Elena Poniatowska Amor /II y última
De Tonantzintla a la Universidad Autónoma de Puebla
Guillermo Haro conoció la soledad y el aislamiento.
Muchas noches se quedó sólo en Tonantzintla con una perra
muy inteligente, Toby, a la que ordenaba: ''Toby ve por mi
lámpara de mano" y el animal regresaba con ella en el hocico. Y
con Guarnero, el jardinero-portero que era mala compañía.
Algunas tardes, sin embargo, lo convidaba a tomar una tasa de té
en su bungalow y oía su voz monocorde relatarle una catástrofe
tras otra; su madre paralítica, su mujer enferma, su hijo deficiente,
su sueldo miserable, su salud cada día más deteriorada. Eran
tantas sus desgracias que una noche Haro se sorprendió siguiéndolo
sigiloso: ''Voy a hacerle un favor. ¡Si pasa por el depósito
de agua, lo empujo y se resuelven todos sus problemas!" Cuando tuvo conciencia
de ello, se aterró: ''Es la soledad, me estoy volviendo loco. Mañana
a primera hora regreso a México". Se lo contó a Luis Rivera
Terrazas, que rió de buena gana. ''No te preocupes, nunca lo habrías
hecho".
Tonantzintla
era y es un pueblo mágico por la presencia de la iglesia de Santa
María y por la del observatorio situado en una colina que Guillermo
Haro poco a poco cubrió de árboles, sobre todo de unos pinos
llamados Moctezumas que tapizan la tierra con sus agujas verdes. Además
de la diafanidad del aire, del cielo muy azul durante el día y muy
negro durante la noche, el espectáculo lo da el valle de Cholula,
una de las regiones más antiguas de México, protegido por
el Popocatépetl, el Iztaccíhuatl, la Malinche y el Pico de
Orizaba bajo la estrella Polar que puede verse a 19 grados sobre el horizonte
Norte, además de toda la Vía Láctea.
Bajo este cielo excepcional viven los 5 mil habitantes
de pueblo de Tonantzintla, cuyo destino ha cambiado radicalmente gracias
a la presencia del observatorio, hoy INAOE (Instituto Nacional de Astrofísica,
Optica y Electrónica). Bajo las cúpulas de los telescopios
surge un nuevo y poderoso modo de pensar y los Tepancuey, los Tecuatl,
los Toxqui, los Tepantecuatl han canjeado el cultivo de la tierra por la
electrónica, la óptica, la geometría analítica.
Hombres y mujeres cursan en la Universidad Autónoma de Puebla (UAP),
la carrera de física y quieren instalar una preparatoria en Tonantzintla
para no tener que ir hasta Puebla. La influencia de los científicos
sobre la vida del pueblo ha sido definitiva. ¿No es este el máximo
ideal de cualquier proceso educativo?
En el INAOE la población es de 107 investigadores,
330 estudiantes y un centenar de empleados. Cada año se llevan a
cabo simposios internacionales y se publican artículos en revistas
especializadas. La magna construcción del gran telescopio milimétrico,
en un hangar como para una película futurista de George Lucas, apantalla
a propios y ajenos. Los adelantos son espectaculares.
El gran telescopio milimétrico situado en el volcán
Sierra Negra quedará terminado en 2004 y llegará a los confines
del universo. Se trata del telescopio más importante del mundo en
su género. Luis Enrique Erro, fundador, y Guillermo Haro, introductor
de la astronomía moderna en México, cuyas cenizas reposan
en el observatorio, pueden sentirse orgullosos.
En la iglesia de Santa María Tonantzintla, uno
se pregunta cuál es el significado del más allá. Los
ángeles -símbolo de Puebla- llenan el atrio con su rumor
de alas aunque sólo sean querubines. Sus carnes sonrosadas, sus
bocas rojizas y protuberantes, sus grandes ojos separados y fijos rodeados
de negro están cargados de sensualidad. Tallados a modo de penacho,
uno no sabe si las frutas que nos ofrecen son nopales, plumas o rayos de
sol. Las frutas tropicales aletean; es más, están poseídas
por una suerte de frenesí que avasalla. Casarse en esa iglesia es
ir muy bien preparado al lecho nupcial. Como los dulces poblanos envueltos
en papel de china rosa y violeta, amarillo y verde, los querubines de Santa
María Tonantzintla cristalizan en frutas brillantes, pulpas de tamarindo,
piña, naranja, fresa, coco, limón, borrachitos, pepitorias,
camotes y cocadas poblanas. Seguramente recuerdan ustedes aquel anuncio
que invadió la radio, el del rompope de Santa Clara: ''¡Hermana
Engracia, hermana Engracia, que se sube la leche...!" y nos obligaba a
correr mentalmente a apagar la lumbre. Querubines, estrellas, dulces y
monjas geniales se confunden y convierten a Puebla de los Angeles en una
ciudad que antecede al cielo al que todos aspiramos: el científico
y el barroco.
Este jueves 29 de agosto recibo una presea que tanto mis
hijos como yo atesoraremos. No creo merecerla porque he sido una mujer
afortunada y me premian por hacer lo que amo. Lo único que hago
desde 1953 es usar la escritura como una extensión del corazón,
no de la lógica.
Hoy mi corazón reboza de agradecimiento e inclino
la cabeza para dar las gracias. Gracias a la Benemérita Universidad
Autónoma de Puebla, gracias al salón barroco dentro del Edificio
Carolino; gracias al Paraninfo, que me recibe con tan cálida solemnidad;
gracias por la Catedral, con sus ángeles; gracias por la Biblioteca
Palafoxiana, la Casa de Alfeñique, la Capilla del Rosario; gracias
por el Museo Amparo, gracias por los portales, gracias por los fuertes
de Loreto y Guadalupe, que contuvieron a los franceses; gracias por Cholula
y sus campanarios; Tehuacán y sus aguas minerales, Chignahuapan,
sus baños termales y sus barrancas; gracias por Zacatlán
y sus manzanas; gracias por Tomatlán, donde nació Magda;
gracias por Cuetzalan; gracias por el ónix de Tecalli; gracias por
el mole poblano, los chiles en nogada, las aguas frescas, las semitas,
los quesos, las cremas y los embutidos de Chipilo; los nevados, la loza
de Talavera; gracias por los hermanos Serdán; gracias por José
Mariano Bello, el mecenas; gracias por el general Ignacio Comonfort; gracias
por el general Ignacio Zaragoza, gracias por José Miguel Guridi
y Alcocer, historiador; gracias por los zacapoaxtlas; gracias por el carnaval
de Huejotzingo; gracias por San Francisco Ecatepec; gracias por la cascada
de Aculco; gracias por Manuel M. Flores, poeta, y por Severa Arostegui
poetisa; gracias por Germán List Arzubide; gracias por la novelista
María Lombardo de Caso y por su hermano Vicente Lombardo Toledano;
gracias por la familia ilustradora de pergaminos llamada los Lagarto; gracias
por los toritos; gracias por Santa Clara; gracias por San Martín
Texmelucan, su sidra y sus zuavos; gracias por mi nieta, Inés Haro
Buxadé, que es una poblanita de año y medio; gracias por
todos aquellos que no menciono; gracias por los poblanos anónimos;
gracias a todos ustedes que me acompañan; gracias al Consejo Universitario;
gracias a usted, señor rector Enrique Doger Guerrero, y finalmente
gracias a la comunidad académica y estudiantil por esta casa de
cultura.
Texto leído por la autora al recibir el doctorado
honoris causa por la UAP, la noche del jueves, en el Paraninfo del
Edificio Carolino de la institución