Beltrán, Castañón, Monsiváis,
Mutis y Palou rinden homenaje al escritor veracruzano
''La obra de Pitol, construida en torno a un templo
de sabiduría''
Su narrativa, hondamente personal y al mismo tiempo
capaz de iluminar como un relámpago
"A sus ideas y sensaciones las unifica un amor totalizador
a la cultura'', indica el cronista
CESAR GÜEMES
De pie recibió el aplauso que de pie le brindaron
sus lectores. Sergio Pitol celebró sus 70 de edad, a los que formalmente
llegará este martes, con la Sala Ponce de Bellas Artes llena y en
compañía de Adolfo Castañón, Carlos Monsiváis,
Rosa Beltrán, Pedro Angel Palou y Alvaro Mutis, quien dijo: "Se
hace por fin justicia a una obra espléndida de un amigo al que quiero
mucho". Escritores todos, le brindaron un homenaje al autor de El desfile
del amor, organizado por el Centro Nacional de Información y
Promoción de la Literatura del INBA, a cargo de la novelista Anamari
Gomis.
Rosa
Beltrán vio la obra del escritor en perspectiva y recordó
que Sergio Pitol "nos gustaba porque era un mexicano de ningún lado
y del lugar que quería: Venecia, Praga, Budapest, Varsovia o Veracruz.
La sede única e invariable era la imaginación y la infinita
posibilidad de reinventarse. En este sentido, era un dador de mundos. Difícilmente
se arraigaba en una sola forma o una idea, y en cambio, apenas germinaba
ésta, la urgencia de llevar la buena nueva ponía alas a su
pluma. De inmediato, lo vivido se convertía en un relato, en una
crónica, en una reflexión sobre pintura, música, arquitectura
y en una nueva forma de asombro sobre la veleidad de la memoria. Leíamos
sus relatos con la seguridad de transitar por la historia de la cultura,
pero también convencidos de estar asomándonos a algo más
que a una educación personal o a una referencia erudita de algún
hecho".
Para Adolfo Castañón, la actividad literaria
de Pitol se parece en algunos aspectos a Constantinopla: "Al igual que
esta ciudad, está construida como una bisagra entre Europa y Asia.
La narrativa de Sergio Pitol participa al menos de dos sabidurías
narrativas, la de la tradición inglesa e italiana, de la observación,
y por otro lado la de la tradición austríaca y eslava, de
la meditación. Y al igual que la capital de Constantinopla, está
construida, en cierto modo, alrededor de un templo dedicado a la sabiduría.
Las letras escritas por Sergio Pitol están de algún modo
marcadas por la verdad trágica que impone en un espíritu
sensible la experiencia estética, que puede ser, más allá
de la diversión, una experiencia desgarradora. Obra narrativa impregnada
de sabiduría literaria y humana, obra a la vez abierta y secreta,
hondamente personal y al mismo tiempo capaz de iluminar como un relámpago
la vida de México".
Escritor y actual secretario de Cultura del estado de
Puebla, Pedro Angel Palou definió así la obra del homenajeado:
"A partir de cierto momento en la vida y en la memoria, Pitol va perdiendo
ciudades, Varsovia, Barcelona, la de sus primeras traducciones. Al recordar
esos años, Pitol se ve como otra persona: un joven mexicano que
comparte con el escritor el mismo nombre y algunos hábitos y manías.
El arte de la fuga, es una parábola ética desacostumbrada
en nuestras letras, una carta de creencia en la literatura y en el espíritu,
que azora por su entereza y sobrecoge por lo enorme de la empresa. Aunque
Pitol se empeña en mostrarnos que dicha actitud le es natural, sabemos
que significa grandes sacrificios y aislamientos, un propositivo apartarse
del circo literario para construir una obra personal signada por la melancólica
distancia del tránsfuga y por la obstinada paciencia del oficio.
Pitol afirma que su relación con la literatura ha sido vesperal,
excesiva y aun salvaje, no deja de ser por ello excepcional la descripción
de su modo de vida actual, en aislamiento, cerca de sus libros, su música
y sus perros. No revelan a un hombre que se ha cansado del viaje, sino
a alguien que se ha detenido para escucharse, aunque sepa que detrás
de él solo hay más misterio".
En su turno, Carlos Monsiváis estableció:
"A Sergio lo intimida o le aburre o le fastidia la realidad tal cual. Es
un escritor de tiempo completo, no en el sentido de la grafomanía,
sino en el de la obstinada visión narrativa. En su conversación
los hechos por lo común tienen que ver con la política y
la economía vistas con recelo o desesperanza. Y casi todo lo demás
es trama, su pasión definitiva (...) A las múltiples ideas
y sensaciones vertidas por Pitol las unifica un amor totalizador a la cultura,
suma de conocimientos, paisajes, estilos literarios, cuadros, óperas,
movimientos, museos, relatos históricos y amistades. Para Sergio
la amistad es, inexorablemente, la gran trama festiva a la que le aporta
comprensión, afecto, ayudas específicas y capacidad de ver
en el amigo la novela que, por la cercanía, no tendrá tiempo
de escribir. No hay pasión por la trama sin un entusiasmo orgánico
ante los temas, las obras, las situaciones y las personas, Sergio es la
alabanza perpetua y la generosidad".
Legítimamente feliz, Sergio Pitol agradeció
de pie el aplauso que le brindaron sus lectores al término del homenaje
y no quiso decir sino sólo unas palabras: "Me ha emocionado mucho
estar aquí, oír de mis amigos sus juicios sobre mi obra,
que son muy exaltados por ellos. No puedo decir nada más. Unicamente
pienso si será cierto lo que han dicho de mí".
Las obras competas de Pitol circularán en breve
bajo el sello del Fondo de Cultura Económica, como refrendó
durante el acto Adolfo Castañón, editor del sello.