Luis Linares Zapata
El rugido de la Conago
La insuficiencia de ingresos públicos para siquiera paliar las urgentes necesidades del gasto y la inversión de los distintos niveles de gobierno en México está produciendo fenómenos políticos, sociales y hasta culturales dignos de consideración. El primero se dio en forma de divergencia con ribetes de encono, reto, partidarismo y hasta provocación entre algunos gobernadores (agrupados en la Conago) y el Ejecutivo federal.
Se alega que 40 mil millones de pesos de participaciones recortadas a las tesorerías estatales quedaron atrapados en las redes secretas federales (Secretaría de Hacienda y Crédito Público). Pero el asunto pronto avanzó en complejidad al coincidir la disputa con la décima reunión de la APEC y las pretensiones de Fox de proyectar a ese mundo una imagen de unidad. Similar alerta fue causada entre los mexicanos, con frecuencia mal dispuestos a juzgar los pleitos de sus dirigentes. No faltaron las referencias a los siempre nerviosos mercados ante lo que bien podría devenir en serias confrontaciones adicionales.
La transparencia con que se manejan los haberes públicos entró enseguida en zona de conflicto mayor. La Secretaría de Hacienda, con la enorme discrecionalidad y secrecía con que maneja la información clave para la toma de decisiones sobre el reparto de los haberes para los Estados, se situó en un segmento de ríspido contacto entre esos dos niveles de gobierno. Al mismo tiempo, ésa que es, en efecto, falta de transparencia de la burocracia hacendaria resaltó el flanco débil del centralismo tradicional de la Federación y expuso su debilidad ante el ataque, por parte de los gobernadores y la oposición, que buscan apoyo popular para sostener sus exigencias por más recursos. Atrapados en faltantes para cubrir sus crecientes compromisos, fundamentalmente de gasto corriente, los mandatarios locales esperan ansiosos doblar la dureza de Hacienda mediante la exhibición de un músculo que antes, en sus tratos individuales, no tenían frente a las autoridades centrales.
Pero todavía faltaba por abrirse otro abanico de consecuencias. La irrupción de la Conago como actor político tomó rápidamente cuerpo y aún hoy no se aquilata en su debida dimensión el peso que esta superestructura tendrá en el presente y el futuro inmediato del país. Lo cierto es que en un primer tiempo adquirió un rijoso protagonismo que asustó, tanto a los gobernadores que la integran, como al Ejecutivo federal, y todos quisieron bajarle al tono y a la belicosidad exhibida.
En medio del pleito el PAN quedó aislado, indeciso y desorientado, sin que sus dirigentes pudieran adoptar rumbo preciso que los pusiera a buen recaudo de la pérdida de impulso negociador o les abra un menú de alternativas distinto al silencio o el ninguneo en el que se instalaron.
La dimensión que la Conago, hasta hace unos cuantos días previos al desaire a Los Pinos y sus cenas de mandones no tenía, se materializó con la entrevista posibilidad de más y distintas alianzas (electorales acaso) entre los partidos de oposición.
Tal oportunidad de trabajos conjuntos entre PRI y PRD mandó señales encontradas a los grupos de presión que tradicionalmente se inquietan los finales de año y sobrerreaccionan siguiendo sus propios temores ante cambios no previstos en el rumbo económico.
También tocó de lleno las aspiraciones del panismo y de Fox para ganar la Cámara de Diputados en 2003. Le puso manteles largos a la mesa para concretar reformas estructurales distintas a las ambicionadas por los gerentes del gabinetazo, las trasnacionales de la energía y las telecomunicaciones o los centros de poder externo (financiero o político).
El federalismo, como aspiración siempre truncada, ahora se ve como asequible realidad de gobierno. El margen de acción de los opositores se potenció a tal grado que ya los legisladores del PRI y el PRD hablan de varios derivados de la alianza que se ensaya entre mandatarios estatales (Conago) y donde el diseño de un presupuesto, distinto al que mandará la administración actual, es la pieza crucial.
Sin embargo, la súbita fuerza de la Conago para coordinar sus movimientos trae para ellos otro conjunto de subproductos, muchos de los cuales son indeseables para sus atrincheradas maneras de ejercer el poder, que mucho tiene aún de autoritario, opaco y caciquil: el avance en los colectivos de alcaldes y congresos locales de cara a los gobernadores. Pero en esta barahúnda de hallazgos que se vienen en cascada por la disputa de los escasos recursos presupuestales aún hay asientos adicionales para una serie de actores que, hasta ahora, sólo de manera tangencial han influido en él.
Las asociaciones civiles, los gremios, los grupos vulnerables de la sociedad, las varias minorías u otros sectores que expresan intereses regionales, de género, de edades, étnicos o éticos, casi siempre excluidos del reparto, se alistan para formarse en la sala de espera con el poder de su voto en la mano. Una mano crecientemente dispuesta a usarlo con rapidez en estos menesteres y que, ya se verá durante las campañas, será uno de los tópicos centrales de atención por parte de los candidatos y los ciudadanos.
La apertura del antes restringido ámbito presupuestal a una mayor participación de la sociedad organizada será, quizá, una de las consecuencias de esta disputa. De lograrse tal cometido, y todo indica que se caminará en ese rumbo, se avanzará en lo que, en efecto, bien puede constituir el detonador que empuje la ya muy dilatada transición democrática.