VIENTOS DE GUERRA

El adiós

Podría haber sido una despedida cualquiera con mariachis, flores y lágrimas, si no hubiera sido por las mantas y las porras. ''Escudos humanos México. No somos indiferentes'', decía una pancarta. ''El mejor escudo ante la guerra es la esperanza de que no se realice'', explicaba otra. Entre gritos ''šde Chiapas hasta Irak, queremos la paz!'', el grupo se fue colocando frente de una gran manta con la consigna que ha unido a todos los pacifistas del mundo: ''No a la guerra, no en nuestro nombre''. Todos los medios querían entrevistarlos y fotografiarlos.

En los rostros tensos, emocionados de los muchachos y de los adultos se transparentaba que empezaban a tomar conciencia de que esta vez iba en serio, que en unos días más pasarían a la acción y que las noticias no son alentadoras, con un Colin Powell cada vez más explícito diciendo que con ONU o sin ella la campaña militar va.

Los amigos, las compañeras de congregación, los compañeros de la escuela aparecieron por el aeropuerto, los felicitaban y los bendecían. Los familiares los miraban preocupados. Las madres les daban los últimos consejos. Los hermanos pequeños los miraban con arrobo, como héroes. ''Van a la guerra'', explicaba con los ojos muy abiertos un niño que repartía propaganda por la paz.

Después salieron para despedirse, para repetir una y otra vez que están seguros que se puede parar la guerra, que regresarán, que otro mundo es posible.

MARIA RIVERA