UNA FABULA, PERO SINIESTRA
En
una fábula de La Fontaine un lobo encontraba un cordero bebiendo
agua en el mismo río donde él bebía, pero aguas arriba
de su deseada presa. Dispuesto a comérselo, le reprochó que
le enturbiaba el agua y, ante la evidente falsedad del caso, terminó
diciendo que si el culpable de semejante ofensa no era el corderito, habría
sido su abuelo... y se lo comió.
Esta fábula parece repetirse en el caso de Irak,
donde una funcionaria británica de la Agencia Internacional de Energía
Atómica (AIEA) declaró que consideraba posible que los ciudadanos
iraquíes escondan en sus casas armas de destrucción masiva
o elementos fundamentales para producirlas, repitiendo así la campaña
de intoxicación lanzada en los medios británicos por los
servicios del gobierno de Anthony Blair, que secunda totalmente los planes
de guerra del gobierno de Washington. Cualquiera que piense un segundo
puede darse cuenta de las contradicciones y de los absurdos presentes en
tal afirmación.
En primer lugar, la funcionaria considera que lo que dice
es posible porque, para ella "en Irak todo es posible", o sea, basa su
opinión no sobre informaciones sino sobre prejuicios. En segundo
lugar, al mismo tiempo que el Reino Unido y Estados Unidos declaran que
Irak vive bajo una tiranía aborrecida por su pueblo, sostienen sin
embargo la posibilidad de que ciudadanos privados puedan esconder en sus
casas enormes cohetes con cabeza nuclear, cohetes Scud de largo alcance
con capacidad de lanzar gases mortíferos o elementos vitales (químicos
o laboratorios biológicos, por ejemplo) para preparar armas letales.
Aparte del patriotismo y la lealtad de las masas al régimen
que tales suposiciones presumen, los servicios de inteligencia y los aviones
espías ingleses y estadunidenses deberían haber detectado
ya que las grandes armas no se pueden transportar en morralitos por la
calle ni en los bultos que cargan los camellos. Es evidente entonces que
la intención de esta siniestra fábula es convencer a un amplio
sector del público anglosajón, que tiene paladar muy grueso
y se traga muchas cosas, de que, aunque los inspectores no encuentren nada
en los lugares donde tratarán de encontrar armas de destrucción
masiva o huellas de su fabricación, ello no significa que no existan
sino que están escondidas en los baños o bajo las camas en
las casas de los civiles, las cuales deberían ser allanadas una
por una porque el enemigo no es sólo Saddam Hussein sino también,
y sobre todo, el pueblo iraquí. Contra éste hay que hacer
la guerra, con cualquier pretexto, porque hay que despojarlo de su petróleo,
de su soberanía, de su país mismo, como demuestran los proyectos
de división del país en tres estados y de apropiación
de los pozos petroleros.
Si no hay armas químicas o atómicas en las
fábricas o los cuarteles, siempre hay la "posibilidad" de que los
iraquíes, que serían falsos y astutos por naturaleza, las
escondan en sus patios, en los gallineros. Pero si no hay armas ni siquiera
allí, siempre queda la ofensa porque hace 50 años Irak nacionalizó
el petróleo que estaba en manos, principalmente, de los ingleses.