Teresa del Conde
Carta a Raquel Tibol
Distinguida amiga:
Sabes bien que en la medida de mis posibilidades siempre
me he manifestado hacia ti con honestidad y hasta con cierta valentía,
dado que son pocas las personas que se atreven a cuestionarte (cosa de
la que tú no tienes ninguna culpa).
A lo largo de una de las conversaciones telefónicas
que con frecuencia sostenemos (hace algunos meses), manifestaste tu franco
desacuerdo conmigo acerca de los dos artículos que dediqué
en esta sección a la película Frida, dirigida por
Julie Taymor y protagonizada por Salma Hayek, ahora postulada al Oscar.
No creo que vaya a obtenerlo, pero ya la postulación reviste su
importancia. La cinta, para mí, es un buen espectáculo fílmico.
Leí con detenimiento la reseña de Angel
Vargas, el pasado domingo en estas páginas con motivo de la presentación
de dos de tus libros: Escrituras (la versión de CNCA-UNAM)
y la redición de Frida Kahlo, una vida abierta, que junto
con un librito mío, Frida Kahlo, aparecido en 1975 en edición
de la Secretaría de la Presidencia, fue el primer volumen dedicado
exclusivamente a la pintora.
No creo que la cinta degrade a los personajes representados.
Estamos ante un producto cinematográfico, no ante un documento biográfico
o teórico. Sí pienso, en cambio, que Hayden Herrera nunca
debió prestarse a que su nombre apareciera en los créditos,
me extraña sobremanera que haya aceptado el guión de Clancy
Sigal en mancuerna con Diane Lake debido a que, en efecto, la trayectoria
de los personajes está alterada (hasta desvirtuada) y tratándose
de una vida tan, pero tan biografiada y estudiada como la de Frida Kahlo,
se hacía necesario un mínimo de rigor en la trasposición
datos. Mi acuerdo contigo en ese sentido es, por tanto, absoluto. ¡Cuánto
hubiera ganado la película de haber puesto más cuidado en
este aspecto! y lo peor es que no sólo no hubiera perdido un ápice
de su atractivo fílmico, sino que incluso este aspecto se hubiera
potenciado.
Dices, entre otras cosas, que la boda de Diego y Frida
fue muy modesta. Pero me permito recordarte que no asististe a ella, debido,
entre otras cosas, a que creo que todavía ni siquiera estabas en
párvulos en tu natal Argentina. Conoces de esas fiestas a través
de lo que te han contado acerca de ellas. Sí eran fiestas ruidosas
y jacarandosas, como narra Ione Robinson (testigo de época) en un
libro que conozco gracias al nieto de Diego Rivera (Juan Coronel), A
wall to paint on, que quizá fue consultado por Julie Taymor,
quien pasó el dato a las pintorescas guionistas.
Me gustaron la mayor parte de los sets y para mi
sorpresa supe que un sobrino de Fernando del Paso (también postulado
al Oscar) intervino en eso, desde aquí envío a ese joven,
hijo de una compañera mía de escuela, prematuramente fallecida
de un infarto al miocardio hace algunos años, mis congratulaciones.
Ese individuo ha visto pintura -hasta en Olga Costa se inspiró-
y tiene, por familia y por educación, una buena dotación
intelectual.
Frida sí se involucró (posiblemente por
coquetería y también por relaciones de poderío amoroso)
con León Trotski. El le regaló una pluma fuente que Frida
utilizó años después para reingresar al Partido Comunista.
Bien que sabemos que uno de sus últimos cuadros, horroroso por cierto,
que dejó inacabado, es el retrato de Stalin. Estamos hablando de
personajes muy contradictorios, no del santoral político del momento.
En tu libro Escrituras (y yo en el mío Frida
Kahlo, la pintora y el mito) rescatas testimonialmente, con
mayor evidencia por lo tanto de la que yo proporciono, la liasson,
aquí sí amorosa y total, de Frida con el fotógrafo
húngaro Nick Muray. Consultaste el archivo Muray nada menos que
de la Smithsonian Institution: ''My adorable Nick ...Your words made
me feel so close to you that I can feel near me -your eyes- your hands,
your lips..." Si se encontraba tan necesitada de afecto y presta a
entablar una relación que a final de cuentas no resultó,
debido a Nick, no a ella, ¿cómo no deducir que también
Trotski le movió el tapete? El affaire Trotski es, en todos
sentidos (que también involucran a Frida y a Diego, aunque nunca
en la medida participativa que tuvo Siqueiros), una página negra
no lo suficientemente ventilada.
Lo que sí es altamente ridículo en la película
es el tango que bailan Frida y Tina Modotti, interpretada por la actriz
Ashley Judd, que no se asomó ni de soslayo a la personalidad de
Tina.