José Steinsleger
Inmortalidad de la muerte
"Es cadáver, es polvo, es sombra, es nada..." ƑEs nada? A los versos de Sor Juana el imaginario popular agrega que la muerte es "segadora", "llorona", "blanca", "güera", "calaca", "pelona", "copetona", "dientona", "huesuda", "flaca", "pálida" y también "igualadora". Como el ataque de apoplejía que desplomó al obispo sobre la cama de la princesa de Ligne mientras daba la extremaunción y ella moría gritando a su vez: "šQuitadme este obispo de encima!"
Hay gente ilustre que se comporta de modo insólito ante la muerte:
"-Entonces... Ƒcómo os llamáis hoy?- preguntó en el lecho de muerte Luis XIII a su hijo de cinco años. El futuro Rey Sol respondió:
"-Me llamo Luis XIV, papá.
"-No todavía, hijo, no todavía..."
El grabador mexicano Julio Ruelas y el actor estadunidense John Garfield murieron como se debe, haciendo el amor, y el poeta Alfred Jarry pidió un palillo de dientes. Le alcanzaron uno, se lo llevó a la boca y falleció plácidamente.
Genio y figura hasta la sepultura: Stalin se hizo el muerto para oír los cuchicheos de Kruschev, Beria y Molotov. De pronto abrió los ojos y con mirada interpeladora los puso a temblar, expirando en silencio con gestos de amenaza.
Algunas coincidencias de la muerte causan perplejidad. En 1957 el sindicalista y político italiano Giuseppe Di Vittorio sufrió un infarto en un mitin. Antes de morir exclamó: "Buen trabajo, compañeros". En junio de 1984, durante otro mitin, el secretario general del Partido Comunista de Italia, Enrico Berlinguer, sufrió un derrame cerebral y murió diciendo: "Proseguid vuestro trabajo, id casa por casa..."
Gabriel García Márquez escribió del negocio de la muerte en México: es "... uno de los más despiadados y más fructíferos". Y de las agencias funerarias dijo que "... participan en una pavorosa rebatiña de cadáveres en las puertas y corredores de los hospitales". De una investigación acerca del tráfico funerario en Estados Unidos citó el caso de una viuda que había invertido sus ahorros para dar a su marido un funeral más lujoso que el de sus posibilidades reales.
El colombiano cuenta: "Todo parecía convenido cuando un funcionario de la agencia mortuoria le llamó por teléfono para decirle que el cadáver era más alto de lo previsto en el contrato y que ella debía, en consecuencia, una suma suplementaria. La viuda no tenía un centavo más. Entonces el funcionario, con la voz melodiosa de los de su oficio, le dio la solución: 'En ese caso le suplico darnos la autorización para serrucharle los pies al cadáver'."
En Ecuador supe del funeral del escritor Demetrio Aguilera Malta (1909-1981), quien vivió muchos años en México. Había dispuesto que la mitad de sus cenizas se arrojasen en el golfo de México y la otra mitad en el de Guayaquil, ciudad donde nació. La Casa de la Cultura del Guayas convocó a funcionarios y amigos del escritor. De punta en blanco, las letras vivas concurrieron al malecón, donde abordaron una lancha sobrecargada de pasajeros.
Sin punto fijo, la vetusta embarcación trajinó en el golfo hasta que el sol cayó en el horizonte. Molesto porque nadie tomaba la iniciativa, el capitán paró las máquinas. "Seré breve", dijo un poeta. Otros siguieron el ejemplo y discursos más tarde, cuando finalmente se decidió vaciar la urna en las aguas, el viento cambió de dirección. Atribulados, los fieles retornaron a puerto impregnados de las cenizas de un grande de la "generación del 30".
Retomando el hilo de la muerte en Estados Unidos, hay que aceptar que los gringos son emprendedores. Para quienes temen que su fama desaparezca de la faz de la tierra hay solución: el bautismo de una estrella con el propio nombre, gestión a cargo de la International Star Registry. El único problema es que las estrellas más visibles ya tienen nombre. Sólo quedan asteroides perdidos, visibles en catálogo o con telescopio desde las oficinas de la Star.
La compañía Celestis ofrece desde 1998 la puesta en órbita de las cenizas del cliente, dentro de un satélite. Celestis tiene convenio con la NASA y ofrece tres tipos de servicios fúnebres: visión de la Tierra y Lunar (cremación y desintegración del cuerpo en la atmósfera), viajero (estrellamiento en la Luna) y ad astra (que lleva un mensaje digital hacia las estrellas mediante un radiotelescopio con fotografías, biografías o un tributo de los familiares). Pero es caro. Por eso a mediados de los años 70 la Sociedad Franciscana de Inhumaciones de Washington estableció una fábrica de ataúdes desarmables que se venden por correo y ayuda a las personas a que el último tránsito sea sencillo y barato. "Haga su ataúd y acostúmbrese a él desde ahora", reza la publicidad.
Los ataúdes se pueden usar de varias formas: colocados verticalmente y con dos patas cortas y tablas atravesadas sirven como bar; a lo largo y con patas largas se pueden emplear como mesas para tomar café. El negocio aligera el trámite de salir corriendo a comprar la caja. Lo importante es que el ataúd ya está en casa y cuando el ángel trompetero toca el día del juicio, los familiares sólo deben leer con atención el manual de instrucciones para armarlo.