ENTREVISTA /CARLOTA
ACOSTA HERNANDEZ, MADRE DE MISAEL NUÑEZ
Vicente Fox debe aclarar el asesinato de mi hijo
DEMANDA QUE LA FISCALIA ESPECIAL REVISE A FONDO EL
CASO
Con 73 años, Carlota Acosta ha sobrevivido a
dos infartos y no olvida cómo fue asesinado su hijo, un maestro
que se oponía al cacicazgo que ejercían Carlos Jonguitud
y Elba Esther Gordillo en el SNTE. A 21 años del crimen, exige una
investigación que culmine con el castigo para los responsables
JUDITH CALDERON Y JAVIER SALINAS
Tecamac, Mex., 28 de noviembre. Carlota Acosta
Hernández es una mujer madura de piel morena que habla emocionada
de su hijo, Misael Núñez Acosta, como un luchador social
que "murió sin saber la magnitud de su trabajo político".
Dice que las recientes noticias sobre el asesinato de su primogénito
volvieron a remover sus recuerdos y "me puse muy mal". Exige que se castigue
a los responsables y considera que corresponde a la Fiscalía Especial
para Movimientos Sociales y Políticos del Pasado revisar a fondo
el caso, "porque cuando lo mataron no se investigó nada. Nosotros
no podemos acusar a nadie porque no tenemos pruebas. Le diría a
Vicente Fox que él, que es quien está en el poder, debe hacer
algo".
Misael,
recuerda, desechó las advertencias de que lo perseguían e
ignoró los pronunciamientos hechos por dirigentes del Sindicato
Nacional de Trabajadores de la Educación (SNTE), que calificaban
a la disidencia de "aventureros e irresponsables que pretenden quebrantar
nuestra estructura". Dos meses antes del asesinato, el periódico
El Nacional publicó un discurso del entonces dirigente nacional
del gremio, Ramón Martínez Martín, quien advirtió:
"El SNTE no transará con los disidentes, pues nuestra organización
no es plataforma política de aventureros e irresponsables". En el
acto participaron mentores de 55 secciones, según detalla la nota
difundida en primera plana en diciembre de 1980.
En su discurso planteó: "el SNTE no permitirá
la injerencia de fuerzas manipuladas del exterior que pretenden quebrantar
nuestra estructura. Nuestro sindicato no es plataforma política
de aventureros e irresponsables, que creyéndose seudorrevolucionarios
practican la contrarrevolución minando las organizaciones de los
trabajadores". Manifestó que el SNTE seguía los lineamientos
de Carlos Jonguitud Barrios, quien en esas fechas era presidente nacional
de Vanguardia Revolucionaria en dicho sindicato.
Núñez Acosta, el maestro de 31 años,
participaba en esas fechas como disidente dentro de la sección 36
del SNTE. Se enfrentaba a la lideresa Elba Es-ther Gordillo. Había
sido protagonista de la formación del Consejo Central de Lucha Magisterial
del Valle de México y de un paro de labores que cumplió 27
días en diciembre de 1980. En esas fechas era acusado en el periódico
El Sol de Valle de México, junto con Sergio Montaño,
de "preparar agitadores profesionales para que con metralleta y cuchillo
obliguen a los maestros a parar".
Eran tiempos de gran revuelta en el magisterio. Los maestros
luchaban por mejoras salariales e impugnaban el charrismo sindical.
Carlota Acosta narró que un mes antes del homicidio, un compañero
de Misael le comentó: "el SNTE mandó hacer un estudio muy
a fondo del sindicato para saber quiénes tienen capacidad de organización,
y dicen que es Misael. Yo le quiero decir que se ande con cuidado".
Carlota habló con su primogénito, pero el
hombre de "carácter fuerte y enérgico, que desde pequeño
fue muy inquieto", desechó el llamado de alerta que en privado le
hizo su madre.
-¡Ay, jefa! Ellos hablan porque son cobardes ¡Qué
les anda haciendo caso! No me pueden matar, lo que pueden hacer es quitarme
mi plaza de maestro, a mis hermanos o a Yola (su compañera). Pero
adonde nos manden vamos a trabajar". Y animándola, agregó:
"¿qué pasó con ese espíritu de lucha?"
El origen de la combatividad
Atribuye la personalidad combativa de Misael a la influencia
del abuelo materno, Carlos Acosta. Recuerda: "mi papá, que era evangelista,
era luchador social y fue presidente municipal de Tepehuacán, Hidalgo.
Misael andaba con él en los pueblitos enseñando a los indígenas
a hacer su brasero, sus hornillas". Además de la influencia del
abuelo, dice que también influyó la situación de pobreza
en que vivieron, porque "él siempre aborreció la injusticia".
