HECTOR GARCIA, FOTOGRAFO
Los fotógrafos somos los ojos de la sociedad
PREFIERO LA CALLE COMO TEATRO PARA MI ACTIVIDAD, SEÑALA
Con 79 años y un archivo de millares de negativos,
el credo del artista es la búsqueda de la luz
MONICA MATEOS-VEGA
La búsqueda de la luz ha sido el credo de Héctor
García a lo largo de su vida. Es el motivo que lo llevó a
convertirse en una especie de alquimista, quien mediante la fotografía
ha convertido el nitrato de plata en oro.
Con 79 años, un archivo de más de 20 mil
sobres con decenas de negativos cada uno y cientos de anécdotas
acerca de sus experiencias como profesional de la fotografía, Héctor
García, alumno destacado de Manuel Alvarez Bravo y Gabriel Figueroa,
recibirá el Premio Nacional de Ciencias y Artes 2002 en el área
de bellas artes, reconocimiento que se suma a sus premios nacionales de
periodismo (1958, 1968, 1979), entre otras distinciones.
Su autobiografía señala que Héctor
Cobo García nació el 23 de agosto de 1923 ''en el infernal
barrio de La Candelaria de los Patos. Amparo, su madre, le proporciona
sus primeras lecturas. Vendiendo chicles se hizo mascota del escuadrón
áereo en Balbuena, y realizó su primer viaje en avión
a los seis años.
''En 1937 es enviado a la correccional de menores, en
Tlalpan; está bajo la tutela del doctor Alfonso Quiroz Cuarón.
En 1940 ingresa en el Instituto Politécnico Nacional. En 1942-45
se va de bracero con la esperanza de obtener dinero para seguir sus estudios.
Trabaja en Maryland, Nueva York, Filadelfia y Washington como peón
de vía. Toma sus primeras fotos: un compañero arrollado por
un tren. El rollo se vela y, frustrado, decide estudiar fotografía."
Legendaria forma de trabajo
Héctor
García, en entrevista con La Jornada, explica que fue en
1963 cuando ''le agarré el sabor a eso de ser fotógrafo",
a raíz de un encuentro que tuvo con André Malraux.
El entonces primer ministro de Cultura francés
recorría la exposición Fiesta mexicana del Día
de Muertos, que se presentaba en el Cinéma L'Ranelangh, de París.
Al llegar frente a la foto de García titulada Niño en
vientre de concreto, Malraux expresó: ''esta es una de las imágenes
más crueles de nuestro tiempo".
El escritor galo pidió conocer a Héctor,
lo felicitó e invitó a hacer una exposición en Francia.
''Yo llevaba un boleto para estar una semana en ese país, y me quedé
dos años. Malraux, escritor humanista y revolucionario, con su comentario
me reveló la importancia de la fotografía. La imagen que
le impactó la tomé en 1953, es decir, 10 años atrás,
y no me había dado cuenta de la importancia del periodismo, de cómo
una imagen podía hablarle, por ejemplo, a un hombre tan importante
como Malraux.
''Por eso, Niño en vientre de concreto es
muy importante en mi vida y en el periodismo mexicano. Aquí también
la premiaron y me permitió conocer Europa e ir a Medio Oriente",
recuerda.
La peculiar forma de trabajo de Héctor García
es ya legendaria en el medio periodístico: sin cargar los ostentosos
equipos fotográficos, Héctor llega ante el personaje o acontecimiento
que va a captar -muchos lo ven sólo como un curioso que se acerca
a mirar- y de repente mete la mano a una de las bolsas de su saco, extrae
una bolsa de plástico, la deselvuelve y aparece una pequeña
cámara con la cual, casi siempre, se lleva la mejor foto.
Toda una vida ha pasado frente a sus ojos: el centenario
de José Martí en Cuba, Tin Tan de visita en La Habana,
el asalto del cuartel Moncada en julio de 1953, el movimiento sindical
de los ferrocarrileros en 1958, el triunfo de la Revolución Cubana.
Principalmente la calle, su ''teatro de acción", se convirtió
en la ''fuente" favorita de uno de los fotógrafos oficiales de la
Olimpiada México 68.
En 1970, García fue nombrado fotógrafo de
la Presidencia de la República, lo cual le permitió captar
escenas que, lejos de someterse al oficialismo, develaron ángulos
que con frecuencia incomodaron a la clase política.
''Siento que la responsabilidad de los fotógrafos
es ser los ojos de la sociedad. Aunque en cada cosa importante o interesante
a veces nos obstruyen y nos prohíben hacer nuestro trabajo. No sé
si lo hacen para salvarnos la vida, pues tenemos que estar de frente y
en el frente, no podemos reportear por teléfono", explica con ironía.
En 1971 colaboró con Fernando Benítez para
la serie editorial Los indios de México; también en
ese año realizó un documental fílmico sobre la Semana
Santa cora, dirigido por Paul Leduc, con alumnos del Centro Universitario
de Estudios Cinematográficos, del que fue profesor.
Elena Poniatowska ha sido otra de sus compañeras
de lides periodísticas. Con ella visitó en la cárcel
al pintor David Alfaro Siqueiros y lo captó en la célebre
imagen que, a su vez, El Coronelazo plasmó en su obra.
''En esa foto, Siqueiros extiende su mano a través
de los barrotes de la celda como si fuera la paleta del pintor, trascendiendo
el encierro. Es una pose heroica que expresa, como siempre, su rebeldía."
-¿Qué es lo que más le ha gustado
ver de este mundo?
-Todo lo insólito, todo lo bello, todo lo dramático
y trágico. En general le tengo mucha fe a la luz. Si no hay luz
no hay nada, no hay foto. La calle es el teatro de preferencia de mi actividad
porque allí se ve todo, sale todo a la calle. La gente quiere ver
las cosas. Si el volcán Popocatépetl está echando
sus fumarolas queremos ver el interior del cráter, ver por dónde
anda la lava. Somos muy curiosos y qué mejor que una fotografía
o una filmación.
-¿Qué le falta fotografiar?
-Quizá de tanto desearlo lo he convertido en un
sueño: venir con los conquistadores españoles, junto a Bernal
Díaz del Castillo, el cronista. Si yo hubiese estado con mi cámara
junto a ellos, en el Paso de Cortés, viendo la maravilla de Tenochtitlán,
con sus siete lagos y todo eso, entonces la historia sería distinta,
¿no crees?