Directora General: Carmen Lira Saade
México D.F. Domingo 1 de septiembre de 2002
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Capital

CON VISTA AL ZOCALO

José Agustín Ortiz Pinchetti

La ciudad y los libros

LA CIUDAD inauguró en el Zócalo, el 23 de agosto pasado, su segunda Feria del Libro. Estas muestras están profundamente arraigadas en la tradición capitalina. En esta ocasión se trata de un estímulo particularmente oportuno después del pasado jaloneo con el gravamen a los editores, y a la vista de algunas cifras escalofriantes: según la Cámara Nacional de la Industria Editorial, los mexicanos leemos sólo un libro al año por persona.

PARA ENCONTRARME con los libros de la ciudad, he hecho una pequeña excursión por la calle de Donceles. Tiene carácter. Si uno la recorre en dirección al Zócalo, digamos desde la calle Del 57, de inmediato se encuentra, del lado izquierdo, con el cerrado teatro Fru Fru, de dorados en las columnas y en las puertas de mala herrería. En la acera de enfrente, pesado, solemne, provinciano, el viejo edificio del Senado de la República. Al poco andar surge, en empaque neoclásico, la antigua Cámara de Diputados, antes Teatro Iturbide. Pasó por dos incendios, adquirió su actual fachada y en 1911 entró nuevamente en actividad como Cámara baja. Actualmente alberga a nuestra joven Asamblea Legislativa. No traicionó su origen, pues un recinto legislativo es un escenario.

APARECE LUEGO el teatro Esperanza Iris o Teatro de la Ciudad. Asistí recientemente a su reinauguración, después de una cirugía mayor. Magníficas las marquesinas de ópalo, las columnas jónicas grises, el lustroso embaldosado de su vestíbulo de canceles cuadriculados.

PERO LO más sorprendente de esta caminata son las librerías de viejo, una especie en vías de extinción en casi todo el planeta. No creo que pudiera vivir sin ellas, sin su prometedor olor de un hallazgo inminente, sin las miradas furtivas de otros disimulados cazadores. Se llaman El tomo suelto, El callejón de los milagros, Regia, El laberinto. Son grandes y muy ordenadas. En contraste con los libros antiguos, los dependientes son muy jóvenes y apegados a la música estruendosa. En ellas conviven primorosas ediciones de Homero, verdes y doradas, ofertas de 3 x 20, montañas de remanentes de Lenin, una mesa de sexo y política donde un Mujeres defiéndanse se codea con un Comunismo científico. No faltan Maupassant, Rilke, Thomas Mann, ni el tan repentinamente de moda Eca de Queiroz. Hizo su aparición una Historia de Méjico, de Lucas Alamán, un clásico, y otros olvidados que podrían haber estado en la biblioteca de mi abuelo.

EN UNO de estos locales, autodenominado La librería de las utopías, tiene lugar todos los martes una singular tertulia: una reunión de cuenteros. La entrada es gratuita y el espacio, al fondo, una encantadora mezzanine con sillas de madera.

A MEDIDA que me acerco a República de Brasil, la calle de Donceles pierde un poco su destino libresco. En la Plaza de la Constitución, una explosión: La Ciudad, un libro abierto. Diez días, 72 sellos editoriales, 400 mil visitantes, talleres, conferencias, conciertos, puestas en escena, danza, mesas redondas, presentación de libros, maratones, seminarios y cuentacuentos. El tema central: Víctor Hugo en el bicentenario de su natalicio. šSalud!

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