Directora General: Carmen Lira Saade
México D.F. Sábado 31 de agosto de 2002
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Cultura
Elena Poniatowska Amor /II y última

De Tonantzintla a la Universidad Autónoma de Puebla

Guillermo Haro conoció la soledad y el aislamiento. Muchas noches se quedó sólo en Tonantzintla con una perra muy inteligente, Toby, a la que ordenaba: ''Toby ve por mi lámpara de mano" y el animal regresaba con ella en el hocico. Y con Guarnero, el jardinero-portero que era mala compañía. Algunas tardes, sin embargo, lo convidaba a tomar una tasa de té en su bungalow y oía su voz monocorde relatarle una catástrofe tras otra; su madre paralítica, su mujer enferma, su hijo deficiente, su sueldo miserable, su salud cada día más deteriorada. Eran tantas sus desgracias que una noche Haro se sorprendió siguiéndolo sigiloso: ''Voy a hacerle un favor. ¡Si pasa por el depósito de agua, lo empujo y se resuelven todos sus problemas!" Cuando tuvo conciencia de ello, se aterró: ''Es la soledad, me estoy volviendo loco. Mañana a primera hora regreso a México". Se lo contó a Luis Rivera Terrazas, que rió de buena gana. ''No te preocupes, nunca lo habrías hecho".

Tonantzintla era y es un pueblo mágico por la presencia de la iglesia de Santa María y por la del observatorio situado en una colina que Guillermo Haro poco a poco cubrió de árboles, sobre todo de unos pinos llamados Moctezumas que tapizan la tierra con sus agujas verdes. Además de la diafanidad del aire, del cielo muy azul durante el día y muy negro durante la noche, el espectáculo lo da el valle de Cholula, una de las regiones más antiguas de México, protegido por el Popocatépetl, el Iztaccíhuatl, la Malinche y el Pico de Orizaba bajo la estrella Polar que puede verse a 19 grados sobre el horizonte Norte, además de toda la Vía Láctea.

Bajo este cielo excepcional viven los 5 mil habitantes de pueblo de Tonantzintla, cuyo destino ha cambiado radicalmente gracias a la presencia del observatorio, hoy INAOE (Instituto Nacional de Astrofísica, Optica y Electrónica). Bajo las cúpulas de los telescopios surge un nuevo y poderoso modo de pensar y los Tepancuey, los Tecuatl, los Toxqui, los Tepantecuatl han canjeado el cultivo de la tierra por la electrónica, la óptica, la geometría analítica. Hombres y mujeres cursan en la Universidad Autónoma de Puebla (UAP), la carrera de física y quieren instalar una preparatoria en Tonantzintla para no tener que ir hasta Puebla. La influencia de los científicos sobre la vida del pueblo ha sido definitiva. ¿No es este el máximo ideal de cualquier proceso educativo?

En el INAOE la población es de 107 investigadores, 330 estudiantes y un centenar de empleados. Cada año se llevan a cabo simposios internacionales y se publican artículos en revistas especializadas. La magna construcción del gran telescopio milimétrico, en un hangar como para una película futurista de George Lucas, apantalla a propios y ajenos. Los adelantos son espectaculares.

El gran telescopio milimétrico situado en el volcán Sierra Negra quedará terminado en 2004 y llegará a los confines del universo. Se trata del telescopio más importante del mundo en su género. Luis Enrique Erro, fundador, y Guillermo Haro, introductor de la astronomía moderna en México, cuyas cenizas reposan en el observatorio, pueden sentirse orgullosos.

En la iglesia de Santa María Tonantzintla, uno se pregunta cuál es el significado del más allá. Los ángeles -símbolo de Puebla- llenan el atrio con su rumor de alas aunque sólo sean querubines. Sus carnes sonrosadas, sus bocas rojizas y protuberantes, sus grandes ojos separados y fijos rodeados de negro están cargados de sensualidad. Tallados a modo de penacho, uno no sabe si las frutas que nos ofrecen son nopales, plumas o rayos de sol. Las frutas tropicales aletean; es más, están poseídas por una suerte de frenesí que avasalla. Casarse en esa iglesia es ir muy bien preparado al lecho nupcial. Como los dulces poblanos envueltos en papel de china rosa y violeta, amarillo y verde, los querubines de Santa María Tonantzintla cristalizan en frutas brillantes, pulpas de tamarindo, piña, naranja, fresa, coco, limón, borrachitos, pepitorias, camotes y cocadas poblanas. Seguramente recuerdan ustedes aquel anuncio que invadió la radio, el del rompope de Santa Clara: ''¡Hermana Engracia, hermana Engracia, que se sube la leche...!" y nos obligaba a correr mentalmente a apagar la lumbre. Querubines, estrellas, dulces y monjas geniales se confunden y convierten a Puebla de los Angeles en una ciudad que antecede al cielo al que todos aspiramos: el científico y el barroco.

Este jueves 29 de agosto recibo una presea que tanto mis hijos como yo atesoraremos. No creo merecerla porque he sido una mujer afortunada y me premian por hacer lo que amo. Lo único que hago desde 1953 es usar la escritura como una extensión del corazón, no de la lógica.

Hoy mi corazón reboza de agradecimiento e inclino la cabeza para dar las gracias. Gracias a la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla, gracias al salón barroco dentro del Edificio Carolino; gracias al Paraninfo, que me recibe con tan cálida solemnidad; gracias por la Catedral, con sus ángeles; gracias por la Biblioteca Palafoxiana, la Casa de Alfeñique, la Capilla del Rosario; gracias por el Museo Amparo, gracias por los portales, gracias por los fuertes de Loreto y Guadalupe, que contuvieron a los franceses; gracias por Cholula y sus campanarios; Tehuacán y sus aguas minerales, Chignahuapan, sus baños termales y sus barrancas; gracias por Zacatlán y sus manzanas; gracias por Tomatlán, donde nació Magda; gracias por Cuetzalan; gracias por el ónix de Tecalli; gracias por el mole poblano, los chiles en nogada, las aguas frescas, las semitas, los quesos, las cremas y los embutidos de Chipilo; los nevados, la loza de Talavera; gracias por los hermanos Serdán; gracias por José Mariano Bello, el mecenas; gracias por el general Ignacio Comonfort; gracias por el general Ignacio Zaragoza, gracias por José Miguel Guridi y Alcocer, historiador; gracias por los zacapoaxtlas; gracias por el carnaval de Huejotzingo; gracias por San Francisco Ecatepec; gracias por la cascada de Aculco; gracias por Manuel M. Flores, poeta, y por Severa Arostegui poetisa; gracias por Germán List Arzubide; gracias por la novelista María Lombardo de Caso y por su hermano Vicente Lombardo Toledano; gracias por la familia ilustradora de pergaminos llamada los Lagarto; gracias por los toritos; gracias por Santa Clara; gracias por San Martín Texmelucan, su sidra y sus zuavos; gracias por mi nieta, Inés Haro Buxadé, que es una poblanita de año y medio; gracias por todos aquellos que no menciono; gracias por los poblanos anónimos; gracias a todos ustedes que me acompañan; gracias al Consejo Universitario; gracias a usted, señor rector Enrique Doger Guerrero, y finalmente gracias a la comunidad académica y estudiantil por esta casa de cultura.

 
Texto leído por la autora al recibir el doctorado honoris causa por la UAP, la noche del jueves, en el Paraninfo del Edificio Carolino de la institución

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