Angeles González Gamio
Lo bueno de lo malo
Malo, el estado en que se encuentra actualmente el Centro Histórico de la ciudad de México con calles cerradas, lo que agrava el ya de por sí complicado tránsito. A ello se agrega que está totalmente invadido de ambulantes y que en la avenida Juárez hay edificios en demolición. Todo ello se supone que es temporal, en tanto se sustituye el añejo drenaje de la zona. Esto se enmarca en un programa de "rescate" de esa valiosa zona del país, que lleva décadas siendo rescatada.
Ahora se habla de instalar un nuevo pavimento, del arreglo de fachadas y sustitución de mobiliario urbano, y se afirma que en las 34 manzanas que abarca el proyecto, se aplicará con firmeza el bando que prohíbe el comercio ambulante.
La zona de la Alameda, que se encuentra en un estado lamentable desde los sismos de 1985, ya muestra nuevas construcciones y ya se presentó la maqueta para una plaza que va a contar con una fuente diseñada por Vicente Rojo.
Sin embargo, en todo este caos hay un lado bueno: en tanto se tornan reales estos programas, algunos ya en ejecución, hay un deleite que hace mucho no disfrutábamos: las calles sin automóviles. Es una agradabilísima experiencia caminar por la señorial avenida Madero, en medio del arroyo, pudiendo admirar a placer las hermosas construcciones que conserva: la Casa de los Azulejos, el templo de San Francisco, el Palacio de Iturbide|, lo que se salvó de las casas de don José de la Borda, el palacio del marqués de Prado Alegre, el templo de La Profesa y dos salerosos edificios de la época porfirista: el de la antigua compañía de seguros La Mexicana, y enfrente el de la joyería La Esmeralda.
Este placer se puede combinar con la visita a comercios de tradición y a los de la modernidad. Entre los primeros destaca la prestigiada librería Madero; su experto dueño, Enrique Fuentes, le puede asesorar sobre ese ejemplar único que quiere comprar o vender. Cruzando la acera se encuentra Hermes, la famosa tienda de pieles que desde hace medio siglo atiende su elegante y guapa dueña francesa. A unos pasos, en el 8-10, las descendientes de don Víctor Fosado ofrecen magníficas artesanías y la mejor joyería tradicional del país.
Hablando de joyas, hay que recordar que un tramo de esa calle se llamó Plateros, por los orfebres del fino metal que ahí tenían sus talleres y tiendas durante el virreinato. A la fecha la vía conserva su vocación, pues aunque se fueron las joyerías de prosapia, excepto la de La Fuente Bustillos, fundada en 1873, que conserva valientemente Miguel de la Fuente, se han abierto muchos centros joyeros, integrados por decenas de changarritos que venden toda clase de joyería, de regular a malona, y una que otra de aceptable calidad, pero permiten darse el gusto de regalar, sin gastar mucho, una pulserita de oro, anillos, cadenas, aretes y demás adornos que encantan a "los mexicanos y las mexicanas". Estos gratos paseos suscitan el deseo de que esta zona quedara exclusivamente peatonal, como es el Centro Histórico de la bella y limpísima ciudad de Querétaro, en el que la gente habita y el comercio es un éxito.
Otro de los atractivos del paseo peatonal es la gastronomía, cuya oferta en esta zona es impresionante, aunque curiosamente en la señorial Madero no hay ningún sitio que destaque por su comida excepcional, pero sí muchos de batalla. Entre otros, un Burger Boy, y en uno de los palacios más bellos, el del marqués de Pardo Alegre, un Mac Donalds, que tuvo que respetar las fachadas de tezontle y los ventanales enmarcados de cantera, y ser discreto en su horrenda publicidad. Estos establecimientos están rodeados de pequeños restaurantes, fondas y un café de chinos, que ofrecen comida casera mexicana sabrosa a precios muy económicos, y sin duda tienen más clientes; así que no les tengamos temor a los hamburgueseros yanquis. ƑCómo se va a comparar una hamburguesa en pan aguado, con insípido queso color amarillo chillón, con un chile relleno de picadillo, acompañado con su arroz colorado y sus frijolitos de la olla?
En la misma Madero, el antiguo bar del hotel Ritz, ahora convertido en un Vips, le dedica un espacio especial al maravilloso mural sobre Xochimilco, de Miguel Covarrubias, ya muy bien restaurado, pues hay que reconocer que cuando estaba el tradicional bar lo tenían muy maltratado.
Para la vianda de postín, en Isabel la Católica 34, a unos pasos de Madero, continúa brindando magnífica comida y servicio el Casino Español, con las sabrosuras clásicas de la península: chistorra, morcilla, fabada, paella, lechón y buenos pescados. El vino de la casa es muy aceptable, y de postre es inigualable la leche quemada.
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