WASHINGTON-PYONGYANG: DUELO DE AMENAZAS
Las
amenazas formuladas ayer contra Corea del Norte por Donald Rumsfeld, se-
cretario de Defensa estadunidense, en el sentido de que su país
está "en capacidad de librar dos grandes conflictos regionales a
la vez" constituyen una confirmación más de la determinación
de Washington de someter, por los medios que sean, a cualquier nación,
régimen o grupo que se oponga a sus intereses y que implique, incluso
de forma mínima, un reto a la hegemonía mundial de Estados
Unidos.
Rumsfeld respondió así a la reactivación
del programa nuclear norcoreano -el gobierno de Pyongyang habría
retirado este fin de semana el equipo de videocámaras de vigilancia
instalado por la ONU en un reactor que, según denuncias, podría
fabricar material para armas nucleares- y, con ello, salta un nuevo foco
de tensión internacional. Ya en 1994, las actividades en esa misma
central nuclear y sus presuntas capacidades militares estuvieron a punto
de desatar una ofensiva estadunidense contra Corea del Norte, pero el conflicto
pudo, en esa ocasión, ser desactivado mediante un acuerdo negociado
entre ambas partes. Ahora, cuando Estados Unidos se apresta a la invasión
de Irak y al derrocamiento del régimen de Saddam Hussein (ayer un
avión espía estadunidense no tripulado fue abatido por baterías
iraquíes), el gobierno de Bush muestra nuevamente los dientes y,
aunque se dice dispuesto a encontrar una solución pacífica
que evite una escalada militar en la península coreana, afirma con
intransigencia que sólo dialogará si Pyongyang suspende definitivamente
su programa de armas nucleares, algo que Corea del Norte no parece, por
el momento, dispuesta a aceptar de forma unilateral. La polarización
de ambas posiciones es un mal augurio para la estabilidad y la paz en el
mundo.
Con todo, la arriesgada decisión del régimen
norcoreano de lanzarse a la producción de armamento atómico
es en sí misma un acontecimiento preocupante y negativo, pues implica
no sólo la agudización de las tensiones a escala mundial
y la vulneración de los acuerdos de no proliferación nuclear
sino, también, el agravamiento de la terrible situación en
la que se encuentra el pueblo de ese país, azotado duramente por
el hambre y la pobreza. La construcción de un arsenal nuclear desviará
a fines bélicos los escasos recursos del gobierno de Pyongyang,
implica la suspensión de la asistencia internacional a Corea del
Norte y enciende la posibilidad de una guerra que sólo traerá
desgracia y desasosiego. Por ello, la moderación política
y diplomática de ambas partes, pero sobre todo de Estados Unidos,
resulta indispensable para evitar la guerra y prevenir nuevos desastres
humanitarios en esa región de Asia.