Carlota estudió la secundaria en un internado evangelista
en Hidalgo. A los 18 años se casó con Audomaro Núñez,
quien trabajaba como obrero en el área de fundición. Tuvieron
siete hijos, y como el salario de él no alcanzaba -19.50 pesos mensuales-,
ella tuvo que trabajar siempre, lo hace hasta la fecha, y menciona que
quien le ayudaba era Misael. "Por él tuve casa en Tulpetlac y después
la vendí para comprar aquí", dice, y señala la casa
ubicada en Tecámac, donde vende fierro viejo y cartón "para
comer, porque nunca he sido atenida".
Cuando sus hijos eran pequeños anduvo limpiando
casas y durante años vendió comida afuera de la Clínica
68 del IMSS. Dice que a sus hijos nunca les pegó: "¡cómo
cree! Para mí son una bendición. Tenemos a los hijos prestados
y nosotros teníamos muchas carencias. Apenas nos alcanzaba para
vestirlos. ¡Cómo los iba yo a maltratar!"
Recuerda que acompañaba a su hijo Misael a los
mítines y participó activamente para lograr mejoras en la
telesecundaria de Tulpetlac. Consiguieron que les pusieran laboratorio
y les entregaran materiales. Cuando se rumoró que lo perseguían,
ella le pidió: "ya no te metas en la política". Pero él
quería la democratización del SNTE, tenía mucha fe
y muchas esperanzas. Anhelaba que estuvieran mejor los maestros, "porque
muchos de ellos no tienen carro, andan en pesero, no tienen casa,
se la pasan rentando porque nunca han recibido buenos salarios".
Ha tenido que soportar la muerte de dos de sus hijos:
el primero de ellos, asesinado. Elvira, la segunda, que era enfermera,
murió en una clínica del IMSS. Sus ojos se llenan de lágrimas
cuando recuerda: "el día que mataron a Misael fue horrible. Dice
mi nuera que un carro pasó enfrente de la casa, hasta se paró
enfrente y estuvo viendo. Lo andaban buscando". Hasta Edson, el hijo de
Misael que apenas tenía 10 años, dijo: "mire, tía,
nos andan espiando".
Ella estaba en la telesecundaria de Tulpetlac. "Al regresar
alguien llamó por teléfono. Eran como las siete de la noche
cuando me enteré. Quise llegar hasta donde estaba mi hijo, pero
no me dejaron hacerlo". Se desmayó y tuvieron que llevarla al Seguro
Social. Su corazón empezó a fallar y ocho meses después
sufriría el primero de dos infartos que ha tenido hasta la fecha.
"Mi hijo pasó a ser parte del pueblo. Ojalá
hubiera vistolo que pasó el día que lo mataron: había
gente llorando por todas partes, como si de todos hubiera sido hijo"
Carlota, que es descrita por habitantes de Tulpetlac,
estado de México, como "aguerrida", exigió al entonces procurador
Humberto Lira Mora que esclareciera el asesinato. El funcionario la consoló:
"no señora, no se preocupe, si los sentencian a 30 años de
cárcel, es como morir en vida". Ella esperó, pero después
de la sentencia, "como a los 15 días, los acusados se fugaron" y
"ya no pudimos hacer nada y las autoridades tampoco".
Tiempo después recibió otra mala noticia:
el abogado, León de la Selva, quien llevaba el caso y que incluso
pidió que ambos fueran coadyuvantes en la investigación,
también fue asesinado, "a pesar de que siempre andaba con agentes".
Es quizás por todo eso que ahora pide insistentemente
a sus hijos "que no se metan en la política, porque otra cosa así
no la soporto". Habla con cautela. Dice que no recuerda los nombres de
los gatilleros que ultimaron a su primogénito y tampoco de dónde
vino la orden para hacerlo.
Asegura que ya olvidó si en una de las audiencias
uno de los detenidos declaró que Elba Esther Gordillo les había
pagado. Ella no quiere ya ningún problema, dice remarcando la frase,
mientras descansa en una silla en el patio de su casa.
Al asomarse sobresalen fierros, bicicletas y costales
de cartón. En ese ambiente resaltan, luminosas, las flores. Una
mata de durazno del lado izquierdo, un ramillete de margaritas, malvones
de todos colores.
En el interior, en una sala modesta se pueden ver, a través
del cristal, muchas plantas más y en el centro de la sala dos fotografías:
la de Misael y la de su hija Hilda, que estudió también para
maestra a nivel licenciatura, pero que no pudo conseguir trabajo y se encuentra
en Estados Unidos con otro de sus hermanos.
"Por eso yo les digo que no conviene que estudien para
maestros. A mi hijo Elfego, que tiene 25 años trabajando, no le
han dado ni siquiera una dirección. Mejor que se pongan a vender
pepitas", concluye entre risas.