''Pugna ideológica''
Fracturas en el gobierno de Bush por el manejo del conflicto iraquí
JIM CASON Y DAVID BROOKS CORRESPONSALES
Washington y Nueva York, 13 de marzo. Los desacuerdos en el debate sobre Irak en la Organización de las Naciones Unidas (ONU) han provocado que estallen divisiones en el seno del gobierno de George W. Bush.
La disputa entre los que promueven el ejercicio bruto de la fuerza militar y los que insisten en la necesidad de actuar dentro de las estructuras internacionales, si es posible, se intensificó en estos días y complicó las maniobras diplomáticas en torno al voto de una nueva resolución en el Consejo de Seguridad, informan fuentes gubernamentales en esta capital.
''Hay un pugna ideológica dentro del gobierno de Bush", indicó a este diario una fuente del gobierno estadunidense que favorece la vía multilateral de la ONU en esta crisis. "La pregunta central es Ƒcuál es la mejor forma de consolidar la posición de superpoder del país: demostrar nuestra fortaleza militar al mundo, o afianzar el sistema internacional que hemos construido?"
Aunque el presidente Bush ha declarado que desea una votación en el Consejo de Seguridad sobre una segunda resolución autorizando la acción militar, el secretario de Estado, Colin Powell, pregunta ahora si no sería mejor la opción de no realizarla si Estados Unidos no puede asegurar por lo menos el apoyo de nueve de los 15 miembros del organismo.
En esta lógica, Estados Unidos ya descuenta que habrá un veto francés, pero le preocupa no lograr el apoyo de una mayoría del consejo para dar alguna legitimidad a su posición en favor del uso de la fuerza contra Irak. No celebrar la votación permite evitar una derrota simbólica y a la vez reiterar la posición estadunidense desde un inicio: cuenta con suficiente autorización para una guerra bajo las resoluciones previas ya adoptadas por la ONU sobre Irak.
O sea, si se procede a votar la nueva resolución, que establece una fecha límite y autoriza el uso de la fuerza, y ésta es derrotada, Estados Unidos se encontraría lanzando su guerra contra el sentido explícito del Consejo de Seguridad, y eso sería políticamente peligroso, argumentan Powell y sus aliados dentro del gobierno.
Pero halcones como el secretario de Defensa, Donald Rumsfeld, sostienen que tal escenario no dañaría a Estados Unidos, sino a la ONU. Estos promotores del uso de la fuerza argumentan que los miembros del consejo deberían ser obligados a votar ya, y que Washington debe proceder a la guerra sin importar nada. Si eso mina el papel de la ONU como órgano máximo de la comunidad internacional, pues, que así sea.
"Hay tipos en este gobierno que desean que los franceses emitan su veto a esta resolución y proceder con la guerra", afirmó la fuente gubernamental a La Jornada. "Sería un dos por uno: mata a la ONU y se realiza la invasión para demostrar nuestro poderío militar".
Algunos miembros del gobierno de Bush están expresando una creciente frustración porque la opción militar estadunidense es rehén de un proceso de la ONU sobre el cual no tienen control.
El diario New York Times informó hoy que uno de estos altos funcionarios usó un epíteto para expresar su frustración con la demora de una votación en la ONU, causada por los esfuerzos del gobierno de Gran Bretaña para ganar más apoyo a la resolución. "Uno puede observar, hablando con los diplomáticos estadunidenses, la tensión dentro de su gobierno", declaró al New York Times el embajador de España ante la ONU, Inocencio F. Arias. "Se puede ver que están librando una batalla ahí".
Estos conflictos se han manifestado en público en varias ocasiones en semanas recientes. Por ejemplo, Rumsfeld dio a entender esta semana que Estados Unidos podría realizar su guerra sin contar con las tropas de Gran Bretaña si eso fuese necesario. El Pentágono emitió una "aclaración" horas después, pero el mensaje estaba enviado: si el pueblo británico no apoya esta guerra, Estados Unidos avanzará solo.
Por otro lado, dos diplomáticos de carrera estadunidenses han renunciado a sus puestos por su oposición al carácter unilateral de la política de su gobierno en este asunto. "Por el mundo, Estados Unidos se está asociando con el uso injustificado de la fuerza. La falta del presidente de no tomar en cuenta las perspectivas de otras naciones, expresada por su negligencia en la diplomacia pública, está haciendo nacer un siglo antiestadunidense", escribió John W. Brown, alto miembro del servicio exterior, con una carrera de más de 20 años, en su carta de renuncia enviada a Powell este mes. John Kiesling, veterano con 20 años en el servicio diplomático, escribió en otra carta de renuncia: "hemos comenzado a desmantelar la red más grande y efectiva de relaciones internacionales que el mundo haya conocido. Nuestro curso actual generará inestabilidad y peligro, no seguridad".
Abandonar una carrera diplomática después de 20 años no es algo común en el gobierno estadunidense. Ambos diplomáticos elogiaron a su ahora ex jefe Powell por sus esfuerzos en favor del multilateralismo, pero advirtieron que las políticas promovidas por la Casa Blanca estaban minando el sistema internacional.
Nadie sabe qué tan profundas son las divisiones dentro del gobierno estadunidense, y cuántos funcionarios más están considerando renunciar o expresar su disidencia. Lo que sí está claro es que el anuncio de la primera guerra estadunidense del nuevo siglo está provocando rupturas y divisiones no sólo en el ámbito internacional y en la ONU en Nueva York, sino en la propia cúpula en Washington.