Directora General: Carmen Lira Saade
México D.F. Martes 24 de septiembre de 2002
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Política
José Blanco

Al final el desamparo

Hace años que el tema de las pensiones y jubilaciones está en discusión en unos cuantos rincones, sin que la sociedad se entere de esta bomba de tiempo. Un asunto de cientos de miles de millones de pesos.

En 1881, el ultraconservador canciller Bismarck, para combatir a los socialistas, fundó en Prusia el sistema de pensiones llamado "de reparto". Bismarck no sabía que estaba construyendo uno de los pilares fundamentales del welfare state. El sistema de reparto se extendió por todo el mundo. Su principio de funcionamiento era simple: los trabajadores de hoy sostienen a los jubilados de hoy. Este sistema cobró varias modalidades; en el caso de México, el sistema se organizó en el IMSS y recibiría aportaciones de los trabajadores, de los empleadores y del gobierno.

La modalidad mexicana fue uno de los mecanismos de reproducción de la desigualdad social. La aportación patronal no es sino una parte del salario del propio trabajador, de modo que el principio es el mismo. El agregado (no sólo en México) era la aportación fiscal. Esta aportación, es claro, comprendía el traslado de recursos desde ciudadanos (pobres) que no estaban en ningún sistema de seguridad hacia quienes sí lo estaban.

Cien años después de la creación de Bismarck, en 1980, un economista chileno, egresado de Harvard, José Piñera, inventa el sistema de capitalización individual y lo implanta en Chile en 1981. Este sistema ha comenzado a extenderse. Ya está presente en ocho países latinoamericanos (con modalidades distintas) y en cuatro de Europa Oriental, y en todos los casos el asesor estrella ha sido José Piñera. Actualmente es asesor de Bush, en cuyo país estudia las vías posibles de la generalización del sistema de capitalización individual.

En México la ley de 1997 reformó al IMSS, se abrieron las Afore (administradoras de fondos para el retiro), y se implantó el sistema de capitalización para los trabajadores de la empresas privadas. Se dejó intacto el sistema de reparto para el caso de los trabajadores al servicio del Estado (ISSSTE) y para una multitud de pequeños sistemas de reparto con o sin combinación con el ISSSTE en el que viven, por ejemplo, los trabajadores académicos y administrativos de las universidades públicas.

El sistema de reparto entró en crisis en todas partes, aunque con ritmos muy distintos, debido a la transición demográfica. Mientras las pirámides poblacionales tenían una amplia base y una cima reducida, el sistema estaba asegurado. Pero en los países desarrollados y en muchos que no lo son, como México, la pirámide poblacional está invirtiéndose con rapidez y se vuelve imposible que pocos trabajadores sostengan a muchos más jubilados. En diversos países, como en México, estos sistemas aceleraron sus crisis, debido a situaciones y problemas adicionales: mala administración, burocracia excesiva, corrupción, jubilación demasiado temprana, ampliación de la expectativa de vida, suspensión de las aportaciones del gobierno en los largos años de crisis económica.

Aparentemente el gobierno prepara para el ISSSTE una reforma como la que hizo Zedillo para el IMSS. El dato concreto es que las reservas del ISSSTE hoy son de cero, y las jubilaciones se pagan con recursos fiscales.

De otra parte, el sistema de capitalización en México está haciendo agua. Acaba de nacer y ya está agobiado de problemas. Las Afore están absorbiendo alrededor de una cuarta parte de las aportaciones; los rendimientos de las inversiones financieras son muy bajos porque están denominadas en Cetes; existe una vasta duplicación de cuentas por los cambios de trabajo de los asalariados, y saldo que no se mueve empieza a ser carcomido por los gastos de "administración" de la Afore; la economía informal es inmensa. No existe un mercado financiero y de capital con la densidad necesaria para rentabilizar las aportaciones, el empleo no crece y todo conspira contra el sistema de capitalización. Una jubilación para los trabajadores de hoy no está de ninguna manera asegurada con el sistema de capitalización individual. Por si fuera poco, este sistema elimina la solidaridad intra e intergeneracional que sí tenía el sistema de reparto y que era, sin duda, un elemento sustantivo de cohesión social.

Hoy ocurre que los sindicatos vinculados al ISSSTE por las jubilaciones, especialmente los universitarios, están por la (insostenible) defensa de los sistemas de reparto, y el gobierno, por su parte, empujará por el sistema de capitalización. Los sindicatos, además, quieren que el gobierno ponga recursos fiscales (en miles de millones) para reconstruir las deshechas reservas técnicas. Es decir, quieren que quienes no cuentan con ningún sistema de seguridad, con el pago de impuestos que hacen hasta los menesterosos, se cubran las reservas de los privilegiados. Entre tanto, nada de esto está en un marco político de entendimiento. El subdesarrollo militante.

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