MEXICO SA
Carlos Fernández-Vega
El compromiso de Lula: terror de pocos, esperanza de muchos
Subsidios agrícolas y distorsiones comerciales
AUNQUE EL GOBIERNO DE Estados Unidos afirme públicamente
que con el ascenso de Lula la política exterior brasileña
registrará cambios "más de tono y estilo que de sustancia",
la diplomacia estadunidense tendrá que pasar por varias pruebas
de fuego para sustentar su dicho.
UNA DE ELLAS, SIN DUDA, será la relativa
a la política de subsidios agrícolas practicada por el gobierno
de George W. Bush, junto con la llevada a la práctica por una buena
parte de las naciones integrantes de la Unión Europea, que ha partido
en decenas de pedazos al de por sí endeble esquema agrícola
de los países subdesarrollados.
DURANTE SU CAMPAÑA electoral, el ahora presidente
electo de Brasil se comprometió, entre otras muchas cosas, a que
su gobierno rechazaría la negociación y el eventual ingreso
de esa nación sudamericana al Acuerdo de Libre Comercio de América
(ALCA) que promueve el sheriff George W. Bush, si Estados Unidos
no actúa en consecuencia y elimina medidas proteccionistas, entre
ellas, de manera destacada, la relativa a los generosos subsidios que su
gobierno destina a sus agricultores.
PRUEBA DE FUEGO, TODA vez que en la cumbre del
APEC, recientemente celebrada en Los Cabos, Baja California, el gobierno
de Estados Unidos ratificó su negativa de actuar consecuentemente
con el discurso de apertura, liberación y cero proteccionismo que
pregona en cuanto foro comercial participa, asegurando que el patrón
no tiene por qué pasar las vergüenzas de sus empleados.
EN ESE FORO, EL presidente Bush descaradamente
hizo a un lado el tema de los subsidios agrícolas y demás
temas de apertura comercial, privilegiando su política guerrera
en contra de Irak y en contra de quien se le ocurra manifestar diferencias
con la estrategia de los policías del mundo.
SIN EMBARGO, EL delicado asunto de los subsidios
agrícolas y sus devastadores efectos en las economías subdesarrolladas
no pueden hacerse a un lado, como tampoco la advertencia hecha por la OCDE
(a la que pertenecen, paradójicamente, las naciones de la Unión
Europea), en el sentido de que 97 por ciento de las "distorsiones" comerciales
que se reportan en el mercado agrícola internacional es provocado
por la política que en ese renglón practica el gobierno de
Estados Unidos.
DE IGUAL MANERA, información del Banco Mundial
revela que en la década de los 90 las naciones altamente desarrolladas
destinaron un monto seis veces superior de recursos públicos al
subsidio de sus respectivas y poderosas agriculturas, en comparación
con el volumen de ayuda financiera que ese mismo grupo de países
canalizó -en la mayoría de las ocasiones fuertemente condicionada-
para combatir la pobreza en el mundo, en el contexto de los "consensos"
establecidos dentro de los distintos mecanismos de la ONU: 311 mil millones
contra 55 mil millones de dólares para cada renglón.
EL DE LOS SUBSIDIOS agrícolas, pues, no
es un tema que Estados Unidos pueda resolver con la comunidad de naciones
con la sola esperanza de que en casos como el brasileño sólo
se registren "cambios de tono y estilo" en materia de política externa.
Se requieren decisiones de fondo, y en este sentido el gobierno de Estados
Unidos, que recientemente decidió incrementar en 70 por ciento el
monto de los subsidios agrícolas, tendrá que ponderar la
congruencia de Lula ya no en campaña electoral, sino en el ejercicio
de la Presidencia de la República, apoyado por la mayoría
de los brasileños.
BRASIL, DESDE LUEGO, no es el único país
del Tercer Mundo (México ocupa los primeros lugares de la enorme
lista) que de tiempo atrás sufre las consecuencias de la política
de subsidios agrícolas practicada por las naciones ricas, pero sí
podría convertirse, con la llegada de Lula, en el primero que adopte
una posición firme ante las viciadas prácticas del gobierno
de Estados Unidos en el renglón referido.
LOS PROBLEMAS DE Brasil, sin embargo, no comienzan
ni terminan con los subsidios agrícolas del mundo desarrollado.
Lula y su equipo de trabajo tendrán que hacer frente a un rosario
de situaciones irresueltas que han empobrecido a millones de brasileños,
copia fiel de lo que ha sucedido, y sucede, en el resto de América
Latina.
EN LA PROPUESTA DE campaña, Lula y el Partido
de los Trabajadores pusieron especial énfasis en la enorme deuda
social que acumula su país. No es gratuito que América Latina
(con México y Brasil a la cabeza) sea considerada por los "sorprendidos"
organismos financieros internacionales -FMI y el Banco Mundial- como la
región del planeta en la que impera la más lacerante e ignominiosa
inequidad en la distribución del ingreso y la riqueza.
ENTRE OTRAS MUCHAS vergüenzas sociales, México
y Brasil acumulan más de 100 millones de habitantes que sobreviven
en condiciones de pobreza y miseria, a pesar de que para algunos dirigentes
políticos lo importante, lo destacable, es difundir que es el primero
de los países citados el que desbancó al segundo y que ahora
ocupa la novena posición en el ranking económico internacional,
al tiempo que ninguna otra nación de América Latina le puede
pelear el lugar de honor en la región.
LULA SE HA COMPROMETIDO, lo que no deja de disgustar
a los sensibles "mercados" y a los "aterrorizados inversionistas", a poner
en marcha un programa económico que conlleve una distribución
más equitativa de la riqueza generada en Brasil, al tiempo que practicará
una política social de alto impacto que aminore, en el menor tiempo
posible, la enorme deuda que en este renglón acumula la nación
sudamericana.
EL PANORAMA NO ES nada grato, porque paralela a
la social, Brasil reporta la deuda externa más abultada del planeta
que prácticamente mantiene inmovilizadas a las finanzas nacionales.
Sobre el particular, Lula ha señalado que cumplirá con los
compromisos asumidos en esta materia, aunque ha rechazado que para tal
propósito sea obligatorio aceptar los tradicionales intereses de
usura que imponen tanto la banca comercial como los organismos financieros
internacionales, ni mucho menos los draconianos ajustes que a lo largo
de los pasados 20 años han devastado no sólo a los brasileños,
sino al conjunto de los latinoamericanos.
LULA, PUES, A PARTIR del primero de enero de 2003.
Las rebanadas del pastel:
POR LOS FAVORES RECIBIDOS, gracias señor
secretario de Hacienda: sin consumir más energía eléctrica,
mi pago por tal concepto ha aumentado 167 por ciento en lo que va del año.