La banda armada ha dejado una estela de impunidad
al amparo del PRI chiapaneco
El operativo contra Paz y Justicia impidió
que el grupo paramilitar renovara su directiva
La redada del viernes dejó intactos varios bastiones
de la organización tricolor
HERMANN BELLINGHAUSEN ENVIADO
San Cristobal de Las Casas, Chis., 14 de septiembre.
La detención de miembros de Paz y Justicia este viernes abre
algunas interrogantes: el gobierno estatal, ¿acepta que existen
grupos paramilitares, o no?, ¿son estos los únicos cuya existencia
se reconoce oficialmente? Los demás, que han causado muertes y heridos
recientemente en Ocosingo, Altamirano, Chilón y Chenalhó,
¿son "pura fantasía", como lo fue durante todo el zedillato
la organización priísta hoy perseguida?
En el operativo en Miguel Alemán y Tzaquil
sólo participaron los cuerpos policiacos de Chiapas (Agencia Estatal
de Investigaciones, Procuraduría General de Justicia, Policía
Sectorial); ello explica el relativo desamparo que muestran las autoridades
estatales, sin respaldo federal, y con un hallazgo mínimo de armas
en poder de los detenidos. En círculos del gobierno se sospechaba
ayer que los paramilitares recibieron algún pitazo. En todo
caso, éstos la vieron venir.
Hoy debía celebrarse una asamblea para restructurar
la dirigencia de Paz y Justicia, en el salón de fiestas Montes Azules.
Desde el jueves pasado, los delegados de la organización acusaban
al gobierno de "pretender controlar y avasallar" la asamblea, así
como de intentar "bloquear" la restructuración de Desarrollo, Paz
y Justicia. El operativo de ayer impidió, efectivamente,
que la organización renovara su mesa directiva.
Existen, no existen, Cexisten, ¿no existen?
El
día de la acción policial en Miguel Alemán y Tzaquil
para detener a miembros de la organización priísta Desarrollo,
Paz y Justicia (o lo que de ella queda), el dirigente estatal del PRI hizo
público un texto de su autoría, titulado "Los paramilitares
en Chiapas"; allí el líder tricolor, Aquiles Espinosa
García, negaba la relación entre su partido y esta clase
de grupos. "Conjeturas descabelladas", consideraba Espinosa García
las acusaciones que pesan sobre diversas organizaciones de filiación
priísta desde hace seis años.
Escrito por lo menos un día antes de la presuntamente
sorpresiva acción de las policías estatales ayer en Tila,
el documento de Espinosa alertaba contra "las denuncias y acusaciones"
que pesan sobre sobre su instituto político, debido a "intereses
políticos y económicos", y minimizaba (en el tono que han
usado otros priístas en las semanas recientes) la mera existencia
de grupos civiles armados.
"Por supuesto que una historia donde se habla de guerra
de baja intensidad, de desplazados, de milicianos indígenas pobres
y dignos, no vendería por sí sola sin la presencia de los
malvados paramilitares, entrenados, financiados y dirigidos por el estado",
ironiza el dirigente tricolor sobre la "historia inventada o recreada"
de que existen.
Reconoce, no obstante, que "en algunas regiones del estado
ha habido expresiones de violencia. Hay civiles armados que han tenido
que hacerlo para defenderse ante la ausencia de un auténtico estado
de derecho".
Apunta: "Otros se han armado para delinquir, como Los
Aguilares, que han sido etiquetados como paramilitares cuando sus acciones
corresponden a una banda de asaltantes". En esto sí coincide con
la población indígena de Chilón, asolada por esta
banda; sólo omite mencionar la protección que el ex gobernador
priísta Roberto Albores Guillén otorgó a Sabastián
Aguilar y sus secuaces, y la cercanía que estos asaltantes mantuvieron
por años con la fuerza pública de los gobiernos priístas.
Considera "totalmente falso" presentar como paramilitares
a presuntos "grupos de choque de nuestro partido". Al dirigente estatal
no se le escapan, sin embargo, las contradicciones en que han incurrido
el gobernador Pablo Salazar Mendiguchía y otros funcionarios. Recordó
que como senador priísta y miembro de la Comisión de Concordia
y Pacificación (Cocopa), y luego como candidato opositor al propio
PRI, Salazar Mendiguchía denunció la existencia de estos
grupos.
"A dos años de aquellas airadas denuncias", dice
Espinosa, el hoy gobernador ha asegurado que "los paramilitares no existen".
Lo mismo que han sostenido siempre los priístas. Este viernes, mientras
el texto de Aquiles Espinosa veía la luz, el gobierno chiapaneco
emprendió una redada de "paramilitares" en Tila. Encabeza la lista
de detenidos Sabelino Torres Martínez, ex regidor priísta
de dicho municipio chol.
El talón de Aquiles del PRI
Asesinatos, saqueos, violaciones, desplazamiento forzoso
de centenares de familias zapatistas y perredistas se sucedieron en los
municipios de Tila, Sabanilla, Salto de Agua y Tumbalá desde 1996.
En la que llegó a denominarse la "guerra chol", durante la cual
murieron cerca de 300 indígenas en la zona norte -según cifras
del Centro de Derechos Humanos Fray Bartolomé de las Casas (CDHFBC)-,
Desarrollo Paz y Justicia emprendió la campaña de contrainsurgencia
más violenta de cuantas se ha efectuado en las montañas de
Chiapas desde 1995. Prácticamente impune hasta ahora, aquella "guerra"
cobró más víctimas que la matanza de Acteal.
