LA DESTRUCCION DE IRAK, UN BUEN NEGOCIO
El
gobierno de Washington confirmó públicamente la firma de
contratos y concesiones con empresas estadunidenses para realizar obras
públicas de reconstrucción en las zonas de Irak previamente
destruidas por las tropas invasoras. Sin licitación previa, el Departamento
de Defensa pactó con la compañía Kellogg, Brown and
Root las tareas para apagar los pozos petroleros incendiados en el curso
del conflicto, en tanto que la Agencia Estadunidense para el Desarrollo
Internacional (USAID, por sus siglas en inglés) otorgó a
la firma Stevedoring Services of America (SSA), con sede en Seattle, una
concesión de casi 5 millones de dólares para la reconstrucción
y gestión del puerto iraquí de Um Qasr, recientemente ocupado
-y devastado, a lo que puede verse- por los efectivos de Estados Unidos.
Los mencionados son sólo los primeros contratos de una serie de
negocios para la "reconstrucción de Irak" estimados en unos 900
millones de dólares.
Por si quedara alguna duda, y a contrapelo de las declaraciones
de los gobernantes estadunidenses en el sentido de que la agresión
militar en curso busca "liberar" al país árabe, los contratos
referidos, más los que faltan, permiten confirmar que, aun antes
de ganarle la guerra a Saddam Hussein, el gobierno de George W. Bush se
comporta como propietario de Irak. Cuando la propia CIA reconoce que no
existen vínculos demostrables entre el régimen de Bagdad
y Al Qaeda, y luego que las supuestas armas de destrucción masiva
iraquíes no han podido ser halladas ni por los inspectores ni por
los invasores, lo que salta a la vista es que el allanamiento y el arrasamiento
de la nación árabe tiene, como motivación real, un
conjunto de negocios en ramos como el petrolero, el de construcción
e infraestructura, el de consultoría, y el de administración
y gestión. Lo de menos es que tales negocios se realicen sobre la
base de civiles muertos, de ciudades destruidas, de cientos de miles de
desplazados, del dolor y la miseria de la población de Irak y del
luto de los hogares estadunidenses a los que empiezan a llegar cadáveres
condecorados en bolsas de plástico negro.
Es claro, también, con base en las informaciones
mencionadas, que la Casa Blanca no tiene la menor intención de abrir
la reconstrucción de Irak a la participación internacional
ni de abandonar el país una vez que gane la guerra, si es que la
gana.
Pero, además de las ilegalidades manifiestas de
la incursión injustificada y genocida en la que está empeñado
el gobierno de Washington, empieza a evidenciarse, en el manejo empresarial
de este conflicto, un carácter abiertamente mafioso y patrimonialista
en el ejercicio de la violencia del Estado. Prueba de ello es el hecho
de que una de las primeras firmas beneficiadas por las concesiones es filial
del consorcio Halliburton, el cual, según lo reconoció impúdicamente
el Pentágono, fue dirigido, hasta hace tres años, por el
actual vicepresidente de Estados Unidos, Richard Cheney. Y cabe preguntarse
qué porcentaje de los 75 mil millones de dólares que el presidente
George W. Bush pedirá al Congreso para cubrir los "costos adicionales"
del arrasamiento de Irak irá a parar a los bolsillos de Cheney y
de sus socios.
Así está configurado, por ahora, el poder
público de un país que suele criticar con expresiones implacables
la corrupción de otras naciones. Ese es el grupo gobernante que
pretende dar al mundo lecciones de legalidad, probidad y democracia.
|