Directora General: Carmen Lira Saade
México D.F. Miércoles 19 de marzo de 2003
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Espectáculos

El Rebelde del acordeón llenó a reventar el salón Far West de Dallas, Texas

En tiempos de guerra, Celso Piña encabezó la avanzada colombiana con su Cumbia de la paz

El próximo fin de semana se presentará con su Ronda Bogotá en el Aragón de Chicago

ARTURO CRUZ BARCENAS ENVIADO

Dallas, Tex., lunes 17 de marzo. La invasión colombiana regia cubre los Estados Unidos, en salones de baile, estaciones de radio, programas de televisión y entre la racita que cada semana se va al tíbiri, mostrando maestría con los pasos del águila, del chemo, rodillas juntas, inclinando el cuerpo, paño para secar el sudor, con el pulgar y el índice cual pistola, seña que identifica, da unicidad, espíritu de grupo y mantiene el origen de muchos oriundos del Cerro de la Silla y anexas. "Saca", tal es la traducción.

Encabezado por Celso Piña, el salón Far West se halla a reventar; a muchos sorprende la buena entrada, porque ha habido eventos y buenos programas dos días antes, y la gente está gastada. Será noche de cumbia y el rey vallenato, con un programa donde brillaron Javier López y La Tropa Vallenata. Más Piña, El Rebelde del acordeón.

Es el imán de taquilla de Celso, cuya música cerrera ha traspasado fronteras y lo mismo se escucha en Colombia que en Chicago, donde se presentará este fin de semana, en el espacio número uno de la música grupera de la denominada Ciudad de los vientos, Aragón, especie de plaza de toros donde la reina es la cerveza, seguida por el tequila.

Para la presentación en Dallas, Celso viajó desde Monterrey, en el camión con dormitorios para todos los de su grupo, Ronda Bogotá, quienes no se aburren pues traen un chofer que la hace de showman y que echa más relajo que un cotorro y un cuervo juntos.

El punto de partida fue la casa de los padres de Celso, en La Campana. Pasa doña Ofe, una vieja del barrio, quien saluda y besa a Celso. "Vaya con Dios", le dice el músico.

Se hinca ante su madre, quien le da la bendición. El viaje será largo y habrá que cruzar por Laredo. El éxito de Celso se refleja en una televisión nueva de celso pi–a-1pantalla plana, en la loseta del patio, en su rancho, que es ejemplo de lo real maravilloso colombiano, pues le puso de nombre Valledupar, punto del planeta donde nació el vallenato y que Celso sólo conoce en su imaginación.

"Ya iré a Valledupar", comentó, mientras su padre, Isaac Piña Marroquín, hace gala de su conocimiento de la historia del vallenato. "Circunstancialmente sí leo; he compuesto canciones. Las sonsoneteo y luego Celso (...) me entiende muy bien. ƑCómo dice aquél? Ráscame la espalda y yo te rasco a ti."

Don Isaac ha hecho labor con las bandas cerreras de Monterrey. Las entiende y ha tratado de impulsar programas para enseñar a los chavos un oficio, "pero la procu del estado nos tapó un curso de capacitación hace dos años. No nos quieren echar la mano. Nuestro lema era: 'ir a esquinas, medias cuadras y basureros', que es donde anda la raza. Muchas veces con la música de Celso, para el jale de gente. Llegábamos en camión, pues no teníamos carro. Si oyen sirenas o algo así los batos se echan a correr luego. Ellos son los no escuchados por nadie".

Escucha Celso y sólo asiente con un movimiento de cabeza. "šVámonos!", grita Lalo, el hermano del acordeonista. Más bendiciones. Adiós.

A Dallas

"Vamos a Dallas. ƑPor qué tan lejos?", pregunta Celso, quien entra en materia. "Para mí venir de Monterrey a Dallas es un paso más en mi carrera. Ahora miles se identifican con esta corriente musical que tuve el privilegio de iniciar, cuando nadie se atrevía a tocarla. Esta será la tercera ocasión en que estemos en Dallas. Lo bueno es que nos piden, porque sería muy diferente si fuéramos a ofrecernos."

El camión traga kilómetros y los muchachos comen lo que la mayoría de los gruperos: comida chatarra. No hay tiempo para otra cosa. Se llega a la ciudad texanacelso pi–a-2 por la mañana y descansarán todo el día para la primera de dos presentaciones en el Far West, a la media noche.

Decenas de jóvenes lucen camisetas de sus equipos de futbol Rayados y Tigres, de Monterrey. Sube Celso enmedio de una algarabía. Toca y canta Cumbia poder, El trenecito, y todas las demás de sus discos Cumbia sobre el río y Mundo Colombia. Recibe decenas de mensajes escritos en servilletas, envolturas de cigarros, en notas de consumo, donde se pueda.

Unas muchachas logran subir donde está su artista y le piden un autógrafo en la espalda, en el vientre, en los brazos. "Quiero una cumbia para mi patria". "Saludos del Marvik, Sapo, Kike, Walter, Zedillo y sus Vampiros de la Olímpica", "Saludos para Los Corsos de la Independencia".

Lanza Celso un mensaje de acuerdo con los tiempos que corren: "Va la Cumbia de la paz: ritual de cumbia... quiero amor sublime, sentir algo misterioso, un sueño profundo, donde mire al mundo con amor de cumbia".

-Has progresado. Tienes un rancho. ƑHay envidias?

-Pues hay gente que no entiende y quiere verte en un Eco (transporte público), como que no quieren verte triunfar, pero otros te prefieren triunfando. Uno debe ser igual, tengas o no tengas. De 10, unos dos dicen que se me subieron los humos. Ya voy a cumplir 50 años, cómo voy a aparentar lo que no soy. Hay que jalar y saborear lo que me ha costado mucho trabajo.

"Yo abrí camino y los que siguieron tras de mí ya hallaron todo peladito, sin piedras, sin espinas. Son 25 años de trayectoria."

Antes del concierto, Celso recibe a amigos, compadres, compañeros de primaria, quienes recuerdan sus años de escolar, en la banca. Atiende a todos, pero de plano se cansa, se mete a su dormitorio, se pierde en la oscuridad. Sale para su actuación, con la misma ropa y con la misma música. Atrás quedan las palabras, las envidias y los líos con su disquera. Con su acordeón y su grupo, Ronda Bogotá, es Celso, quien canta poseído de un poder que le da la autenticidad, el arraigo y comprensión de una raza que cada vez se aglutina en más y más adeptos. Encabeza la avanzada colombiana regia en Estados Unidos, con su Cumbia de la paz en tiempos de guerra.

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