EN ABONO AL DESCREDITO
Las
negociaciones entre PRI, PAN y PRD para renovar la mesa directiva de la
Cámara de Diputados fracasaron definitivamente. El plazo para acordar
el relevo a la actual mesa directiva concluyó ayer a las 12 del
día sin que se alcanzara acuerdo alguno. Beatriz Paredes Rangel
encabezará hasta el cinco de septiembre este cuerpo de gobierno
y responderá el segundo Informe del presidente de la República,
Vicente Fox.
Es cierto que el desaguisado no paraliza el funcionamiento
de la Cámara de Diputados pero lastima inútilmente a un poder
que desde hace tiempo resiente fuertes críticas. Más aún,
si ese acuerdo no tiene que ver con asuntos sustantivos sobre los cuales
se deba legislar sino sobre cuestiones de procedimiento, ¿cómo
podrán explicar los diputados a sus votantes que no pudieron pactar
quién responderá el Informe?
En los últimos meses se ha difundido en muchos
medios de comunicación la imagen de una Cámara de Diputados
severamente dividida, incapaz de legislar de acuerdo a las necesidades
del país, empeñada en frenar las iniciativas presidenciales,
integrada por representantes que perciben altos ingresos y se encuentran
distanciados de sus votantes. Aunque algunos de estos señalamientos
son justificados, otros no lo son; en la fabricación de esta percepción
se encuentran los intereses de aquellos que quisieran un Legislativo dócil
a la línea del Ejecutivo.
El descrédito que ante la opinión pública
provoca la división de los legisladores, los coloca en franca desventaja
frente al Presidente de la República. El Informe presidencial debiera
ser un momento clave en la relación entre poderes que, teóricamente,
deben equilibrarse. Un Congreso que no puede alcanzar un acuerdo mínimo
en una cuestión de procedimiento tendrá enormes dificultades
para servir de contrapeso legítimo a los otros poderes en asuntos
de fondo. Una situación así provoca que, por más justificados
que sean los señalamientos críticos que los diputados hagan
a la gestión presidencial, éstos pierdan autoridad.
Es por ello que no deja de llamar la atención el
que PRI, PRD, PVEM y PT responsabilicen del fracaso al "empecinamiento
de los panistas". El PAN, que es el partido del gobierno a pesar de las
diferencias que pueda tener con el Ejecutivo, llegó a la negociación
con la exigencia de ocupar la presidencia de la mesa directiva y responder
al Informe sin ofrecer nada a cambio. Este comportamiento reventó
cualquier posibilidad de llegar a un consenso.
Diversos sondeos de opinión han mostrado que una
gran cantidad de la población no tiene interés alguno en
el Informe presidencial. Tal actitud no puede sólo explicarse a
partir de la distancia de la ciudadanía con los asuntos públicos.
El desapego por lo que sucede en las instituciones representativas tiene
que ver también con las rebatiñas de los políticos
profesionales por asuntos insustanciales para las grandes mayorías.