Festejan durante tres días con una misa,
baile y la coronación de su reina
En la familia juchiteca, un muxe es considerado
una bendición
Son considerados el mejor de los hijos; se encargarán
de cuidar a sus padres y hermanos
MARIO VAZQUEZ DE LA TORRE ESPECIAL
Juchitan, Oax., 30 de noviembre. En la familia
juchiteca, un muxe (homosexual en zapoteco) es considerado una bendición.
La madre lo cataloga como el mejor de sus hijos, ya que él se ocupará
de cuidar a sus hermanos, atenderá a los ancianos, hará labores
de limpieza y cocina y, a diferencia de los hijos heterosexuales que se
casan y hacen una nueva familia, nunca abandona a sus padres y los cuidará
hasta que mueran.
Aquí no sólo se les tolera. Desde los años
70, durante tres días, los muxes tienen sus propias fiestas,
parte de las tradicionales velas, en las que cantan, bailan, beben cerveza
a mares, se dejan ver por las calles con sus ostentosos vestidos y culminan
con la coronación de su reina, soberana que representará
a quienes ellos llaman desde entonces "las intrépidas, auténticas
buscadoras del peligro". El destrampe, pues.
A las nueve de la mañana de cualquier sábado
16 de noviembre los preparativos para la vela de la noche están
en su apogeo. Camelia le termina de teñir el cabello a Oscar
Carzola, el regidor de Hacienda del ayuntamiento encabezado por el priísta
Héctor Matus Martínez, quien personalmente coronará
a Gemma I, la reina de los muxes de este año.
''Aquí todos somos priístas, y cuidado con
que nos hagan un feo porque los votos se les acaban, somos muchas y cualquier
partido nos buscaría para afiliarnos'', dice Carzola.
Agrega que para la fiesta "todas vamos vestidas de gran
gala con trajes de noche, llegan familias completas, no se pide dinero
a la gente, el único requisito es que los 'hombres' ingresen con
una caja de 24 cervezas y las mujeres aporten una limosna que entregan
en secreto y envuelta en una servilleta. Los muxes entramos libremente".
No
aceptan menos de mil 500 pesos para permitir a los periodistas fotografiar
y entrevistar a Gemma I, a Pitufina, la majestad saliente,
a Mística y Felina.
Explica que cada vez llegan "más compañeras"
de otras partes de la República. ''Camelia ha sido reina
en dos ocasiones y viene del Distrito Federal, donde dirige una escuela
secundaria, aquí la loca se viste y pinta como una de nosotras haciendo
realidad sus fantasías, ya que donde vive no puede hacerlo, ahí
siempre tiene que guardar la apariencia, por la noche podrán ver
qué cantidad de compañeras llegan'', añade.
Comparten la mesa con Carzola cinco muxes, rasgos
indígenas y cabello largo, lucen alhajas en cuello y brazo, entre
ellos está Sheila, el mayordomo responsable de organizar
este año la fiesta. Todos parecen tener prisa, ya que la hora se
aproxima para estar presente en la iglesia de San Vicente Ferrer, donde
el cura oficiará una misa en honor de los homosexuales.
Llegada la hora, el párroco pide por el descanso
de aquellos homosexuales muertos a causa del sida. Un solo muxe
comulga, pero no recibe la hostia en la boca, se le entrega en la mano
y después de deglutirla, se retira cabizbajo a un rincón
para orar.
Sheila nos cita por la tarde en un bar de su propiedad,
al que concurren al menos 25 homosexuales que bailan y se besan. En la
habitación donde recibe a la prensa hay vestidos de mujer colgados
a montones, en otra pared tiene fotografías vestida de mujer, a
un costado, recortes de revistas con artistas masculinos semidesnudos con
marcas de besos con lápiz labial en sus partes nobles.
Modela el vestido y las joyas de oro que lucirá
por la noche. Más adentro hay, amontonados, al menos 10 personas
que se maquillan y peinan, algunos con el torso desnudo.
Gemma I, de 23 años, es diseñador
y modista, en su casa luce fotografías vestida de tehuana, otras
con sus padres y hermanos; utiliza una habitación como taller de
costura, con el que mantiene a sus padres y a un hermano de siete años.
En una máquina de coser colocada al centro de la habitación
da los últimos detalles al vestido amarillo que lucirá por
la noche.
Tiene prisa y una cita con su peinador, otro homosexual
que tiene su estética en la Plaza de la Conquista. Su madre le acompaña
y no puede ocultar la cara de felicidad. Disimula, u oculta, la emoción
de ser reina, e invita al ensayo general en el salón Princess, donde
será la noche de gala.
Ahí le espera Joaquín, ojos claros y cabello
rubio, quien monta la coreografía; con delicadeza regaña
a los chambelanes por no seguir los pasos de Gemma I y estar en
un par de ocasiones a punto de derribarla cuando siguiendo el compás
de la música la levantan en hombros. Luego de una hora de ensayo,
Gemma se retira a casa para los últimos arreglos.
La fiesta
La fiesta en el salón Princess empieza puntual
a las 22 horas. Lentamente se va llenando el salón con capacidad
para 2 mil personas, algunos con exóticos y diminutos atuendos y
transparencias, otros con el vestido tradicional de la región. Los
hombres ingresan vestidos a la usanza tradicional, con pantalón
azul y camisa blanca.
En el predio hay dos grupos musicales a los extremos que
alternarán toda la noche. A medida que se va llenando el salón
es más difícil concebir el espectáculo: rostros gruesos,
facciones indígenas, tez morena, músculos desarrollados y
espaldas anchas metidas en vestimenta de mujer.
Todos se saludan con un beso en la mejilla, otros en la
boca, con abrazos espontáneos, cada quien va ocupando un lugar.
La cerveza corre a ríos y los platillos típicos son repartidos
entre los presentes, mientras las parejas bailan en la pista los sones
oaxaqueños.
A las 12 en punto comienza la ceremonia de coronación.
Felina presenta a los representantes de cada región del estado
y de otras entidades de la República.
La investidura la preside el alcalde Matus Martínez,
su esposa y Oscar Carzola, quien luce tres collares "ahogadores" (llamados
así por su peso) en oro, con incrustaciones de diamante.
En su discurso, el alcalde resalta la importancia cultural
de los muxes en la región del Istmo, los considera los principales
generadores económicos y representantes culturales, y felicita a
las familias que cuentan con uno de ellos.
Entre ovaciones inicia al baile de coronación;
Gemma I irradia la felicidad de una quinceañera rodeada de
sus chambelanes.
Del tubo a la batalla campal
Alimentada por la cerveza, la fiesta llega a grados de
euforia, algunos quedan inertes en una alfombra de envases vacíos.
Mística, de al menos 100 kilogramos, sube al templete a un
costado del grupo musical, se aferra a un tubo y con una cadencia pesada
va despojándose de sus prendas, todos aplauden y festejan la osadía.
De pronto, estalla una pelea campal a un costado del salón.
Con facilidad masculina, los protagonistas asestan golpes con el puño
cerrado, sin importar la incomodidad de los vestidos largos y estrechos
en las piernas, sin la preocupación de dañar las uñas
postizas, sillas y botellas vuelan. Los rijosos son sacados del salón
por policías municipales que vigilan la entrada, el vocalista del
grupo musical llama a la calma y los ánimos se apaciguan.
El salón queda vacío pasando las ocho de
la mañana del domingo. Es sólo la tercera parte de la vela
de las ''buscadoras del peligro'' porque faltan las de la "lavada de ollas"
y la de "los cocineros".