Directora General: Carmen Lira Saade
México D.F. Lunes 30 de septiembre de 2002
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Editorial
UNA GUERRA EN BUSCA DE PRETEXTOS

A las multitudes que el sábado marcharon en contra de la guerra por el parque Hyde y Whitehall, en Londres, se unieron otras ayer en la Embassy Row, Washington, y en la Puerta del Sol, Madrid, para repudiar los planes militares de Estados Unidos y Gran Bretaña contra Irak.

A estas alturas, es claro que si el presidente George W. Bush y el primer ministro británico, Tony Blair, insisten en llevar al mundo a un nuevo conflicto bélico no sólo deberán sortear la renuencia de los otros tres gobiernos que cuentan con lugares permanentes en el Consejo de Seguridad de la ONU -Francia, China y Rusia-, sino también tendrán que pasar por encima de la oposición de buena parte de sus respectivas sociedades. Ello abre la posibilidad de que a los desacuerdos entre las máximas potencias planetarias en torno a si es conveniente o no arrasar Irak por segunda vez en una década se agreguen considerables fracturas ciudadanas en Estados Unidos e Inglaterra.

En el ámbito internacional, las expresiones gubernamentales de deslinde de la incursión que pretenden realizar Washington y Londres en el referido país árabe se enriquecieron ayer, inesperadamente, con las de un importante protagonista regional: Irán.

Las autoridades de Teherán parecen haber superado la animosidad que caracterizaba sus relaciones con Bagdad -no debe olvidarse que ambas naciones sostuvieron una guerra tan cruenta como estéril entre 1980 y 1988- y ahora se muestran menos preocupadas por la presencia y la vecindad de Saddam Hussein que por la inclusión de Irán en el "eje del mal" definido por Bush para caracterizar a los estados que supuestamente respaldan el terrorismo.

En este contexto, la ventana para la guerra habrá de definirse en el Consejo de Seguridad de la ONU, el cual recibió de Washington un borrador de propuesta que no parece orientado a permitir el retorno de los inspectores internacionales de armas a Bagdad sino, más bien, a obstaculizarlo.

En efecto, el documento estadunidense se asemeja a un proyecto de rendición incondicional de la soberanía iraquí. Aun en el supuesto de que ese gobierno árabe estuviera dispuesto a cumplir tales términos -que no lo está-, es harto probable que por meras razones prácticas y de tiempo se viera imposibilitado de hacerlo, con lo cual Bush y Blair conseguirían el pretexto que necesitan desesperadamente para iniciar una guerra que no es por las supuestas armas iraquíes de destrucción masiva ni por el pretendido apoyo de Bagdad a la red Al Qaeda, sino por los intereses estratégicos, económicos y geopolíticos de los gobernantes estadunidenses y británicos.

Cabe esperar que Rusia, China y Francia se erijan en defensores de la paz, la sensatez, el sentido común y la compasión, y nieguen su respaldo a esos ominosos designios belicistas.
 

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