Cinco de cada seis periodistas que cubren la
invasión se ciñen a los controles oficiales
Sufre graves fallas la censura patriótica
impuesta por Estados Unidos a medios
Washington pasó del cortejo al bombardeo contra
Al Jazeera por la línea editorial de la televisora
BLANCHE PETRICH
La "censura patriótica" de la información
periodística, comprendida como un arma más en la nueva guerra
por las potencias agresoras y las grandes empresas de medios de los aliados,
empezó registrar graves fallas en su operación, a ocho días
de iniciadas las hostilidades. Las imágenes sobre el verdadero -y
atroz- costo humano de la guerra y las preguntas incómodas sobre
la incumplida eficacia de la estrategia de la fuerza invasora ha permeado
a todos los medios del mundo, a pesar de que solamente uno de cada seis
periodistas en la zona de conflicto funciona fuera de los sistemas de "reporteros
incrustados" o los pools que coordinan los militares estadunidenses
y británicos.
La meta inicial de las políticas informativas del
conflicto, que pretendían minimizar al máximo los "riesgos
de una prensa sin control oficial", no se concretaron conforme a lo planeado.
En
un análisis sobre estas políticas informativas, un artículo
de la televisora árabe Al Jazeera -situado en su página web
en inglés durante su primer (y único) día en la Internet,
el pasado lunes- puntualiza que el afán de aceitar esta maquinaria
de la mentira llegó inclusive a niveles de amenaza. Recuerda, para
ilustrar, que una reportera de la BBC de Londres, Kate Addie, declaró
a una radio irlandesa, la RTE, la advertencia de un importante oficial
del Pentágono que le dijo que cualquier señal de transmisión
televisiva no aprobada sería considerada como un blanco militar
y destruida sin importar si había o no periodistas. "No importa
-amenazó el oficial-, ya están advertidos".
Dicho y hecho. El martes 25, posiblemente en represalia
por la divulgación de informaciones sobre soldados estadunidenses
muertos y presos por parte de la televisión iraquí, un misil
lanzado en las cercanías del Ministerio de Información en
Bagdad sacó del aire al canal oficial del país.
Al Jazeera, la cadena independiente más prestigiosa
de la región, era descalificada en Washington como "la televisión
de Bin Laden". Pero conscientes de la creciente influencia y credibilidad
de esta empresa periodística de Qatar, con una audiencia de 45 millones
en el mundo árabe -según cifras que reconoce el propio The
New York Times- los funcionarios estadunidenses se dispusieron a cortejarla.
La semana anterior al estallido de las hostilidades, varios importantes
jefes militares del comando central en Doha aceptaron una invitación
a comer de su director de noticias, Omar Beck. Antes, el general Tommy
Franks le ofreció a la empresa acreditar a alguno de sus reporteros
en las unidades de periodistas incrustados en las unidades de retaguardia.
Al Jazeera no aceptó, pero en cambio transmitió una entrevista
con el mismísimo secretario de la Defensa, Donald Rumsfeld, a quien
le concedió 30 minutos al aire. Más aún, el Comando
Central asignó al teniente Joshua Rushing, quien administra los
materiales de video del Pentágono, como enlace especial.
El cortejo duró poco. Exactamente cuatro días,
hasta el momento en el que Al Jazeera decidió transmitir imágenes
de la guerra tal cual es: niños y niñas destrozadas por los
misiles de los invasores y soldados estadunidenses muertos y presos. A
partir de ese momento, la televisión árabe se convirtió,
en palabras de Rumsfeld, "obviamente en parte de la propaganda iraquí".
No todos se dejan amordazar
Lo que Al Jazeera demostró, simplemente, es que
la maquinaria de propaganda Washington-Londres tiene fallas. No todo el
trabajo periodístico independiente puede ser amordazado.
Para
la nueva guerra, el Pentágono cuidó todos los detalles que
en operaciones de "censura patriótica" anteriores fallaron: Malvinas,
Granada, Panamá, Guerra del Golfo. Al Jazeera cita, como un clásico
en las políticas de censura, un párrafo del nuevo reglamento
obligatorio que el Pentágono impuso a los periodistas, disfrazándolo
como "estrictamente voluntario". Se afirma, en primer término, que
el Pentágono no "revisará en lo general" los reportes de
los periodistas a menos que estos hayan sido "expuestos sin querer a información
delicada". En ese caso, "se les explicará qué tipo de informaciones
deberán evitar cubrir". Y agrega esta joya: "El convenio para este
tipo de revisión de seguridad a cambio de acceso a la información
será estrictamente voluntaria y si el periodista no está
de acuerdo no tendrá garantizado dicho acceso".
Estas reglas no incluyen el paquete de normas adicionales
a las que están sometidos los 903 "periodistas incrustados"
o encamados (embedded) que avanzan junto con las unidades
militares estadunidenses y británicas. Al momento, los encamados
superan en seis por uno al número de periodistas que trabajan en
forma independiente en Bagdad.
A pesar de que estas nuevas reglas del periodismo "libre"
de las potencias es del dominio público, la BBC de Londres añade
al final de los despachos enviados desde Irak, publicados en la página
web, la siguiente leyenda: "Los movimientos de los reporteros de la BBC
en Bagdad son restringidos y sus informes son monitoreados por las autoridades
iraquíes". Nada aclaran del "monitoreo" al que someten voluntariamente
sus reportes desde la retaguardia de las tropas invasoras.
