Directora General: Carmen Lira Saade
México D.F. Miércoles 21 de agosto de 2002
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Sociedad y Justicia
El penal, una historia de corrupción

jornada1Tijuana, BC, 20 de agosto. Inaugurada el 20 de noviembre de 1957, durante el gobierno de Braulio Maldonado, la penitenciaría de la delegación municipal de La Mesa, mejor conocida como El Pueblito, no era una cárcel común.

Era, en realidad, un pueblito con pequeñas casas habitadas por familias completas. Había comercios y zonas para ricos y pobres. Existían 150 negocios particulares, restaurantes, barberías, tiendas de ropa y hasta bares en los que se ofrecían toda clase de bebidas, incluyendo licores importados y cerveza fría.

Diseñada para albergar exclusivamente a mil 600 internos sentenciados por delitos del orden común, La Pinta, como la llaman los que vivían en ella, llegó a tener hasta 6 mil 700 internos, entre procesados y sentenciados, tanto del orden común como del fuero federal.

Con una extensión de dos hectáreas, El Pueblito se encuentra al sudoriente de Tijuana, rodeado de centros industriales, comerciales y habitacionales. Era considerado por la Comisión Nacional de Derechos Humanos el peor centro penitenciario del país y, quizá, uno de los más inadecuados del mundo.

El secretario de Seguridad Pública, Alejandro Gertz Manero, dijo que era el peor ejemplo de corrupción en el país, pues se habían distorsionado todas las leyes, normas y reglas, al grado de que quienes la comandaban eran los mayores criminales de la región, con capacidad para repartir celdas, cobrar protección y abusar de las mujeres.

Así, mientras buena parte de la población carcelaria tenía que dormir en el piso, a la intemperie, algunos gozaban de todas las comunidades en las carracas, celdas construidas por ellos, las cuales se cotizaban hasta en 30 mil dólares, pues contaban con sala, cocina, recámara, calefacción, televisión satelital y teléfono celular.

Algunas, inclusive, contaban con balcón con vista al patio central, una diminuta cancha de volibol, que en las noches utilizaban unos 300 internos para dormir casi unos encima de otros.

Fue, hasta hoy, de los pocos centros penitenciarios en que los reclusos podían vivir con sus familiares. (JORGE ALBERTO CORNEJO, CORRESPONSAL, Y PATRICIA MUÑOZ RIOS)

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