Se presentó con Hespèrion y La
Capella Reial de Catalunya en Bellas Artes
Derroche de alma y virtuosismo en el concierto de Jordi
Savall
Quince artistas ibéricos realizaron un recorrido
por el medievo español
ANGEL VARGAS
Pródigo en belleza y número de obras, y
profundamente espiritual, fue el concierto que Jordi Savall, al frente
de Hespèrion XXI y La Capella Reial de Catalunya, ofreció
la noche del lunes en un pletórico Palacio de Bellas Artes, cuyos
asistentes, visiblemente tocados, estremecidos, estallaron de pie en estrepitosos
aplausos al final de la presentación de los músicos, obligándolos
a regresar al escenario en tres ocasiones más.
Al lado de esas agrupaciones, el intérprete e
investigador catalán, considerado a escala mundial una de las principales
autoridades en música antigua, se presentó con un programa
integrado por más de una treintena de breves piezas españolas
de los siglos XV y XVI, así como una guaracha del compositor novohispano
Juan García de Céspedes, interpretada como uno de los tres
encores.
Con instrumentos de época (violas da gamba, vihuela,
teorba, violones, guitarra, clavecín, órgano y percusiones),
sean recuperados o reproducciones, la quincena de artistas ibéricos
realizó un recorrido de poco más de dos horas por una amplia
y rica variedad de géneros y formas del medievo español,
entre ellos romances, negrillas, villancicos, ensaladas, canarios, música
sefardí, romanescas y chaconnas.
Música sutil
Luces y sombras de los siglos de oro. 1492-1598 fue
el programa, que se inscribió en el contexto del decimonoveno Festival
de México en el Centro Histórico, y del cual vale subrayar,
en verdad, cada uno de sus momentos, inclusive el extrartístico,
en el que Savall, conmovido, tomó la palabra y subrayó: ''Ahora
estamos quizá en el fin de otra época y el principio de una
más, con esta guerra, que nos tiene preocupados y tristes. Tenemos
esperanza en que pronto termine, en que no se sigan cometiendo más
injusticias y muertes".
Fue un concierto de antípodas, en el que de una
pieza a otra se pasaba de los lamentos a las caricias, de la nostalgia
a la festividad, con la guía del hechizante canto de la viola da
gamba del intérprete catalán.
Músicos y cantantes desgañitaron alma y
virtuosismo en el escenario, produciendo sonidos que calaron en las fibras
musculares y, valga la imagen, lograron erizar la piel de mármol
del recinto.
Obras coloridas, lúdicas, melancólicas,
espirituales, seductoras, de todo hubo. Inclusive los más reticentes
debieron dejarse cautivar por el hálito religioso o metafísico
del que están provistas cada una, sin importar que la mayoría
sea de naturaleza profana.
Los intérpretes parecieran estar ungidos de gracia
divina y la música de un poder reconfortante, sanador, merced a
su consistencia de nube, textura de arcoiris y fragancia de primavera.
Se trata de una música sutil que, por momentos, apenas resquebraja
las líneas del silencio y parece evaporarse, como un suspiro.
Una aclaración: aunque anunciada en el programa,
la soprano Monserrat Figueras no pudo actuar debido a que presentaba un
fuerte cuadro de bronquitis, según explicó Savall.