Directora General: Carmen Lira Saade
México D.F. Lunes 28 de abril de 2003
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P O L I T I C A
.. Frustrada, la exigencia de impartir educación religiosa en las escuelas públicas

Cordial pero insatisfactoria, la relación del Episcopado con el gobierno foxista

Se inició la cuenta regresiva para elegir al nuevo presidente del organismo cupular católico

JOSE ANTONIO ROMAN

La tarea de definir las relaciones con un gobierno que por vez primera no es de filiación priísta ha sido de claroscuros para el presidente de la Conferencia del Episcopado Mexicano (CEM), Luis Morales Reyes, quien vio frustradas las expectativas de cambio generadas por el gobierno del presidente Vicente Fox. Las relaciones pasaron de ser "frías y distantes", con el gobierno priísta, a "más cordiales y de mejor entendimiento", con el panista. Pero ninguna de las promesas del decálogo foxista planteado a las iglesias desde la campaña electoral se han cumplido.

A unos meses de dejar la presidencia del Episcopado, Morales Reyes se ha visto enfrentado varias veces, algunas de ellas por las circunstancias, con el arzobispo primado de México, cardenal Norberto Rivera Carrera. La primera, en noviembre de 1997, cuando en una elección sumamente apretada, por unos cuantos votos de diferencia, siendo obispo de la modesta diócesis de Torreón, le ganó la presidencia para el trienio 1997-2000; ya como arzobispo de San Luis Potosí no tuvo problema para ser relecto para un segundo periodo, próximo a concluir.

Con una actitud y posiciones conciliadoras, Morales ha logrado, no sin problemas, mantener cierta unidad entre las diferentes corrientes del Episcopado Mexicano. Prueba de ello fue el documento Del encuentro de Jesucristo a la solidaridad con todos, en el que la jerarquía católica hizo un profundo análisis de la realidad nacional e incluso pidió la revisión serena, sin prejuicios ni maniqueísmo, de la historia de México.

En sus seis años al frente del Episcopado, el papa Juan Pablo II visitó México dos veces, en 1999 y 2002. Ambas generaron conflictos por el exacerbado protagonismo del cardenal Norberto Rivera. Junto con estos hechos también se dieron los escándalos por las acusaciones contra sacerdotes pederastas y las declaraciones que hicieron varios miembros de la jerarquía católica, las cuales apuntaban hacia el encubrimiento de los ministros de culto que hubiesen incurrido en este grave delito.

Esto último ocurrió durante la 73 asamblea del Episcopado, en abril de 2002, cuando los obispos se disponían a ejercer presión sobre el gobierno foxista, pues el tema elegido para dicha reunión era el de la libertad religiosa, a diez años de las reformas constitucionales en la materia. Este tema incluye la pretensión de la jerarquía católica de impartir educación religiosa en las escuelas públicas. Las exigencias prácticamente desaparecieron de los medios de comunicación, para dar paso a las escandalosas declaraciones de los obispos sobre la defensa de sacerdotes pederastas.

Hoy, con la toma de posesión de Francisco Robles Ortega como nuevo arzobispo de Monterrey, se inicia la 75 asamblea plenaria, en la que los obispos analizarán formalmente, durante toda la semana, el tema de la familia. Sin embargo, en los hechos, con esta asamblea se inicia la cuenta regresiva para que en la próxima, a realizarse entre octubre y noviembre, se elija a la nueva presidencia del Episcopado.

Aunque Luis Morales llegó en noviembre de 1997 a la presidencia del Episcopado después de una apretada competencia con el cardenal Rivera, su relección para el periodo 2000-2003 tan sólo se llevó 15 minutos: se convirtió así en el interlocutor de la jerarquía eclesiástica en la primera etapa del gobierno panista.

En diferentes oportunidades, durante esa asamblea plenaria -la 70- los obispos manifestaron las razones por las que fue relecto Morales Reyes: el mantenimiento de la unidad en la Iglesia católica mexicana, la inclusión de todos los grupos y la elaboración y aprobación de la carta pastoral Del encuentro de Jesucristo a la solidaridad con todos, que incluyó a los obispos en el proceso de transición política vivida por el país en 2000.

Grandes diferencias de opinión pusieron en riesgo la aprobación de dicho documento. Debió convocarse, para finales de febrero de 2000, en pleno fervor electoral, una asamblea de carácter extraordinaria para discutir el texto. Las divergencias entre los obispos fueron reconocidas abiertamente por el ex presidente del Episcopado y coordinador de la asamblea, Sergio Obeso Rivera, quien durante la reunión de los obispos aceptó incluso la posibilidad de que el documento no se aprobara.

Finalmente, tras acordar la desaparición de múltiples párrafos contenidos en el proyecto original, sobre todo en la parte de análisis político, el documento fue aprobado por una amplia mayoría. Pero ni los cardenales Norberto Rivera y Juan Sandoval, ni el obispo Onésimo Cepeda estuvieron presentes en la votación.

Por otra parte, en el proceso electoral que marcó el fin de los gobiernos surgidos de la Revolución, la Iglesia católica jugó un papel protagónico, a veces abiertamente partidista. Meses antes de las elecciones presidenciales del 2 de julio de 2000, en medio de una intensa actividad pública, la jerarquía hablaba ya de una "posibilidad real" de la alternancia en el poder. El mismo documento episcopal lo planteaba sin pudor. El triunfo de Vicente Fox confirmó su pronóstico.

Su incursión en la vida pública, con una notoria intensidad, tuvo distintos rostros, desde la realización de una misa y marcha multitudinaria en el Zócalo y calles del centro histórico con motivo del Congreso Eucarístico Nacional, hasta la canonización de 27 mártires cristeros y la misma aprobación del documento.

La jerarquía católica nunca aceptó ninguna intención política en sus actos. Lo cierto es que se repitió la dosis de los últimos sexenios: las nuevas y viejas demandas de la Iglesia fueron insertadas en el momento de mayor debilidad del viejo sistema político.

Fueron varias las reuniones que la cúpula del Episcopado sostuvo con el presidente Fox. Tan sólo en los primeros 11 meses fueron cuatro, sin contar la del 24 de julio de 2000, con Fox como presidente electo. El motivo, "saludarlo, felicitarlo e intercambiar puntos de vista con él", respondió en ese entonces Luis Morales.

Estas visitas se repetirían a la residencia oficial de Los Pinos. Pero también los obispos recibieron en múltiples ocasiones la visita de muchos de los secretarios de Estado para explicarles, sobre todo, las propuestas de las reformas legales que pretendía realizar el gobierno foxista.

Todo esto estará en el balance cuando los obispos deban elegir a su nueva directiva para el periodo 2003-2006, lo cual ocurrirá en octubre-noviembre de este año, pero con la asamblea que comienza este lunes, en Monterrey, se inicia ya la cuenta regresiva.

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