Directora General: Carmen Lira Saade
México D.F. Jueves 27 de marzo de 2003
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Cultura

Margo Glantz

Historia natural de la destrucción

Estoy ahora en Biar, pueblecito montañoso de la región de Alicante. Asisto a un congreso y leo a Sebald. Es medieval, con un castillo árabe en las alturas, una iglesia con portada plateresca edificada a finales del siglo XVI y varios olivares lo circundan. Un pueblo de frontera; siete kilómetros apenas lo separan de un pueblo castellano, Villena, el del famoso Marqués, con su castillo encaramado en un monte, más suntuoso y elaborado que el de Biar, usado solamente como fortaleza.

Es significativo, en estos dos pueblos tan contiguos se libraban batallas entre moros y cristianos, batallas que sabemos bien cómo terminaron. Cada año, durante mayo, se recuerdan los combates con fiestas en las que la gente del pueblo se disfraza de moros y de cristianos, como esos bailes que también se representan en varios pueblos mexicanos.

La conferencia se inicia el 25 de marzo en el Ayuntamiento, cinco días después de iniciada la guerra, la presiden el alcalde del pueblo y varios profesores, José Carlos Rovira, Carmen Alemany. El rector de la universidad de Alicante, Salvador Ordóñez, asturiano, geólogo, liberal, un funcionario que no duda en manifestarse, como los otros participantes, contra la guerra.

Curiosamente, el último libro de W.G. Sebald, o mejor, la obra que contiene las conferencias que el escritor alemán recientemente fallecido pronunciara en Frankfurt en el otoño de 1997, es decir, pocos años antes de su muerte, se refiere a la destrucción sistemática que los aliados (la coalición anglo-estadunidense) emprendieron en contra de las poblaciones alemanas. La idea de escribirlas y luego publicarlas, dice Sebald, provino de la lectura del libro en el que Carl Seelig transcribe sus conversaciones realizadas en mayo de 1943 con el admirable escritor suizo Robert Walzer, paciente entonces de un hospital siquiátrico.

Y esa visita extraordinaria le parece doblemente significativa a Sebald: ya que coincidió con el bombardeo de Hamburgo y Seelig no hace ninguna mención de ese terrible hecho, tampoco el propio Sebald, nacido en los Alpes de Algäu en mayo de 1944, indiferencia aparente, pues en todos sus libros anteriores aparecen relatadas con circularidad obsesiva las sucesivas violencias históricas a las que los poderosos suelen castigar a quienes en algún periodo están bajo su dominio.

La devastación a la que se somete a las ciudades iraquíes me recuerda una película de Wajda, Esta noche muere una ciudad, Dresden, que permaneció en ruinas, ennegrecida, durante varias décadas y recientemente reconstruida; o, para no ir más lejos, me trae a la mente la manera en que Roman Polanski, ahora galardonado con el Oscar, muestra en su película El pianista la destrucción sistemática del gueto y la ciudad de Varsovia por los nazis.

Ciento treinta y un pueblos y ciudades alemanas fueron bombardeadas, 600 mil civiles murieron: ''La cuestión de saber si ese hecho era estratégica o moralmente justificado nunca fue objeto de debate en Alemania después de 1945 -concluye Sebald-, debido sin duda a que si una nación ha asesinado y extenuado hasta la muerte a millones de gente en sus campos de concentración difícilmente podía llamar a cuentas a quienes la derrotaron para que le explicara la lógica política y militar que dictó la destrucción de las ciudades alemanas".

Una lógica difícil de cuestionar en esas circunstancias, pero que ahora podemos empezar a entender, una especie de sistema que antecedió, aun antes de nombrarla, a esta guerra que intenta ''decapitar" al enemigo y hundirlo en el espanto. Añadamos un ejemplo: las bombas atómicas que Truman, el americano impasible por antonomasia, arrojó sobre Hiro-shima y Nagasaki.

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