PETROLEO: FUTURO INCIERTO
El
estudio Mexico Energy Outlook, presentado ayer de manera conjunta por la
Agencia Internacional de Energía (AIE) y la Secretaría de
Energía (SE) de nuestro país, debe ser tomado como una señal
de alerta sobre el rumbo desastroso de la industria petrolera nacional
y sobre la necesidad de reformular de manera radical las estrategias de
Estado en materia de prospección, explotación, transformación
y comercialización de hidrocarburos.
De acuerdo con Faith Birol, especialista de la AIE, encargada
de presentar el documento referido en la ciudad de México, si se
mantienen las tendencias actuales en esas actividades México se
convertirá en menos de tres décadas en importador neto de
petróleo, debido al crecimiento de la demanda interna y al agotamiento
o declinación de los principales yacimientos petrolíferos
nacionales.
Tal escenario obliga a evocar las atinadas -y vigentes-
advertencias que formuló en este sentido el ingeniero Heberto Castillo
desde fines de los años setenta. El fundador del Partido Mexicano
de los Trabajadores señaló que en la medida en que el gobierno
siguiera explotando y exportando el petróleo crudo y financiándose
con el dinero resultante, el país tendría que conformarse
con ver pasar los recursos de sus hidrocarburos sin beneficiarse de ellos
de forma significativa. El crudo genera riqueza donde se integra a procesos
productivos, no donde se extrae, alertaba Castillo, y México estaba
desperdiciando su petróleo y alimentando con él un mar de
corrupción pública y privada, así como una bonanza
artificial y fantasmagórica: tarde o temprano, los yacimientos se
agotarían y no dejarían tras de sí ninguna riqueza
nacional.
Esas reflexiones, expresadas durante el sexenio de José
López Portillo, se hicieron más pertinentes en los gobiernos
posteriores, los cuales siguieron utilizando las facturas petroleras para
pagar la deuda pública y renunciaron a realizar inversiones en prospección
y perforación, y no se diga en infraestructura petroquímica
primaria y secundaria. Desde los años de Miguel de la Madrid hasta
el presente, los sucesivos gobiernos han mantenido políticas petroleras
depredadoras, semejantes a aquellas con las que gobiernos anteriores erosionaron
hasta el punto de hacer inviable la infraestructura ferroviaria nacional.
México no puede darse el lujo de dilapidar su principal
recurso natural no renovable y convertirse en importador de hidrocarburos.
Permitir que se concrete tal escenario sería una irresponsabilidad
y un crimen mayúsculo contra la integridad y la soberanía
nacionales. El grupo que detenta el poder actualmente, como receptor de
la advertencia de la AIE, debe abandonar sus empeños por impulsar
una reforma energética de corte netamente neoliberal y privatizadora
y en cambio emprender la construcción de consensos que sustenten
una política petrolera de Estado, orientada a la redistribución
de la riqueza, a la justicia social y a la generación en territorio
nacional de productos de valor agregado, fortaleciendo y garantizando la
propiedad pública de la industria.