La resistencia magisterial en el Istmo
Antes de 1980 Oaxaca fue una importante reserva de Vanguardia Revolucionaria. Y en el estado, la región del Istmo lo era aun más. "Nos tocaban la zona 56 y la 88. Todos eran bien vanguardistas, muy amañados en las prácticas de compraventa de plazas, de recibir favores a cambio de lealtades", recuerda la maestra Cándida Santiago Jiménez. Costaba trabajo hacer que los profesores abrieran los ojos, entendieran que no era necesario ser borregos, agrega.
"Siempre he insistido. Lo que potenció mucho la lucha de los maestros democráticos en Juchitán fue el papel de la COCEI, así como la COCEO en los valles centrales. La presencia de esas organizaciones ayudó mucho a la toma de conciencia, a que los padres de familia se sumaran a las brigadas."
Víctor Pineda Henestrosa, entonces de 35 años, además de maestro de primaria era asesor y gestor social en el Istmo y militante de la COCEI, muy en la línea de los profesores que piensan que no pueden sólo pararse frente a un salón de clases e impartir sus lecciones si por hambre los niños se duermen en los pupitres. La vocación magisterial, por lo tanto, implica lucha y militancia para la transformación de la realidad.
Era un opositor visible en una región del Istmo que aquellos años estaba militarizada. El 11 batallón de infantería destacaba a sus tropas incluso dentro de las iglesias. El general Eliseo Jiménez Ruiz gobernaba interinamente el estado, y el maestro Pineda fue detenido violentamente la mañana del 26 de agosto de 1979 frente a la terminal de autobuses de segunda por un grupo de hombres, varios de ellos soldados uniformados. Nunca más se supo de él.
Su compañera, Cándida, también maestra, inició la ruta de la búsqueda. Marchas y huelgas de hambre durante décadas, más desalojo y represión. Es una de las integrantes del Comité Eureka.
En apenas dos años, el magisterio del Istmo se democratizó en su mayoría. De ser los más oficialistas pasaron a ser punta de lanza de la disidencia. Hubo muchos frutos de las luchas de aquellos años. Pero el maestro Pineda ya nunca más volvió a su casa.
BLANCHE PETRICH, ENVIADA