amenazada
Durante los 18 meses que Bárbara Zamora actuó
como apoderada de la familia de su colega asesinada, solicitó a
las tres diferentes fiscalías que han tenido a su cargo la indagatoria
la repetición de varios peritajes y pruebas técnicas que,
a su juicio, tenían inconsistencias y fallas de origen. En ningún
caso fueron atendidas sus peticiones. Por el contrario, en las últimas
semanas fueron realizadas nuevas diligencias, en su opinión "dudosas
y encaminadas a sembrar evidencias falsas", sin que ella fuera notificada
en su calidad de coadyuvante.
Su convicción de que la fiscal Margarita Guerra
va a cerrar el caso con una conclusión prefabricada y el gradual
distanciamiento del hermano mayor de Digna, Jesús Ochoa, quien contrató
sin avisarle previamente a otro equipo de juristas, orillaron a Bárbara
Zamora a renunciar como abogada de la coadyuvancia. Al hacerlo, expresó
públicamente sus sospechas sobre la manipulación de la averiguación,
lo que le valió que el procurador de Justicia del Distrito Federal,
Bernardo Bátiz, la descalificara en declaraciones periodísticas.
La acusó de querer "obstaculizar" la investigación y además
le advirtió que procedería penalmente contra ella "si sigue
filtrando" información del expediente penal del caso. "No puedo
interpretar esas palabras de otra forma sino como una amenaza", dice Bárbara
Zamora.
Al frente de su bufete Tierra y Libertad, fundado hace
poco más de diez años, Zamora está acostumbrada a
las presiones y amenazas de caciques y terratenientes afectados por sus
litigios. También supo de jueces y agentes del Ministerios Público
que llegaron a "aconsejar" a sus clientes que prescindieran de sus servicios
como jurista para resolver sus casos.
Pero nunca pensó que al representar legalmente
a la familia de Digna Ochoa llegaría a vivir la confrontación
directa "y descarada" -según la califica- con la autoridad. Mucho
menos imaginó que el hostigamiento, en forma de amenaza pública,
podría venir de un procurador de justicia de un gobierno "de izquierda".
Se refiere a Bernardo Bátiz, titular de la procuraduría capitalina,
con quien empezó a discrepar públicamente desde principios
del año pasado.
Las dificultades con Bátiz empezaron, según
refiere, cuando Renato Sales, subprocurador y hombre de todas las confianzas
del procurador, tomó la investigación del caso el 11 de diciembre
de 2001.
"El primer equipo (a cargo del Ministerio Público
Nicolás Chávez) hizo un buen trabajo técnico. Ellos
nos habían asegurado que había muchas pistas. Pero en diciembre
fue relevado. En enero sostuvimos una primera reunión con Sales,
su sustituto. A poco de hacerse cargo de la indagatoria, se obsesionó
con la idea de una Digna sicópata y suicida.
"Bátiz terminó por inclinarse por la hipótesis
del suicidio. Nosotros no lo aceptamos. Después, de manera totalmente
irregular, Sales empezó a filtrar información y a cabildear
para preparar a la opinión pública para que aceptara su hipótesis,
basada en un perfil sicológico firmado por él mismo, que
no es siquiatra ni autoridad en la materia, demostrando los trastornos
mentales de Digna. Nosotros demandamos que Sales fuera destituido y procesado
por haber filtrado partes completas del expediente a dos diarios. Bátiz
no nos perdona eso.
"En otro momento, la PGJDF y el Centro de Derechos Humanos
Agustín Pro, al que la familia ya había desconocido como
parte coadyuvante, firmaron un documento sobre las condiciones de trabajo
de los peritos independientes internacionales que se solicitaron. Nosotros
no dimos la firma, ya que el trabajo de los peritos fue muy acotado, se
limitó a la revisión de los peritajes. Nuevamente Bátiz
enfureció. Desde entonces me tomó animadversión. Cuando
me llegaron amenazas, Bátiz las desestimó."
El segundo relevo, que llevó a Margarita Guerra
a la fiscalía especial, no mejoró la relación con
el procurador.
En los últimos meses de trabajo en el caso, que
llevó a Bárbara Zamora a tener en su poder copia certificada
del expediente, que ya consta de 33 tomos de actuaciones y cinco de pruebas
periciales, se topó con tres sorpresas.
La primera fue una revelación, quizá involuntaria,
hecha por el equipo de investigadores de la fiscal Margarita Guerra, que
al responder a un oficio enviado por Bárbara Zamora rechazaba su
solicitud de repetir algunas pruebas periciales.
