Desde el sexenio pasado se desconoce la cifra de efectivos de la Sedena en la entidad
Calculan que hay entre 60 y 80 mil soldados esparcidos por todo Chiapas
Hasta la gente considerada "leal", la mayoría priísta, ha visto subvertida su cotidianidad
HERMANN BELLINGHAUSEN ENVIADO
Ocosingo, Chis. 30 de octubre. ƑCómo corren los días en la distensión de una guerra, donde unas cuantas cosas determinantes están establecidas? Decenas de miles de soldados, un auténtico ejército dentro de las fuerzas totales de la Secretaría de la Defensa Nacional, mantienen una ocupación amplia, intensiva y extensiva, en las montañas de Chiapas. Ni durante el sexenio de Ernesto Zedillo ni, mucho menos, el de Vicente Fox han existido cifras oficiales definitivas sobre el número de elementos castrenses destacados en las comunidades, caminos y tierras de cultivo donde habita más de un millón de tzeltales, tzotziles, tojolabales, choles, zoques y, en menor cantidad, caribes, mames, kakchiqueles y quichés.
Todos estos pueblos padecen, de una u otra forma, los efectos de la militarización. Incluso los considerados "leales", en su gran mayoría priístas, han visto sus días subvertidos. La vida es otra con los soldados allí.
Estudiosos, observadores civiles y diputados de la oposición han calculado que en Chiapas se encuentran entre 60 y 70 mil soldados activos del Ejército federal. Un diputado perredista llegó a hablar de 80 mil a fines del sexenio pasado. Por su parte, las fuerzas armadas han reconocido en distintos momentos entre 17 y 24 mil como total de tropas desplazadas en Chiapas.
Desde el inicio del gobierno foxista no se ha revelado ninguna cifra oficial. Ni siquiera aproximada. Tanto las comunidades indígenas, como los observadores independientes, coinciden, sin embargo, en que no se ha reducido la concentración militar en la zona de conflicto entre 2000 y 2002. Y al menos en algunas regiones se ha incrementado, en especial durante el presente año.
Con el retiro de siete posiciones a principios de 2001, en cumplimiento a una demanda específica del EZLN, y el levantamiento de la mayoría de los retenes militares en los caminos de la zona, el gobierno foxista alentó la versión de que esas tropas habían abandonado la región. Fuentes periodísticas oficiosas, más osadas, han sostenido desde entonces que el Ejército federal se "retiró"; versión que a la primera ojeada in situ cae por su propio peso.
El Centro de Investigaciones Económicas y Políticas de Acción Comunitaria es el organismo que con mayor constancia ha estudiado el fenómeno de la militarización de las comunidades indígenas en la zona de conflicto. Hacia 2000, Ciepac documentó 175 posiciones fijas y campamentos del Ejército federal (más algunos de policía federal y estatal). Sólo en Ocosingo eran 81 y 40 en Chenalhó. (31 en Las Margaritas, 24 en Tila, 14 en San Cristóbal de las Casas y Palenque.)
Exceptuando los siete puntos mencionados (Cuxuljá, Jolnachoj, Guadalupe Tepeyac, Amador Hernández, La Garrucha, río Euseba y Roberto Barrios), el Ejército federal no desmanteló ningún asentamiento, mientras las tropas "retiradas" engrosaron los campamentos y cuarteles más cercanos. Por ejemplo, las tropas que se encontraban en La Garrucha pasaron al vecino campamento de Patihuitz, o bien se instalaron en las bases militares de San Quintín y Toniná; todo esto, a unos cuántos kilómetros de su ubicación inicial. O bien el gran cuartel de Guadalupe Tepeyac, que se reacomodó en las bases de San Quintín y Comitán, o los campamentos de Vicente Guerrero y Rancho El Momón. Algo similar ocurrió en los otro cinco casos de "retiro".
Municipios autónomos, organizaciones indígenas y campesinas, observadores internacionales y organismos de derechos humanos han denunciado reiteradamente el ingreso de nuevas tropas a las posiciones en la selva Lacandona, la zona norte y Los Altos. Aunque el mando militar de la región ha informado que se trata de un "relevo" de tropas, los indígenas sostienen que éstas salieron en menor número del que entró. (Algo que han aprendido las comunidades en resistencia desde 1995 es a contar soldados y policías.)
En septiembre se documentó el ingreso de mil 500 soldados sólo hacia el municipio autónomo Ricardo Flores Magón, al norte de Ocosingo; no salieron más de 500, según los indígenas.
Poco después se instaló un nuevo campamento en Xanil, en el acceso a Tumbalá y al municipio autónomo La Paz. La semana pasada, la CIOAC denunció desde Comitán la creación de un nuevo campamento del Ejército federal en la comunidad de Justo Sierra, en el camino a Altamirano. (Versiones no confirmadas hablan de que podrían ser más).
Tras la llegada del gobierno de Vicente Fox se redujeron los patrullajes terrestres y aéreos, sin desaparecer. Por lo menos en torno al municipio autónomo de Polhó, el paso de convoyes militares y policiacos sigue siendo constante. Varias veces al día. El pueblo de Polhó, donde viven miles de refugiados por la violencia paramilitar, se encuentra sitiado por el Ejército, que ocupa con una base el barrio de Majomut, y tiene bien equipado un asentamiento de "labor social" literalmente encima de la comunidad; es decir, a tiro de piedra, en un "balcón" al borde de la carretera que domina la comunidad y los seis campamentos de desplazados.
Los sobrevuelos de patrullaje, rastreo o rasantes, se redujeron considerablemente, si bien comunidades como Amador Hernández, La Realidad y Guadalupe Tepeyac son patrulladas por aire cada noche. También vuelan sobre Polhó aviones y helicópteros militares.
Las ciudades que bordean la región indígena también se han transformado. Militarizado. Por ejemplo Ocosingo, cabecera municipal gobernada nuevamente por el PRI. Representa el prototipo de base militar integrada. La 39 Zona Militar, con su flamante conjunto de edificios e instalaciones de guerra en el predio Toniná, introdujo miles de nuevos "habitantes" a la ciudad, habitual centro del comercio, la cúpula ganadera y las burocracias caciquiles. Hoy representa el principal motor económico de la población, volcada a prestar servicios a la tropa.
Súmense a los "pobladores" de Toniná los miles de soldados en los cuarteles de Ocotalito, Monte Líbano, San Quintín y decenas de campamentos circunvecinos. Con sus restaurantes, tiendas, gasolineras, centros nocturnos, burdeles y aserraderos, una policía militarizada hasta en el uniforme y un ambiente propicio para la conspiración paramilitar, Ocosingo es la ciudad modelo de la contrainsurgencia "a la mexicana".