DECEPCION DE EU Y UNIDAD NACIONAL
La
primera reacción oficial de la Casa Blanca a la postura digna y
soberana adoptada por México y su gobierno ante el violento empecinamiento
de George W. Bush por arrasar a Irak fue formulada ayer por el vocero presidencial
del país vecino, quien dijo que el grupo en el poder en Washington
está "decepcionado" por la negativa mexicana a participar en esa
inminente guerra criminal. Seguramente, en los días y meses próximos
habrá que enterarse de otros reproches de esa calaña y hasta
de algunas mezquindades menores, como la previsible dilación en
la entrega de visas estadunidenses a ciudadanos mexicanos con el pretexto
de "reforzar los controles" para impedir el ingreso al país vecino
de hipotéticos terroristas.
Es improbable, y sería ilógico, esperar
venganzas del vecino del norte más relevantes que esas contra nuestro
país, no sólo porque su gobierno tendrá que concentrarse
en la carnicería de iraquíes que está a punto de perpetrar,
sino también porque las relaciones bilaterales -las políticas,
las económicas, las de seguridad-, siendo estratégicas y
cruciales para México, lo son también para Washington, y
a éste no le conviene, en consecuencia, causar un deterioro significativo
en ellas.
Los impactos más preocupantes de la conflagración
inminente y del desencuentro diplomático entre México y Estados
Unidos no son, pues, las improbables revanchas estadunidenses, sino la
guerra en sí, con su cauda de muerte, sufrimiento y destrucción,
así como las tendencias recesivas que se acentuarán, de manera
previsible, en la economía mundial.
Pero en este escenario global ominoso, indignante y triste,
nuestro país debe aquilatar la importancia de haberse unido, de
haber sabido responder con una postura común y de haber defendido
los principios y valores fundacionales de la nación mexicana. Debe
reconocerse que el Ejecutivo federal ha representado con fidelidad el sentir
nacional en contra de la guerra y que en ese empeño ha recibido
y cosechado -salvo algunas voces tan aisladas que no merecen mención
específica- el pleno respaldo de la ciudadanía, del Legislativo,
de las organizaciones sociales, de las fuerzas políticas y de los
otros niveles de gobierno. La oposición a la guerra y la defensa
de la paz y la legalidad internacional han sido, en estos días y
en los que vienen, seguramente más amargos, un punto de encuentro
y de consenso para los mexicanos. Cabe esperar que a partir de esa confluencia
los distintos sectores del país puedan, aun en tiempos electorales
-en los que tienden a acentuarse las diferencias y a enconarse los discursos-,
hallar un punto de partida para otros motivos de unidad y cohesión
nacional.
Cabe felicitarse, incluso en estas circunstancias mundiales,
por el éxito que significa haber eludido una fractura nacional como
la que hoy sufren Inglaterra y España, a consecuencia del servilismo
de sus gobernantes para con los furores bélicos de un presidente
extranjero. Y hay que congratularse, finalmente, porque nuestro país
ha sabido evitar desfiguros y ridículos como los que protagoniza
el gobierno de Madrid, entre otros, en los cuales Washington ha conseguido
aliados vociferantes, pero incapaces de concurrir al empeño militar
más que con generosas cantidades de saliva.