José Blanco
Al final el desamparo
Hace años que el tema de las pensiones y jubilaciones
está en discusión en unos cuantos rincones, sin que la sociedad
se entere de esta bomba de tiempo. Un asunto de cientos de miles de millones
de pesos.
En 1881, el ultraconservador canciller Bismarck, para
combatir a los socialistas, fundó en Prusia el sistema de pensiones
llamado "de reparto". Bismarck no sabía que estaba construyendo
uno de los pilares fundamentales del welfare state. El sistema de
reparto se extendió por todo el mundo. Su principio de funcionamiento
era simple: los trabajadores de hoy sostienen a los jubilados de hoy. Este
sistema cobró varias modalidades; en el caso de México, el
sistema se organizó en el IMSS y recibiría aportaciones de
los trabajadores, de los empleadores y del gobierno.
La modalidad mexicana fue uno de los mecanismos de reproducción
de la desigualdad social. La aportación patronal no es sino una
parte del salario del propio trabajador, de modo que el principio es el
mismo. El agregado (no sólo en México) era la aportación
fiscal. Esta aportación, es claro, comprendía el traslado
de recursos desde ciudadanos (pobres) que no estaban en ningún sistema
de seguridad hacia quienes sí lo estaban.
Cien años después de la creación
de Bismarck, en 1980, un economista chileno, egresado de Harvard, José
Piñera, inventa el sistema de capitalización individual y
lo implanta en Chile en 1981. Este sistema ha comenzado a extenderse. Ya
está presente en ocho países latinoamericanos (con modalidades
distintas) y en cuatro de Europa Oriental, y en todos los casos el asesor
estrella ha sido José Piñera. Actualmente es asesor de Bush,
en cuyo país estudia las vías posibles de la generalización
del sistema de capitalización individual.
En México la ley de 1997 reformó al IMSS,
se abrieron las Afore (administradoras de fondos para el retiro), y se
implantó el sistema de capitalización para los trabajadores
de la empresas privadas. Se dejó intacto el sistema de reparto para
el caso de los trabajadores al servicio del Estado (ISSSTE) y para una
multitud de pequeños sistemas de reparto con o sin combinación
con el ISSSTE en el que viven, por ejemplo, los trabajadores académicos
y administrativos de las universidades públicas.
El sistema de reparto entró en crisis en todas
partes, aunque con ritmos muy distintos, debido a la transición
demográfica. Mientras las pirámides poblacionales tenían
una amplia base y una cima reducida, el sistema estaba asegurado. Pero
en los países desarrollados y en muchos que no lo son, como México,
la pirámide poblacional está invirtiéndose con rapidez
y se vuelve imposible que pocos trabajadores sostengan a muchos más
jubilados. En diversos países, como en México, estos sistemas
aceleraron sus crisis, debido a situaciones y problemas adicionales: mala
administración, burocracia excesiva, corrupción, jubilación
demasiado temprana, ampliación de la expectativa de vida, suspensión
de las aportaciones del gobierno en los largos años de crisis económica.
Aparentemente el gobierno prepara para el ISSSTE una reforma
como la que hizo Zedillo para el IMSS. El dato concreto es que las reservas
del ISSSTE hoy son de cero, y las jubilaciones se pagan con recursos fiscales.
De otra parte, el sistema de capitalización en
México está haciendo agua. Acaba de nacer y ya está
agobiado de problemas. Las Afore están absorbiendo alrededor de
una cuarta parte de las aportaciones; los rendimientos de las inversiones
financieras son muy bajos porque están denominadas en Cetes; existe
una vasta duplicación de cuentas por los cambios de trabajo de los
asalariados, y saldo que no se mueve empieza a ser carcomido por los gastos
de "administración" de la Afore; la economía informal es
inmensa. No existe un mercado financiero y de capital con la densidad necesaria
para rentabilizar las aportaciones, el empleo no crece y todo conspira
contra el sistema de capitalización. Una jubilación para
los trabajadores de hoy no está de ninguna manera asegurada con
el sistema de capitalización individual. Por si fuera poco, este
sistema elimina la solidaridad intra e intergeneracional que sí
tenía el sistema de reparto y que era, sin duda, un elemento sustantivo
de cohesión social.
Hoy ocurre que los sindicatos vinculados al ISSSTE por
las jubilaciones, especialmente los universitarios, están por la
(insostenible) defensa de los sistemas de reparto, y el gobierno, por su
parte, empujará por el sistema de capitalización. Los sindicatos,
además, quieren que el gobierno ponga recursos fiscales (en miles
de millones) para reconstruir las deshechas reservas técnicas. Es
decir, quieren que quienes no cuentan con ningún sistema de seguridad,
con el pago de impuestos que hacen hasta los menesterosos, se cubran las
reservas de los privilegiados. Entre tanto, nada de esto está en
un marco político de entendimiento. El subdesarrollo militante.