Vilma Fuentes
Terra latina en Lyon
Los habitantes de Lyon pudieron conocer diversas manifestaciones culturales provenientes de América Latina durante este septiembre: danza, cine y literatura, actividades en las que México tuvo un lugar importante.
La Compañía Nacional de Danza tuvo el honor de inaugurar la Bienal de la Danza. El viaje a la luna, idea de Raúl Parrao, con escenografía de Alejandro Luna, en homenaje a Georges Méliès, tuvo una acogida triunfante. Exito también de José Rivera y su compañía La Cebra, único grupo de baile contemporáneo gay en el mundo. Igualmente la agrupación Mnemosine, cuya coreógrafa Tania Pérez-Salas suscitó el entusiasmo de los espectadores. El recital de Astrid Hadad sin duda seducirá al público de Lyon.
Invitada por el Espacio cultural latinoamericano a las Belles latines, participé en los encuentros de escritores con un público curioso y entusiasta, en un ambiente más íntimo que el parisino.
Januario Espinosa y Olga Barry, pareja de chilenos exiliados en Francia, son los organizadores benévolos de este acto literario. Tuve la oportunidad de conocerlos en 1990, cuando me propusieron presentar mi novela Gloria, editada ese año en Francia por La Différence, en el estante que ocupaban en el Salón del Libro de Lyon. Publicaban entonces una revista llamada Chili Flash, antecesora de la actual Espaces latinos que, como su nombre indica, amplió el campo de sus actividades.
En esta ocasión los encuentros con los escritores fueron en la plaza Colbert, situada en el primer barrio de Lyon, a la vez popular, tradicional y artístico. Allí se hallan los antiguos talleres de los artesanos de la seda: edificios altos, sus últimos pisos gozan de la luminosidad indispensable para esta labor. En ese barrio nacieron importantes movimientos de revuelta que revolucionaron la vida francesa, como las barricadas de 1848 o la Comuna.
Hoy día la alcalde es Nathalie Perrin, una joven de apenas 33 años, socialista, aficionada de la cultura latinoamericana, cuya difusión en Lyon decidió apoyar económicamente permitiendo así que se llevaran a cabo las Belles latines.
Aparte los eternos Claudes, Couffon y Fell, por quienes han sido traducidos al francés tantos escritores de América Latina, estuvieron presentes otros traductores como Albert Bensoussan, Anne-Marie Casès, Annes Picard, Bertille Hausberg, María Poumier y Jacques Thiériot. No es inútil señalar que gracias a ellos han podido leerse en Francia más de 500 escritores -poetas, novelistas, ensayistas-. Entre otros, García Márquez, Gorostiza, Onetti, Asturias, Elizondo, Segovia, Lezama Lima, Monterroso, Vargas Llosa, Fuentes, Padilla, Puig, Arreola, etcétera, para no hablar sino de los más conocidos. Aunque la palma de traducciones se la lleve el bon vivant que es Claude Couffon.
Los escritores invitados representaron un buen abanico de los países de América Latina: Luisa Ballesteros (Colombia), Arnaldo Calveyra (Argentina), Eduardo Manet y Karla Suárez (Cuba), Alfredo Pita (Perú) y Luis Mizón (chile), entre otros.
De México estuvimos presentes Ignacio Padilla y yo. Me dio gusto conocer a uno de los integrantes del crack. Agil e inteligente, me habló de sus reconocimientos y deudas. Me emocionó particularmente la manera calurosa en que me habló de Huberto Batis. Nos propusimos una conversación más larga sobre sus ideas de ruptura y renovación, antilocalismo y universalidad. Larga discusión, me diría Juan Rulfo. Pero su vitalidad me sedujo tanto como una actitud ajena al canibalismo y al ninguneo.
Por mi parte tuve la suerte de ser presentada por Franck Tisserand, quien se dio el trabajo de conseguir y leer mis novelas en español y francés. Sin duda fue la mejor de las presentaciones, gracias a este joven agregado de letras, quien habla el español con acento mexicano, acaso, como dice Jacques, por amor a su joven esposa, Maricarmen, originaria del Distrito Federal. Y amor por México, agrego, cuando recuerdo el placer que me dijo tener al recuperar, entre algunas de las líneas de Gloria, El autobús o Flores negras, las calles de la ciudad de México.