Directora General: Carmen Lira Saade
México D.F. Lunes 30 de septiembre de 2002
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Política
Sergio Valls Hernández

La justicia en la democracia

En la segunda posguerra, el asociacionismo italiano otorgaba un alto rango a la justicia de aquel tiempo, cuando afirmaba que ésta decidía el destino de la libertad y de la democracia. Probablemente semejante aserto pueda parecer excesivo. En mi opinión, se acerca mucho a la realidad, pues la aplicación de la ley constituye el contrapeso de los actos inicuos que en nombre del Estado se cometen. La observancia de la norma, sea espontánea o coercitiva, propicia armonía entre los pueblos.

Así, se tiene que existen verdades temporales puesto que cuando las condiciones que dieron lugar a su origen se modifican, sencillamente dejan de serlo y esto resulta lógico, ya que las nuevas condiciones darán lugar a nuevas certidumbres; de igual modo, es incuestionable que las nuevas generaciones traen consigo primicias inéditas que propician el abandono de paradigmas que se creían inalterables, pero también es cierto que hay valores que, no obstante la oscilación natural de las concepciones, subsisten. Al menos tal es el caso de los elementos esenciales de la "democracia", que si bien han ido complementándose y adaptándose a las circunstancias actuales, su identidad primigenia se preserva. Recordemos que el ateniense Pericles estimaba como fines consustanciales de esta forma de gobierno asegurar al ciudadano integrante de la polis la libertad, la justicia y el desarrollo integral de su personalidad, además de que se consideraba que la soberanía correspondía a los ciudadanos colectivamente, pero que dicha potestad o señorío estaba subordinada a la ley, e igualmente, desde esa época se reconocía que la ley hace libres e iguales a los ciudadanos.

De manera que la doctrina política universal reconoce en la forma de gobierno denominada "democracia" elementos persistentes e inmutables, -elección popular, separación de las funciones legislativa, ejecutiva y judicial, posibilidad de pluralismo ideológico-, que, no obstante el paso del tiempo, se mantienen constantes. Entonces, la historia misma nos enseña que la justicia y la ley han ocupado y deben continuar ocupando un lugar destacado en la vida de las naciones; igualmente nos instruye percibir a la justicia ya no más como una virtud subjetiva del aparato gubernamental; ahora la justicia debe ser vista desde el ángulo de su legitimidad, de sus alcances y efectos, tanto individuales como públicos; de la forma en que incide en la consolidación de las instituciones del país; en fin, la justicia no debe ser más un mero "servicio" ni simple "administración", sino auténtica función superior del Estado.

Aprendamos de la Grecia maestra. Situémonos en la Italia de la posguerra; la justicia no debe eludirse, más bien debe ocupar un lugar privilegiado en el escenario del país. Es tiempo de obedecer invariablemente las leyes; el ciclo que hoy iniciemos, si nos lo proponemos, podrá concluir con una mejor democracia, con una democracia plena. Sólo es cuestión de decidirlo.
 
 

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