Leonardo García Tsao
San Sebastián 2002: celebración justificada
San Sebastián, 26 de septiembre. A dos días de concluir, el 50 festival de San Sebastián ha cumplido con la promesa esbozada desde su inicio: un festejo distinguido por bastante más calidad en su sección competitiva. Al margen de las fiestas apuntadas en mi nota anterior, las bodas de oro del festival donostiarra se han beneficiado de un concurso sólido, donde algunos de los títulos más elogiados han sido de habla hispana.
Ya Merry MacMasters ha reportado en este diario sobre el recibimiento a El crimen del padre Amaro, de Carlos Carrera, posiblemente la película más esperada aquí por la repercusión del escándalo reaccionario suscitado en México. Mientras que la segunda concursante con participación nacional, Aro Tolbukhin, en la mente del asesino, firmada por los españoles Agustí Villaronga, Lydia Zimmermann e Isaac P. Racine, es un inquietante falso documental protagonizado por Daniel Giménez Cacho, que ha suscitado reacciones encontradas pero, en general, ha sido considerada una de las aportaciones más originales de la competencia.
Difícil pronosticar cuál será la decisión final de un jurado encabezado por el alemán Wim Wenders y formado por dos actrices -la cubana Mirta Ibarra y la francesa Ariane Ascaride-, el realizador español Mariano Barroso, el fotógrafo suizo Renato Berta y hasta un príncipe, el también cineasta tailandés Chatri Chalerm Yukol. Hasta ahora la candidata más firme a un premio parece ser la favorita local Los lunes al sol, tercer largometraje de Fernando León de Aranoa. La descripción tragicómica de unos obreros de Gijón orillados al desempleo por la venta de un astillero recuerda el mejor cine de Ken Loach, aunque León no ha conseguido estructurar su relato de forma que lo haga trascender el carácter anecdótico.
La sobresaliente actuación de Javier Bardem como el más cínico y perspicaz de los obreros encuentra a su competidor más fuerte en el argentino Federico Luppi, protagonista de Lugares comunes, la más reciente realización de Adolfo Aristaráin. Esa mirada lúcida y pesimista sobre la realidad actual de su país -y del mundo, también- deriva su fuerza emocional de la interacción entre Luppi y la española Mercedes Sampietro, como una pareja que se apoya en su mutuo amor para enfrentar los problemas económicos.
De los nombres prestigiosos quien más ha llenado las expectativas ha sido el irlandés Neil Jordan en The good thief (El buen ladrón), remake del clásico Bob le Flambeur, de Melville, que es asimismo una divertida reflexión sobre la duplicidad y la falsificación. En cambio, el chino Chen Kaige ha realizado con Han ni zai yiki (Juntos) un melodrama tan tradicional que no sería exagerado compararlo con los logros lacrimógenos de Ismael Rodríguez; ciertamente la historia de un niño prodigio del violín y su sacrificado padre no se antoja digna del autor de Adiós a mi concubina. También Paul Schrader se ha quedado por debajo de la norma en Auto Focus. El recuento de cómo el actor Bob Crane (Greg Kinnear) fue asesinado por su afición al porno de fabricación casera no ofrece ninguna revelación interesante sobre el lado oscuro de Hollywood ni la decadencia de los años 70, aunque su habitual desencanto sobre el American way of life sigue tan presente como en sus primeras obras.
Hasta ahora el único verdadero petardo del concurso ha sido la francesa La vie promise (La vida prometida), de Olivier Dahan, pretencioso road movie que se mueve entre la imaginería de un comercial de autos y otro de yogures. Es decir, que el 50 festival de San Sebastián ha corrido con buena fortuna. Si a eso añadimos que el clima ha sido ideal -mucho sol otoñal y casi nada de lluvia- podemos concluir que las condiciones han sido más que favorables para unirse al festejo.
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