Directora General: Carmen Lira Saade
México D.F. Domingo 15 de septiembre de 2002
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¿LA FIESTA EN PAZ?

Leonardo Páez

Sentir al toro y al baile

SENTIR ES UN verbo particularmente rico en la plaza de la vida y en los escenarios del mundo. Además de experimentar sensaciones, percibir con los sentidos, reflejar estado de ánimo, juicio u opinión, en tauromaquia y en baile sentir es expresar sentimientos, soltarse y entregarse, sin pensar en el riesgo o en el efecto, sino en el duende, ese encanto misterioso capaz de reflejar lo indecible.

PERO SENTIR AL toro no es sólo percibir sus cualidades y defectos durante la faena sino, además, aprovecharlos oportunamente, sin dudar ni pensar en la siguiente tanda de muletazos, ni menos en la próxima corrida, sino en ese preciso momento en que el toro va a embestir, asumiendo cabalmente el torero la "magia negra de la lidia".

LA SERIA Y BRAVA novillada de El Batán, desaprovechada el domingo en la Plaza México, evidenció que el ganadero Gabino Aguilar, matador de toros en retiro y uno de los diestros mexicanos más internacionales que ha habido, se mantiene lejos de la falacia del "toro artista", dócil, de entra y sal, idóneo para toreritos tres eme: muleteros, monótonos, modernos.

DECISION Y ENTREGA como condición para sentir, en la vida, en la arena y el tablao. Son ya varios los encierros desperdiciados en el peor serial novilleril que se recuerde en la México, precisamente porque los jóvenes que la empresa anuncia ni pueden con el toro bravo ni se entregan al placer inefable de torear, sino que tiesos y engreídos le restan importancia al toro y a sí mismos.

LA REVISTA PROCESO de esta semana trae un ubicador reportaje sobre el nuevo empresario de futbol Rafael Herrerías, que con el mismo rigor de resultados con que ha invertido "su dinero" en el negocio taurino, ahora se dispone a hacerlo en el igualmente retorcido mundo del balompié, a costa de los de por sí trastabilleantes Tiburones Rojos de Veracruz, no sin antes ostentarse como audaz inversionista independiente y no como operador de los Alemán.

JOAQUIN CORTES O el síndrome de Enrique Ponce. Es decir, el efectismo llevado a sus últimas consecuencias. O en todo caso la entrega de calorías más que de alma y la técnica exhibicionista sin interioridad. Cortés o la globalización del flamenco, edulcorado, ajuangabrielado y descamisado, con esencia de marketing.

LUEGO DE CASI 18 años de bailarín profesional, Cortés (Córdoba, 1969) bien pudo ponerle a su pretencioso pero monótono show, en vez de New live, Narciso se va de farra, pues con el pretexto de las fusiones y el mestizaje se pasa casi dos horas taconeando y mal brazeando, él solo, a lo largo y ancho del escenario, "volando como avioncito" al decir de una de sus admiradoras, haciendo ruido aunque emocionando apenas.

SALVO POR LOS 18 músicos, entre instrumentistas y cantaores, que lo apoyan, la propuesta más reciente de Cortés, con todo y ropita de Armani, no pasa de ser una pachanga cara pero sin sustancia, estridente pero industrial, todo en aras del negocio y de una evolución cursilona del flamenco.

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