Antonio Gershenson
ƑQué se discute con la reforma eléctrica?
Se discute sobre si se va a admitir inversión privada en la industria eléctrica. Esa inversión está ya ahí, casi todas las nuevas plantas de generación de electricidad son propiedad de empresas externas. Lo que en realidad plantea la reforma constitucional y legal enviada por el gobierno federal al Senado es que una parte importante del actual consumo sea abastecido por productores privados de electricidad, y que en vez del actual sistema, que incluye algo de planeación y bastante regulación, se "fabrique" un mercado eléctrico.
Sin embargo, resulta que en el país del que llegaron estas grandiosas ideas, de donde Enron trajo una propuesta que luego fue casi calcada por el equipo de lo que aún era embrión del actual gobierno, marchan en el sentido opuesto. Enron no sólo está en quiebra, sino que ahora es allá el símbolo de lo que no hay que hacer. Varios de sus principales ejecutivos están procesados, incluso penalmente. Y los organismos reguladores, a la luz de la experiencia, sobre todo la de California, revisan las causas que condujeron a la catástrofe. No hablamos sólo de la crisis energética de la segunda mitad de 2000 y buena parte de 2001. Hablamos de la falta de credibilidad de varias instituciones financieras, públicas y privadas, del vecino país, ante inversionistas de varios otros países. Y de lo que pueda venir.
Durante décadas, la electricidad en Estados Unidos fue suministrada por monopolios regionales regulados. Había planeación con esas empresas privadas, como la había en algunos países europeos, en México y en otros casos, con las empresas públicas. Las empresas que prestaban ese servicio público eran dueñas de las redes de transmisión y distribución y de las plantas que generaban la electricidad. Se podía invertir con la suficiente anticipación para cubrir la demanda futura. Esa planeación existía también en las otras ramas principales de la industria, y el mercado regulaba las áreas de la economía en las que había muchos proveedores, relativamente pequeños.
Vino, con Reagan, la época de la llamada desregulación. Supuestamente, el mercado regularía la vida económica. Este fenómeno llegó a la electricidad un buen número de años después de su inicio en ese país. Y no llegó de golpe ni de manera uniforme. Para fines de 1996, año en que el comercio de electricidad al mayoreo fue "desregulado" en el nivel federal, sólo tres estados, incluida California, lo habían hecho en el nivel local.
Con esto, una empresa que instalaba una nueva planta generadora, que anteriormente firmaba de inmediato contratos a largo plazo con precios fijos, o por lo menos conforme a una fórmula en la que el precio variaba sólo con el precio del gas usado para la generación, ahora tendría que competir. Tendría que ofrecer precios más bajos ante la presencia de competidores. En varios casos, los precios bajaron por un tiempo, y eso contribuyó a frenar la inversión en plantas nuevas.
El aumento de la demanda de energía, en un periodo de crecimiento sostenido que duró una década, y el freno a las inversiones en nuevas plantas, generaron un aumento del precio del gas natural, y también de la electricidad. Estos aumentos habían sido, en el caso del gas, cíclicos, con su punto más alto en los inviernos de 1992, 1996... y ahora 2000, continuando siempre en los primeros meses del año siguiente. En este último caso, sin embargo, ya el precio del petróleo tenía un nivel más alto que en los anteriores, como resultado de los acuerdos entre productores y exportadores de este energético. Y como hay campos en los que se puede sustituir el uso de derivados de crudo por gas, y viceversa, esto presionó más al alza el precio del gas. De dos dólares por millón de BTU, en dos años el precio alcanzó el orden de los 10 dólares en las zonas ricas en gas, como el sureste de Texas.
En California, sin embargo, varias empresas, ahora sujetas, ellas o sus funcionarios, a juicio, y algunas declaradas en quiebra, aprovecharon la situación para manipular el mercado, amplificar la escasez y llevar el precio del gas a niveles en el orden de los 50 dólares. La electricidad, que al mayoreo se había vendido a 30 o 40 dólares el megavatio hora, llegó a casi mil 500 dólares. Las altas utilidades de algunas empresas contribuyeron a una inversión desmedida, que en varios casos se tradujo luego en capacidad excedente y en precios bajos. En este proceso cíclico, varias empresas importantes se endeudaron en extremo, confiadas en que las grandes ganancias iban a seguir, y de ahí se podría ir pagando los préstamos. Ahora, las ventas bajan con la recesión, a la cual contribuyó todo este lío, los precios son más bajos y el número de empresas en la cola de las quiebras va aumentando.
No sólo eso, esto seguirá. Durante los años del gran negocio, las empresas de la energía se endeudaron con 600 mil millones de dólares. En la medida en que las deudas no puedan ser pagadas, por la situación ya descrita, también los grandes bancos resultarán más afectados de lo que ya están con casos como Enron y WorldCom.
Todo este conjunto de problemas sacudió al país del norte, y los procesos de desregulación en varios estados fueron frenados. Una ley desreguladora nacional fue votada en contra en el Congreso, y los organismos reguladores revisan a fondo la estrategia de los últimos años, en busca de remedios para esta situación.
Por lo menos en algunos aspectos, se empieza a regresar al sistema anterior: contratos de largo plazo, la seguridad en los largos plazos, en lugar de las ganancias escandalosas, de las cuales sólo el escándalo subsiste. Pero aquí hay funcionarios, tecnócratas y algunos políticos que quieren que recorramos ese mismo camino al abismo, del cual nuestros vecinos ahora, asustados de lo que vivieron, se retiran.