Directora General: Carmen Lira Saade
México D.F. Sábado 22 de febrero de 2003
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Cultura

Juan Arturo Brennan

David Guerrier, formidable

San Luis Potosí, SLP. Como ocurre con frecuencia (no tanta como sería deseable), la iniciativa particular de los melómanos ha cubierto durante largo tiempo en San Luis Potosí las enormes lagunas de difusión musical provocadas por la incompetencia o la indiferencia de las instituciones. En este caso, se trata de Pro Música en San Luis Potosí, AC, agrupación que hace unos días comenzó su trigesimoprimera temporada anual de conciertos, haciendo alarde de una continuidad y un tesón poco comunes. Por mera coincidencia, el concierto inaugural de esta temporada de Pro Música en SLP, realizado en la Casa de la Cultura de esta ciudad, me permitió dar continuidad a una crónica que publiqué en este espacio el 17 de febrero del 2001 con el título de ''Una trompeta sublime''.

En aquella ocasión di noticia de un soberbio recital, realizado en la ciudad francesa de Cannes, por el joven trompetista David Guerrier y la pianista Florence Boissolle. Con obras de Hummel, Böhme, Enesco, Brandt y Goedicke, este notable músico francés demostró, a los 16 años de edad, un dominio técnico, una presencia escénica y una musicalidad que serían asombrosos a cualquier edad.

Hoy, David Guerrier tiene 18 años y el anuncio de su presencia en San Luis Potosí, para el concierto inaugural mencionado, me hizo a venir a esta ciudad para ser testigo del progreso realizado en estos dos años por el joven trompetista, que se presentó en esta ocasión acompañado del pianista Olivier Moulin.

De entrada, pude comprobar una vez más la precoz madurez de Guerrier en lo que se refiere a repertorio, mediante un programa formado en lo esencial por música del siglo XX, y de procedencias y estilos muy diversos. Pieza fundamental del repertorio, la Sonata para trompeta y piano de Hindemith fue interpretada con el carácter seco y austero que le es natural a la obra, pero sin invadir nunca los terrenos de la aspereza o la agresividad en el sonido. En la ejecución de Leyenda, de Georges Enesco, destacó sobre todo la intuición de Guerrier en el manejo de los contrastes dinámicos y expresivos, manteniendo por medio de todo el rango el mismo sonido amplio, redondo y claro.

La obra más moderna del programa fue Danza-Fantasía, de Thierry Escaich, partitura ágil y nerviosa en la que el intérprete demostró una precisión rítmica quirúrgica, con todos los acentos en su lugar y con la combinación perfecta de agilidad y limpieza. En la Pieza de concierto Op. 11, de Vassily Brandt, el trompetista francés se acopló cabalmente a los grandes gestos pianísticos propuestos por el compositor y complementó su sólida aproximación al lenguaje romántico tardío (con toques modernistas muy bien integrados), con una impecable lectura del virtuosístico final de la obra. Para Gavota de concierto, de Heinrich Sutermeister, salió a relucir la habilidad de Guerrier en el adecuado manejo de las articulaciones variadas y extremas, así como un diáfano uso de ciertos efectos de producción sonora como el Flatterzunge.

La última pieza propuesta por David Guerrier para este recital fue La napolitana, de Oskar Böhme, pieza a medio camino entre un saltarello y una tarantella, interpretada con una técnica deslumbrante en la que lució por igual la precisión de los pasajes stacattissimo y la amplitud de las secciones legato. Fuera de concierto, Guerrier y Moulin ofrecieron un Estudio, de Alexander Goedicke, en el que ambos sortearon con soltura y energía los laberintos virtuosísticos planteados por el compositor. De manera individual, el pianista Olivier Moulin interpretó tres piezas de Debussy y las Variaciones Paganini Op. 35 de Brahms, demostrando un amplio registro expresivo, un sólido dominio técnico y, sobre todo, mucha sensibilidad para lograr adecuadamente los sutiles colores que son necesarios en la música de Debussy.

Como hace dos años en Cannes, escuché en David Guerrier a un trompetista poseedor de un ataque preciso e infalible, una articulación de claridad meridiana, un muy desarrollado sentido de los estilos musicales y una técnica tan dominada que le permite dedicarse de lleno a las sutilezas y los detalles finos de la interpretación, todo ello aplicado a un repertorio elegido con una madurez admirable. Un par de melómanos me han preguntado si valió la pena manejar 800 kilómetros para escuchar un recital de trompeta y piano. La respuesta es un ''sí", tan sonoro y contundente como la trompeta de David Guerrier.

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