Los primeros peritajes que se hicieron sobre la escena
del crimen habían logrado determinar que uno de los sobres con anónimos
de amenazas de muerte recibidos por Digna Ochoa en su casa, en la colonia
Lomas de Plateros, tenía rastros de saliva de genotipo masculino.
Al asumir Margarita Guerra la fiscalía, sus peritos
se enfocaron con afán en esta pieza de las evidencias. Cada uno
de los declarantes -padres y hermanos de Digna, amigos y conocidos que
fueron citados para nuevos interrogatorios- tuvieron que donar pruebas
de saliva para pruebas de ADN.
Entre tanto, Bárbara Zamora había solicitado
que los cuerpos de dos sicarios de la sierra de Petatlán, en Guerrero,
que habían sido investigados como presuntos responsables del homicidio
y que posteriormente fueron ejecutados, sean exhumados y que se
les hiciera una prueba de ADN para compararla con el genotipo que ya tenía
la policía como posible indicio.
"No inculpábamos a nadie, solo pretendíamos
descartar vínculos. No nos hicieron caso, pero cuando insistimos
recibimos un oficio comunicándonos que nuestra solicitud era improcedente,
ya que en un segundo peritaje del sobre -que es una de las pocas evidencias
que fueron preservadas por las autoridades anteriores- se había
descubierto que el genotipo de saliva no era masculino, sino ¡femenino!
¿No es lógico preguntarse si no están adecuando y
manipulando las pruebas que tienen a la mano para fabricar la conclusión
de que Digna se autoamenazó durante tres años y terminó
por quitarse la vida escenificando un falso homicidio?"
La segunda sorpresa fue cuando la abogada se enteró
de que el 27 de febrero de este año la fiscalía ordenó
una nueva diligencia en el despacho donde se encontró el cuerpo
inerte de Digna. Desde el día del homicidio, 19 de octubre de 2001,
la Policía Judicial del Distrito Federal mantuvo asegurada la oficina
hasta el 3 de diciembre, cuando retiró los sellos y permitió
el ingreso de los dueños del bufete. En ese momento, sostienen Noriega
y González, la escena del crimen ya estaba alterada e incluso se
había pasado una aspiradora por la alfombra, borrando importantes
huellas. Los sillones donde se encontraron manchas de sangre, polvo blanco
esparcido y el cuerpo inerte de la propia Digna habían sido lavados.
En enero, el despacho fue asegurado nuevamente. El mobiliario fue
trasladado a la sede de la PGJDF. Desde entonces a la fecha los abogados
no han podido disponer de su oficina ni de sus bienes.
El 28 de febrero de este año, Guerra ordenó
un levantamiento de inventario en la oficina. La familia Ochoa y su abogada
Zamora no fueron notificados, aunque sí lo fue Lamberto González.
En esa diligencia un policía judicial "encontró una bolsa
de plástico con una etiqueta: 'polvo para manos'. Una de las incógnitas
del caso ha sido cómo le fue colocado el polvo blanco a la víctima
en las manos, aunque se explica su presencia, ya que con este talco o harina
se neutralizan las huellas digitales que pudieran quedar en el arma".
También "apareció", entre muchos otros objetos
que ya habían sido inventariados y analizados por la policía
con anterioridad, un sobre que contenía medio centenar de frases
y palabras recortadas de un diario con términos similares a los
utilizados en los anónimos de amenazas que solía recibir
Digna: "muerte, falta una semana, un choque, condolencias, Digna y Pilar,
jornada, prepárate, violencia, una bomba". Por último, en
la azotea fueron encontrados periódicos viejos tijereteados, todos
de 1996 y 1997, justo los años cuando más fue hostigada Ochoa
con anónimos amenazantes. A estos diarios les faltaban precisamente
las palabras que estaban en el sobre mencionado. Durante año y medio
de investigaciones exhaustivas, estos elementos no fueron "encontrados".
Ahora figuran como "evidencias" en el expediente.
Esto fue denunciado por la familia Ochoa y su abogada
Zamora en una conferencia de prensa, el 12 de marzo. Ese mismo día,
Jesús Ochoa le informó a Zamora que otros abogados se harían
cargo de la representación legal de la familia. Se trata de José
Antonio Becerril González y Pablo Cuéllar Gómez.
La directora del bufete Tierra y Libertad hizo pública
su renuncia ese mismo día.
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