Soledad Loaeza
Cuba, una perspectiva de reconciliación nacional
En un lapso de más de dos años se reunió en tres ocasiones un grupo plural de 26 personas, la mayoría cubanos, que, anticipándose a la biología, reflexionaron juntos sobre el futuro de Cuba y las mejores condiciones para asegurar el éxito de un tránsito a la democracia. El resultado de sus trabajos es un pequeño libro que se titula Cuba, la reconciliación nacional, que fue publicado por el Centro para América Latina y el Caribe de la Universidad Internacional de Florida. Entre sus autores destacan reconocidos académicos cubano-estadunidenses como Marifeli Pérez-Stable y Jorge Domínguez.
Es probable que en México todavía haya muchos que consideren que cualquier proyecto o discusión que tenga como presupuesto implícito la naturaleza mortal de Fidel Castro es una insolencia. No sólo aquí, sino en muchas sociedades latinoamericanas, las imágenes de Fidel el líder de la revolución cubana, que en los años 60 se veía como el David casi adolescente que se atrevía a desafiar al maduro Goliath, se quedaron congeladas en sus momentos de gloria, cuando era un hombre joven, enérgico, vital y contundente que inspiraba nuestra imaginación y, en muchos casos, acciones y estrategias políticas. Hoy, Fidel es un hombre viejo, pero sigue siendo ferozmente contundente. Y si tomamos en cuenta que la vida es como es, corta, entonces tenemos que admitir que se puede pensar el futuro cubano después de Fidel sin que estemos con ello contribuyendo a la causa del imperialismo yanqui.
El libro defiende el principio de que el diálogo es la única vía válida para lograr el cambio político, y denuncia, en cambio, el recurso a la violencia. El cambio ocurrirá de manera inevitable en Cuba porque el eje de la estructura centralizada del Estado cubano es Fidel Castro; es tan fuerte su presencia sobre todo el aparato de gobierno que la continuidad de éste parece impensable en su ausencia.
Diversos reportajes recientes muestran que el grueso de la sociedad cubana mantiene una terca lealtad al comandante Fidel, pero nada indica que esté dispuesta a transferir este sentimiento a otro personaje de la dirigencia o al aparato estatal. En estas condiciones es más que prudente adelantarse a los hechos y planear el futuro con el propósito de prepararse para un choque que podría tener enormes costos por los desacuerdos y conflictos que pueden surgir en el seno de la elite gobernante, entre ella y la sociedad cubana, y en el interior de esta última.
Anticipándose entonces al desenlace que impondrá en su momento la biología, los integrantes de este grupo de reflexión elaboraron un documento que es también una invitación a una reunión largamente esperada entre los cubanos de la isla y los cubanos de la diáspora, en la que puedan discutirse las bases de una democracia inclusiva, plural y respetuosa de los derechos humanos. A este respecto cabe hacer notar una definición muy importante: el libro reconoce que el futuro de Cuba depende "esencialmente" de los cubanos de la isla.
El texto discute los temas que fueron la materia de las democratizaciones de finales del siglo xx. Sin embargo, en este caso destaca la recuperación que hace del patriotismo, un sentimiento que, según los profetas de la globalización, había caído en desuso.
En Cuba, la reconciliación nacional el patriotismo se manifiesta con una frescura inesperada en el reclamo de quienes han sido excluidos de su país de origen por un régimen político que, como muchos otros en el pasado, se empeña en hacer de las ideas de un líder o de un partido político, la identidad del país. En el mundo de hoy, dadas las amplias olas migratorias, la nacionalidad se ha convertido casi en un asunto de elección personal, y aquí los cubanos en el exilio reclaman su derecho y su determinación a seguir siendo cubanos y a vivir en Cuba, aun cuando no piensen como los que están en el poder. Contrariamente a la creencia de que el patriotismo es el hijo alterado del nacionalismo, este libro muestra que este sentimiento de lealtad y de pertenencia a una historia, a una cultura, puede cobrar nueva vida acogiéndose a valores universales como los que sustentan el respeto a los derechos humanos.
A Fidel Castro puede ocurrirle como a Francisco Franco, quien decía que no temía por el futuro de la dictadura después de él porque dejaba "todo atado y bien atado". La historia demostró lo equivocado que estaba, porque su desaparición precipitó que todo se "desatara" con relativa rapidez y facilidad. Mientras Franco confiaba en las apariencias de su poder, los españoles habían construido una realidad política distinta mucho más afín a la sociedad plural y moderna que protagonizó la transición democrática. Parecería como si, por deferencia a un anciano que representaba un momento histórico clave, la mayoría de los españoles hubiera permitido cultivar la ilusión de que mantendría el poder incluso después de la muerte.
Este libro sugiere la posibilidad de que en Cuba también hoy las apariencias del poder -que, sin embargo, todavía pueden disponer de instrumentos brutales y muy reales- enmascaren la realidad de la política. En ese caso, el esfuerzo de anticipar la reconciliación no puede ser más que un ejercicio de inteligencia, de prudencia y de generosidad.