Directora General: Carmen Lira Saade
México D.F. Viernes 18 de octubre de 2002
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Espectáculos
ANDANZAS

Colombia Moya

Sasha Waltz en el Cervantino

SASHA WALTZ ES la coreógrafa más joven y talentosa de la compañía Schaubühne am Lehniner Platz, de Alemania, A sus 32 años es considerada por la crítica europea como la heredera de la rancia tradición de la danza expresionista alemana, implantada por celebridades como Greta Paluca, Mary Wigman y Rudolf von Laban, de quien fueron de sus mejores alumnos la propia Wigman y Kurt Joos, y cuya filosofía del movimiento y la danza fue una base importante para el desarrollo de este arte no sólo en Europa sino en Estados Unidos y Chile.

SUS TEORIAS SE expandieron de importante manera durante el primer cuarto del siglo XX entre reconocidos bailarines y coreógrafos de la época, que sentaron las raíces en lo que hoy se conoce como danza contemporánea. Antiguo es el vasto tejido genealógico de esta búsqueda interminable por expresar a través del cuerpo la infinita variedad de sensaciones, ideas y emociones que el cuerpo humano es capaz de traducir, aun a través de las diversas estructuras académicas que han surgido en el devenir de los años como nuevas propuestas en la danza. Sin embargo en la obra Körper, o Cuerpos, presentada en Guanajuato dentro del 30 Festival Internacional Cervantino, la danza de ésta joven coreógrafa parece haber logrado desprenderse de todo artifugio académico convencional, discurso y gramática corporal establecida para expresar con sus cuerpos una dislocada realidad en el absurdo desorden de la permanente incongruencia de la sociedad humana.

EL CLAROSCURO DOMINANTE en el espacio escénico, la tenebrosa mole de un enorme edificio sobre cuyas paredes parecen embarrarse los cuerpos en franca paranoia, va desarrollando ante nuestros ojos el espíritu fracturado de la sociedad moderna sin que todos los mensajes del mundo, escritos frenéticamente sobre los ennegrecidos muros, logren más coherencia que la locura desesperada que ha logrado distorsionar no sólo la mente y el orden de la vida, sino el lugar reconocible de nuestros propios miembros, ojos, manos e ideas. Así, los bailarines hablan de su estómago mientras señalan una pierna, o de la nariz como si fuera una oreja, en una especie de cubismo corporal que ha deformado la sensación del ser y estar.

LOS CUERPOS APILADOS, desnudos en un hueco iluminado por una implacable luz blanca, sus lentos deslizamientos y acomodos, no sólo podrían remitirnos a la superexplotada memoria de los campos de concentración del terror nazi, sino a los miles de campos de concentración, exterminio y tortura que el mundo vive actualmente, donde prácticamente sobrevivimos en una lata de sardinas, devorándonos unos a otros como gusanos con hambre milenaria.

LA ESTRUCTURA MUSICAL, debida a Hans Peter Khun, como la danza misma, parece no tener ni pies ni cabeza. Los sonidos van desde la raspadura de papel sobre alguna superficie rugosa hasta el penetrante y obsesivo golpe de un tubo o algo que quedó colgando en alguna parte y es movido por el viento... como la gota de agua que penetra el cerebro en la soledad de una celda.

LOS CUERPOS, EN extravagantes rutinas, se azotan con fuerza en el suelo, como reafirmando una gravedad, su peso y su existencia, para luego lograr la sutileza de una larva viajando, avanzando en su laberinto hacia alguna parte.

SASHA WALTZ NOS presenta una nueva dimensión en su peculiar expresión escénica, hurgando incisivamente en las formas del cuerpo humano para mostrarnos el lamentable estado del cuerpo interior de manera tajante y casi brutal. En ello no existe bailoteo ni muleta alguna, ha trascendido la danza y el teatro mismo para impactarnos con su genuina traducción del mundo con valor y entereza. Su divorcio o ruptura con lo que se ha hecho hasta ahora es total, adueñándose así de una estafeta en el camino de la danza alemana que ni Pina Bausch quiso presentar tan crudamente.

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