LA HORA DE LA GUERRA
Los
gobernantes de Estados Unidos, Inglaterra y España, reunidos ayer
en una base militar de las islas Azores, definieron que hoy debe ser "el
día de la verdad" en su empeño por obtener el respaldo diplomático
y político de la comunidad internacional para la guerra que los
tres gobiernos -encabezados, por supuesto, por el primero, y con el segundo
y el tercero en papeles de ayudantía y subordinación- pretenden
lanzar contra Irak. George Bush, asistido por Tony Blair y José
María Aznar, impone de esa forma al Consejo de Seguridad de Naciones
Unidas la disyuntiva de sumarse al arrasamiento de Irak en nombre de la
paz, la "guerra contra el terrorismo", la democracia y otros embustes,
o de asistir a la destrucción de ese país árabe en
calidad de espectador impotente.
Los motivos esgrimidos por el trío belicista para
emprender la guerra, posiblemente esta misma semana, constituyen una colección
de incoherencias -como si un proceso de desarme pudiera realizarse en forma
"inmediata"-, distorsiones de la letra y el espíritu de la Resolución
1441 (que en ningún momento autoriza el uso de la fuerza contra
el régimen de Bagdad), propósitos violatorios de la legalidad
internacional -toda vez que dicha legalidad no acepta en ninguna circunstancia
el derrocamiento de un gobierno nacional por fuerzas extranjeras-, mentiras
simples -como la negación del proceso de desarme en el que está
actualmente involucrado el régimen de Saddam Hussein bajo exhaustiva
supervisión internacional-, promesas falsas -como el "compromiso"
de Bush con la población iraquí en un escenario posterior
a la destrucción de su país- y chantajes a los representantes
más sensatos de la comunidad internacional, como el exhorto a la
"unidad atlántica" que es en realidad un llamado de última
hora a Francia y Alemania para que, si no se suman a esta inminente guerra
criminal, al menos no la obstaculicen.
Con esas construcciones argumentales y con un injustificable
desdén a las gestiones diplomáticas de las últimas
horas, como la convocatoria franco-ruso-alemana a una cumbre ministerial
para mañana martes en el Consejo de Seguridad, el trío de
la guerra se presenta hoy en ese foro para realizar su último intento
de cubrir a sus tropas agresoras con la bandera de Naciones Unidas, en
lo que parece una resignada formalidad previa al inicio de las hostilidades
en gran escala.
En la circunstancia actual, las tres potencias que se
oponen al aplastamiento violento de Irak y que cuentan con derecho de veto
en el Consejo de Seguridad, así como los miembros no permanentes
de esa instancia -entre ellos México- tienen que hacer mucho más
que abstenerse, e incluso más que votar en contra de la guerra:
por ética, por sentido común, por previsión económica,
y en nombre de los intereses mayoritarios de la humanidad, deben condenar
sin ambigüedad al triángulo Washington-Londres-Madrid y su
empresa destructiva, delictiva y profundamente irracional.