PARA LOGRAR LA UNIDAD NACIONAL
El
presidente Vicente Fox se refirió ayer a la crítica circunstancia
internacional, marcada por la guerra -que parece inminente, si no es que
ya ha empezado- injusta, ilegal y bárbara que organizan los gobiernos
de Estados Unidos y Gran Bretaña, asistidos por escuderos como José
María Aznar y Silvio Berlusconi, contra Irak.
La coyuntura es ciertamente grave para el mundo en general,
el cual asiste, entre otros fenómenos regresivos y desesperantes,
a la consumación de una fractura, acaso irreparable, en el Consejo
de Seguridad de la ONU; al inicio de un proceso de desestabilización
mayúsculo en Medio Oriente; a una criminal destrucción humana
y material del pueblo iraquí; al ahondamiento de los rencores históricos
que alientan el terrorismo de signo islámico; a una profundización
del actual ciclo recesivo y a un quebrantamiento de la precaria legalidad
internacional que había venido estableciéndose en la última
década del siglo pasado.
Para México la actual circunstancia no es menos
peligrosa. Lo más evidente es que la guerra será nociva para
el conjunto de las economías, y la nuestra no va a ser la excepción.
Por otra parte, la diplomacia nacional se mueve en la cuerda floja entre
la sensatez y el pragmatismo, entre la defensa de principios éticos
y las concesiones bajo cuerda al vociferante y amenazador gobierno de Estados
Unidos, entre la dignidad y la inquietud por el qué dirá
Washington. Las dificultades de la postura mexicana -cuyo voto en el Consejo
de Seguridad de la ONU es crucial para Bush y sus designios militaristas,
pero también para impedir la atrocidad de un bombardeo de las ciudades
iraquíes en nombre de la ONU- son de tal magnitud que diversos analistas
han llegado a afirmar que, asuma la postura que asuma, el actual gobierno
habrá de pagar un enorme costo político y económico.
Tal vez no les falte razón, pero a la hora de los cálculos
cabe esperar que las autoridades nacionales tengan muy en cuenta que su
mandato no les fue otorgado por Bush -quien, a su vez, no obedece al mandato
de los electores estadunidenses, sino al de los intereses petroleros y
armamentistas- sino por la ciudadanía mexicana, la cual, en su enorme
mayoría, está en contra de la guerra y en favor de la paz.
Es sobre ese consenso de los mexicanos por la solución
pacífica de los conflictos, por la legalidad y por la vida que puede
y debe construirse la unidad nacional que demandó ayer el titular
del Poder Ejecutivo a fin de encarar el sombrío momento que vive
el mundo. Pero si el gobierno de Fox tuerce a última hora el sentido
de sus gestiones internacionales, traiciona sus propósitos pacifistas
y vota con Estados Unidos e Inglaterra, destruirá la unidad nacional
en este tema y pondrá en entredicho su capacidad de representar
con acierto el sentir nacional mayoritario.
Desde otra perspectiva, la construcción de consensos
para hacer frente a las adversidades internacionales pasa necesariamente
por la solución -no la negación, sino la solución-
de diversos asuntos que fracturan a la sociedad. El más evidente
es el conflicto en Chiapas, que, contra lo que afirman las autoridades,
no está resuelto. Por si hiciera falta corroborarlo, ayer mismo
ocurrió, en esa entidad, en plena zona de conflicto, un enfrentamiento
con resultado de varios muertos y más de una decena de heridos.
Por lo demás, la expresión "conflicto en Chiapas" tiene un
inocultable significado extensivo a la irresuelta, injusta y agraviante
relación entre la institucionalidad política y los pueblos
indios, que reclaman un nuevo estatuto de dignidad y justicia.
La unidad nacional requerida debe pasar, por otra parte,
por el pleno y equitativo esclarecimiento de los desaseos perpetrados por
panistas y priístas en la elección de 2000, cuando los Amigos
de Fox se hicieron con recursos de procedencia posiblemente ilícita
y los priístas financiaron su campaña presidencial con fondos
ilegalmente aportados por Pemex y transferidos al partido por medio del
sindicato petrolero. El actual remedo de investigación y persecución
de esos delitos, marcado por una descarada parcialidad a favor de los Amigos
de Fox y por un ejercicio faccioso y patrimonialista del Ministerio Público,
no es una buena base para fortalecer los necesarios consensos entre las
fuerzas políticas de cara a la guerra que viene. Tampoco son buenas
bases para la unidad las alianzas mafiosas y los pactos tras bambalinas
que han establecido la directiva del PRI y el Ejecutivo federal. La unidad
de los mexicanos y el respaldo que el gobierno demanda a la sociedad ante
la difícil circunstancia mundial sólo pueden ser construidos
con base en el más estricto respeto a la ética, a la legalidad,
a la transparencia y a los principios históricos de la política
exterior mexicana.