Directora General: Carmen Lira Saade
México D.F. Jueves 31 de octubre de 2002
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Economía
MEXICO SA

Carlos Fernández-Vega

El compromiso de Lula: terror de pocos, esperanza de muchos

Subsidios agrícolas y distorsiones comerciales

AUNQUE EL GOBIERNO DE Estados Unidos afirme públicamente que con el ascenso de Lula la política exterior brasileña registrará cambios "más de tono y estilo que de sustancia", la diplomacia estadunidense tendrá que pasar por varias pruebas de fuego para sustentar su dicho.

UNA DE ELLAS, SIN DUDA, será la relativa a la política de subsidios agrícolas practicada por el gobierno de George W. Bush, junto con la llevada a la práctica por una buena parte de las naciones integrantes de la Unión Europea, que ha partido en decenas de pedazos al de por sí endeble esquema agrícola de los países subdesarrollados.

DURANTE SU CAMPAÑA electoral, el ahora presidente electo de Brasil se comprometió, entre otras muchas cosas, a que su gobierno rechazaría la negociación y el eventual ingreso de esa nación sudamericana al Acuerdo de Libre Comercio de América (ALCA) que promueve el sheriff George W. Bush, si Estados Unidos no actúa en consecuencia y elimina medidas proteccionistas, entre ellas, de manera destacada, la relativa a los generosos subsidios que su gobierno destina a sus agricultores.
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PRUEBA DE FUEGO, TODA vez que en la cumbre del APEC, recientemente celebrada en Los Cabos, Baja California, el gobierno de Estados Unidos ratificó su negativa de actuar consecuentemente con el discurso de apertura, liberación y cero proteccionismo que pregona en cuanto foro comercial participa, asegurando que el patrón no tiene por qué pasar las vergüenzas de sus empleados.

EN ESE FORO, EL presidente Bush descaradamente hizo a un lado el tema de los subsidios agrícolas y demás temas de apertura comercial, privilegiando su política guerrera en contra de Irak y en contra de quien se le ocurra manifestar diferencias con la estrategia de los policías del mundo.

SIN EMBARGO, EL delicado asunto de los subsidios agrícolas y sus devastadores efectos en las economías subdesarrolladas no pueden hacerse a un lado, como tampoco la advertencia hecha por la OCDE (a la que pertenecen, paradójicamente, las naciones de la Unión Europea), en el sentido de que 97 por ciento de las "distorsiones" comerciales que se reportan en el mercado agrícola internacional es provocado por la política que en ese renglón practica el gobierno de Estados Unidos.

DE IGUAL MANERA, información del Banco Mundial revela que en la década de los 90 las naciones altamente desarrolladas destinaron un monto seis veces superior de recursos públicos al subsidio de sus respectivas y poderosas agriculturas, en comparación con el volumen de ayuda financiera que ese mismo grupo de países canalizó -en la mayoría de las ocasiones fuertemente condicionada- para combatir la pobreza en el mundo, en el contexto de los "consensos" establecidos dentro de los distintos mecanismos de la ONU: 311 mil millones contra 55 mil millones de dólares para cada renglón.

EL DE LOS SUBSIDIOS agrícolas, pues, no es un tema que Estados Unidos pueda resolver con la comunidad de naciones con la sola esperanza de que en casos como el brasileño sólo se registren "cambios de tono y estilo" en materia de política externa. Se requieren decisiones de fondo, y en este sentido el gobierno de Estados Unidos, que recientemente decidió incrementar en 70 por ciento el monto de los subsidios agrícolas, tendrá que ponderar la congruencia de Lula ya no en campaña electoral, sino en el ejercicio de la Presidencia de la República, apoyado por la mayoría de los brasileños.

BRASIL, DESDE LUEGO, no es el único país del Tercer Mundo (México ocupa los primeros lugares de la enorme lista) que de tiempo atrás sufre las consecuencias de la política de subsidios agrícolas practicada por las naciones ricas, pero sí podría convertirse, con la llegada de Lula, en el primero que adopte una posición firme ante las viciadas prácticas del gobierno de Estados Unidos en el renglón referido.

LOS PROBLEMAS DE Brasil, sin embargo, no comienzan ni terminan con los subsidios agrícolas del mundo desarrollado. Lula y su equipo de trabajo tendrán que hacer frente a un rosario de situaciones irresueltas que han empobrecido a millones de brasileños, copia fiel de lo que ha sucedido, y sucede, en el resto de América Latina.

EN LA PROPUESTA DE campaña, Lula y el Partido de los Trabajadores pusieron especial énfasis en la enorme deuda social que acumula su país. No es gratuito que América Latina (con México y Brasil a la cabeza) sea considerada por los "sorprendidos" organismos financieros internacionales -FMI y el Banco Mundial- como la región del planeta en la que impera la más lacerante e ignominiosa inequidad en la distribución del ingreso y la riqueza.

ENTRE OTRAS MUCHAS vergüenzas sociales, México y Brasil acumulan más de 100 millones de habitantes que sobreviven en condiciones de pobreza y miseria, a pesar de que para algunos dirigentes políticos lo importante, lo destacable, es difundir que es el primero de los países citados el que desbancó al segundo y que ahora ocupa la novena posición en el ranking económico internacional, al tiempo que ninguna otra nación de América Latina le puede pelear el lugar de honor en la región.

LULA SE HA COMPROMETIDO, lo que no deja de disgustar a los sensibles "mercados" y a los "aterrorizados inversionistas", a poner en marcha un programa económico que conlleve una distribución más equitativa de la riqueza generada en Brasil, al tiempo que practicará una política social de alto impacto que aminore, en el menor tiempo posible, la enorme deuda que en este renglón acumula la nación sudamericana.

EL PANORAMA NO ES nada grato, porque paralela a la social, Brasil reporta la deuda externa más abultada del planeta que prácticamente mantiene inmovilizadas a las finanzas nacionales. Sobre el particular, Lula ha señalado que cumplirá con los compromisos asumidos en esta materia, aunque ha rechazado que para tal propósito sea obligatorio aceptar los tradicionales intereses de usura que imponen tanto la banca comercial como los organismos financieros internacionales, ni mucho menos los draconianos ajustes que a lo largo de los pasados 20 años han devastado no sólo a los brasileños, sino al conjunto de los latinoamericanos.

LULA, PUES, A PARTIR del primero de enero de 2003.

Las rebanadas del pastel:

POR LOS FAVORES RECIBIDOS, gracias señor secretario de Hacienda: sin consumir más energía eléctrica, mi pago por tal concepto ha aumentado 167 por ciento en lo que va del año.

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