Directora General: Carmen Lira Saade
México D.F. Martes 20 de agosto de 2002
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Política
Marco Rascón

Amos de la fe, el cambio y el poder

Fueron los instigadores de la guerra sucia, fundadores del neopanismo, promotores de la derechización, de la obstrucción de la educación pública, aliados del alto clero católico, organizadores de rumores y escándalos; beneficiarios de los subsidios, de la nacionalización y la privatización bancaria; del estatismo y la globalización. Han sido separatistas, racistas y odian la capital; creen en la anexión y se fusionaron por incompetencia con las trasnacionales. Son la dirección real del foxismo.

Nunca se han quitado la capucha de Chipinque, porque consideran que son lo único bueno de México. Son los admiradores sempiternos de Franco, Pinochet, Fujimori, Menem, Salinas y Bush. Al calor del salinismo decidieron el ascenso al poder, rompiendo su poder regional mediante la adquisición de televisoras y periódicos nacionales. Se distingue su influencia por sus pésimos gustos arquitectónicos y culturales, a los cuales consideran un estilo universal de vivir; es decir, el regio way of life. Son el gran poder triunfante de hoy, el que desplazó al priísmo septuagenario, pero que conduce con firmeza la decadencia de la República.

El Grupo Monterrey, los encapuchados de Chipinque, a lo largo de 30 años construyó un poder paralelo como base del nuevo régimen, instaurado por ellos a partir de 2000.

Para demostrar que la educación privada era mejor que la pública, opusieron el ITM (Instituto Tecnológico de Monterrey) a la UNAM y el IPN. Mientras crecían los campus del primero se desprestigiaba a los segundos.

Contra el laicismo, respaldaron las modificaciones salinistas al artículo 130 constitucional y auspiciaron las cinco visitas del Papa: una vez como "obrero"; otra como jefe de Estado y político en el restablecimiento de relaciones con el Vaticano; luego en solidaridad con los "extremadamente pobres" en tiempos del Pronasol de Salinas; en la cuarta como oráculo de la transición hacia la derecha regiomontana y ultramontana, respaldando al Lech Walesa mexicano, es decir a Fox. La quinta, y hasta ahora última visita, para refrendar como su propiedad al mundo indígena, en proceso de emancipación y autorrepresentación. (Si el Papa viniera por sexta vez, el próximo presidente será Carlos Abascal, seguramente.)

Intolerantes y regresivos, en más de una ocasión han intentado dictar la moral del país, y por ello fueron la base de apoyo más importante para instigar las salidas represivas al movimiento estudiantil de 1968, la represión de 1971 y la guerra sucia como política de Estado.

Si los encapuchados de Chipinque y los grupos oligárquicos que representan fueron los responsables de hacer crecer la espiral de la violencia desde 1968; si doblaron a Echeverría y a José López Portillo haciéndolos sus aliados en la guerra sucia; si con De la Madrid se beneficiaron y con Salinas y Zedillo se prepararon para asumir frente a Estados Unidos la conducción de la integración económica, hoy son los dueños de la fe, el poder y la transición.

Su abandono de las tareas empresariales por las políticas y financieras especulativas marca indudablemente el rumbo que toma el país y su propensión a pactar con el régimen que prometieron "sacar a patadas" de Los Pinos. Vicente Fox es obra de ellos, de un plan largamente preparado que se cimentó en el chantaje: gracias a esta táctica, cada golpe los fortaleció, dándoles mayor poder no sólo económico, sino también político, y facilitándoles las vías para salirse del contexto regional en el norte y extender su influencia en el centro y el sur que desprecian.

Esta fuerza del norte, económica y política, en el poder, es la que da razón y sustento al Plan Puebla-Panamá, pues coincide con su visión de que sólo el norte de México es trabajador y rentable, mientras que el centro y el sur, deben ser parte de una estrategia distinta para los intereses de la globalización imperial.

En este contexto estamos en la ruta de una fragmentación territorial y el cercenamiento del Estado-nación, bajo un supuesto federalismo que pretende proyectar a los estados y los municipios libres hacia la ruta seguida por Texas hace 160 años, y la de Puerto Rico.

Para redondear el proyecto, era fundamental que México jugara un papel nuevo frente a Cuba y su posición frente a Estados Unidos. La Cumbre de Monterrey, convertida en doctrina de la sumisión contra el orgullo diplomático de la Doctrina Estrada, tiene implicaciones estratégicas en la política que los encapuchados de Chipinque hacen como los nuevos conductores e interlocutores del expansionismo estadunidense.

Por ello, además de instigadores y responsables directos de la guerra sucia, los encapuchados de Chipinque constituyen un nuevo y gran poder intocado, que vive al margen de los escándalos, pero que es y determina las principales decisiones que han debilitado al país y han hecho del "cambio" el ámbito para descuartizar el país como a la Coyolxauhqui.

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