Aaron Brown, balconeado
Entusiasta de estas reglas y del gran espectáculo
de la guerra que el domingo pasado, en pleno arranque de la "conmoción
y pavor" de los B-52, que incendiaron el horizonte de Bagdad, una
de las conductoras de CNN se atrevió a calificar el momento: Fascinating,
dijo. Fascinante.
Dos días después, la poderosa cadena propiedad
de Ted Turner empezó a pagar el precio de sus excesos. El domingo,
dos manifestaciones, una en Los Angeles y otra en Atlanta, reclamaron:
"¡Digan la verdad!". CNN tuvo que dar cabida a estas voces de protesta
en una nota que duró, exactamente, tres segundos al aire.
Después vino la crisis de las imágenes de
los soldados estadunidenses presos y muertos. CNN estimó útil
exhibir la "brutalidad" de la cadena Al Jazeera, que nuevamente se encasillaba
en la categoría de los villanos. El conductor de CNN Aaron Brown
entrevistó al corresponsal de la televisora quatarí, Hafez
Al-Miraz, el domingo 23 de marzo. Esta fue parte de la conversación:
-Se lo planteo de la manera más directa posible
¿Cuál fue el criterio de su cadena al transmitir esas escenas,
digamos... grotescas? ¿Por qué tenían que transmitir
tanto tiempo esos close-ups? Sabemos que la guerra no es un videojuego,
pero esto que ustedes hicieron es... es una tragedia, un tema muy doloroso
y sensible para los estadunidenses.
-Lo entiendo, señor.
-Quiero decir que nosotros no estamos esterilizando
la imagen de la guerra ni nada por el estilo. Pero lo que hizo Al Jazeera,
con tanto zoom in en esos seis minutos, en esas imágenes
tan grotescas que me niego incluso a intentar describir, fue... honestamente,
señor, fue una vileza.
-Esto fue lo que sucedió: cuando Al Jazeera obtuvo
ese material, con la presión del tiempo, lo envió casi tal
cual a sus suscriptores. Estoy de acuerdo con usted, eran escenas horribles.
Desafortunadamente, algunas televisoras europeas, incluyendo Sky News,
transmitieron las imágenes íntegras. Nosotros sí las
editamos, no mostramos los rostros de los cuerpos. En cuanto a los prisioneros
de guerra, cuando solicitamos confirmación al Pentágono nos
pidieron no transmitir el video hasta que hubieran podido confirmar la
información y notificar a los familiares. Eso fue al mediodía.
Al Jazeera honró ese compromiso hasta las ocho de la noche, a pesar
de que otras televisoras, incluyendo la Televisión Española
y otras cadenas en Europa, las lanzaron al aire.
-Perdón, pero ellos tendrán que hablar de
sus propias decisiones.
-Es cierto.
-Usted, señor, tiene que responder por Al Jazeera.
-Pues permítame terminar. Al Jazeera decidió
aceptar la petición del Pentágono de esperar. Eso fue al
mediodía. A las 12:30 pude ver en las pantallas de CNN a uno de
sus reporteros asignados al Pentágono informando sobre tres de los
presos, identificándolos por sus nombres. Eso, para una audiencia
estadunidense.
-¿Usted lo vio en CNN nacional o internacional?
Porque estamos hablando de cosas totalmente distintas.
-En CNN nacional, señor. América, a las
12:30. El Pentágono a esa hora ya había investigado y ya
había hablado con el reportero de CNN. Y sólo para agregar
algo, The Washington Post, en su primera plana...
-Ok, ok...
-...el Post, en su primera plana, había
publicado una foto de un prisionero de guerra iraquí. Pero bien,
estoy de acuerdo con usted, dos errores no hacen un acierto.
-Permítame regresar al punto. ¿Cuántas
veces repitieron ustedes al aire esos grotescos seis minutos? ¿Cómo
pudieron actuar de ese modo?
-No conté las veces. Pero le recuerdo que esto
es una guerra. Permítame recordarle, Aaron, cuando en 1993 CNN transmitió
las imágenes de los cuerpos de soldados estadunidenses arrastrados
por soldados somalíes por las calles de Mogadishu. La gente odió
a quienes hicieron eso, no juzgaron a CNN por mostrar esas imágenes.
-Ok, señor, esta no es una conversación
fácil. Gracias por aceptar hablar con nosotros.
-Permítame agregar ...
-Esta es una conversación muy dura para ambos.
Muchas gracias.
-¿Puedo agregar algo, por favor?
-Si lo puede hacer en 20 segundos...
-Lo haré. Es sobre los derechos de los prisioneros
de guerra. Dos días antes de este asunto, ustedes transmitieron
la fotografía de un prisionero iraquí. Espero que ustedes
estén respetando sus regulaciones de la misma forma como lo está
haciendo Al Jazeera.
-Ya dijo lo que tenía que decir. Y sólo
para responderle, le diré que estoy seguro, casi 100 por ciento
seguro, de que la familia de ese preso iraquí, quien haya sido,
no vio esa imagen en televisión. Gracias.
Fin de la entrevista. Cuatro días después,
el conductor Aaron Brown sigue en pantalla.