Considerada oficialmente fenómeno aparte del conflicto
con el Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN),
la campaña de Paz y Justicia fue vista como confrontación
religiosa entre católicos y protestantes, o bien una cadena de "vendetas"
intercomunitarias. Un secretario de Gobernación de la época,
Emilio Chuayffet, igual que sus operadores, la llamaba "la guerra del cura"
(en referencia al obispo Samuel Ruiz García, cuyas "huestes zapatistas"
habrían sido culpables de la violencia).
Paz y Justicia fue defendida a capa y espada por los gobiernos
de Ernesto Zedillo y los interinos chiapanecos Julio César Ruiz
Ferro y Roberto Albores Guillén.
El haber atestiguado una ceremonia oficial de entrega
de recursos a dicha organización en sus años de auge marcó
negativamente la carrera política del general Mario Renán
Castillo, entonces máximo jefe militar en el estado. En su momento,
sin embargo, el hecho revelaba la cercanía y amistad de las fuerzas
armadas con la mencionada agrupación civil.
Otro defensor histórico de los miembros de Paz
y Justicia fue Gustavo Hirales, miembro de la delegación gubernamental
durante los diálogos de San Andrés, quien siempre los presentaba
como "organización productiva", mientras los campos de Tila y Sabanilla
se cubrían de sangre.
El dirigente de la sección 7 del Sindicato Nacional
de Trabajadores de la Educación (SNTE), Samuel Sánchez Sánchez,
diputado priísta en ese entonces (y luego fugaz prisionero del gobierno
de Salazar Mendiguchía), es uno de los fundadores de Paz y Justicia.
Hace siete años, Sánchez señalaba que la creación
de la organización obedecía "al proceso de radicalización
de orientación de los simpatizantes zapatistas y perredistas en
los ejidos y comunidades" (ver nota de Rosa Rojas y Gaspar Morquecho en
La Jornada, 14 de noviembre de 1995).
En su informe "Ni paz ni justicia" de 1996, el CDHFBC
subrayó: "El grupo se concibe como parte de una estrategia de contrainsurgencia
comandada visiblemente por políticos locales". También apuntó
la vinculación estrecha de Socama (Solidaridad Campesina Magisterial,
del SNTE) y los ganaderos de Salto de Agua, Palenque, Playas de Catazajá
y "la elite ganadera de Tila", con Paz y Justicia desde su origen.
Estos terratenientes participaron en la creación
de un "cordón sanitario" que protegiera sus grandes ranchos en el
norte de Chiapas y el sur de Tabasco, y pusieron sus guardias blancas
a disposición del proyecto, que echó a andar en marzo de
1995.
Las primeras denuncias de sus acciones llegaron desde
el ejido Emiliano Zapata, de Tumbalá, donde la violencia y la fabricación
de acusaciones falsas condujo a la cárcel a gran número de
perredistas y bases de apoyo del EZLN. Fue sólo el comienzo.
Campamentos para refugiados
Las hostilidades de Paz y Justicia se siguieron en cascada
y produjeron decenas de asesinatos, desalojos violentos en Masojá
Shucjá (Tila) y Los Moyos (Sabanilla), desplazamiento de centenares
de familias de diversas poblaciones, destrucción u ocupación
de escuelas y centros comunitarios, cierre de templos católicos,
tráfico de armas, terror generalizado.
La principal sede paramilitar de Paz y Justicia se ubica
desde entonces en El Limar, municipio de Tila, donde se instalaron una
Base de Operaciones Mixtas del Ejército federal, un cuartel policiaco
y hasta un Ministerio Público. Este viernes, la acción de
la justicia chiapaneca no alcanzó El Limar ni otros bastiones del
grupo, hoy dividido en diversas corrientes, algunas de las cuales se han
vuelto perredistas y hasta panistas, o bien se estarían deslindando
de los sectores aún armados de la organización original.
Paz y Justicia alcanzó auge "militar" en 1996 y
mantuvo bajo control territorios indígenas y recursos gubernamentales
hasta fines de 2000. Desde los ejidos Miguel Alemán y Las Limas,
en Tila, Los Moyos en Sabanilla y las distintas cabeceras municipales de
la zona norte, los paramilitares dominaron los caminos.
Aquella "guerra" llevó a la fundación de
Nueva Revolución, San Marcos, San Rafael y otros campamentos de
refugiados en los que, hasta ahora, esperan justicia (y oportunidad de
retorno a casa) miles de indígenas, en su mayoría bases de
apoyo del EZLN.
Desde principios de los años 80, el grupo de caciques
y maestros que daría vida a Paz y Justicia ha sido el azote de la
región. En los abundantes hechos de violencia de los últimos
20 años, se repiten los mismos nombres: Wulfrano Torres, Marcos
Albino Torres, Sabelino Torres, Samuel Sánchez, Diego Vázquez,
Juan Martínez Pérez. Sucesivos presidentes municipales de
Tila, Sabanilla, Salto de Agua, Tumbalá, Yajalón y Palenque
brindaron protección a Paz y Justicia, y la agrupación siempre
tuvo a su disposición algún diputado federal o estatal y
a las asociaciones ganaderas.
En marzo de 1995 el presidente municipal de Tila, Jesús
Celis Guillén, asesinó con un R-15 al joven Pascual Sánchez.
La crisis municipal que llevó a la caída del edil marcó
el origen del conflicto chol. ¿Es ocioso señalar que todos,
absolutamente todos los actores de aquella escalada (salvo disfraces posteriores
a 2000), pertenecían y pertenecen al PRI?